SINOPSIS
Región báltica
de Prusia, Plena Edad Media. Ondrej (Petr Cepek) es un joven amante de las
abejas, al que le es presentada la nueva esposa de su padre, el señor de Vlkov
(Zdenek Kryzánek), una chica que tiene prácticamente su edad y a la que regala
un cesto lleno de pétalos que debajo esconde murciélagos. Tal acción hará que
su progenitor cargue violentamente contra él, estando a punto de arrebatarle la
vida. Arrepentido por su crueldad, el señor de Vlkov prometerá ante la imagen
de una virgen consagrar la vida de su hijo a Dios si finalmente no fallece. Es
por ello que Ondrej acabará entrando en la orden de los Caballeros de
EDITORIAL
Aceptar la idea de dios es aceptar transitar por la asfaltada avenida de la esperanza. Borges dice que lo venidero nunca se anima a ser presente del todo sin antes ensayarse y que ese ensayo es la esperanza. Remata el escritor y poeta diciendo ¡Bendita seas, esperanza, memoria del futuro, olorcito de lo por venir, palote de dios! Aceptar la idea de dios es llenar de sentido este manojo de rituales absurdos a los que llamamos vida. Dios, aquel absoluto farmacológico, aquel dispositivo previo y heredado, tesoro de todos los tesoros, oro verdadero de enceguecedor brillo, realidad realmente real. Dios, prisionero en la frialdad de tu reino inhabitable oculto en aquella nada que separa al significado del significante. ¿Cómo no sucumbir ante la belleza infinita de tu idea? ¿Cómo no querer llenar de esperanza aquel espejismo inalcanzable que es el futuro? ¿Cómo no arrodillarnos sobre cualquier tierra y elevar con devoción nuestras manos hacia tu cielo y decirte con demencia que estamos cagados de miedo? Decirte también que la incoherencia del mundo nos supera cada día, cada instante.
Que el
hermano, aquel sujeto de la otra mejilla, aquel otro construido también a tu imagen y semejanza, se ha convertido
en un bastardo que atenta ponzoñosamente contra todos nuestros intereses. ¿Cómo
no desear pedirte clemencia, asfixiados en la culpa, por aquella tentación
insaciable que hierve nuestra sangre, por el fuego sabroso que camina a nuestro
lado inventando la noche, prometiendo tormentas ardientes sobre el océano de la
existencia? ¿Cómo no confesarte con desasosiego que
nuestra vida transita entre un cúmulo de malas noticias, que lo efímero nos
sonríe inadvertidamente sin que podamos siquiera retener unos instantes la
dulzura de su sabor en nuestras bocas, que todo duele y desengaña y que
reparamos hace tiempo en que lo único verdadero es aquella boca famélica que
nos devorara al final del camino, cuando nos llegue implacable la nada? Ay dios
mío, como me gustaría que existieras… Si yo pudiera, como ayer, vivir sin
presentir, pero el gran robo ya fue perpetuado. No hay libertad posible ni
tampoco mañana. ¿Cómo no hacerte pagar por la crueldad de tu travesura?
Lucas Itze.-
Canción elegida
para la editorial
IMPRESIONES SOBRE EL VALLE DE LAS ABEJAS
¿Cuál es la trampa en este episodio finito de nuestra existencia a la que llamamos vida? Como pensaría Arthur Schopenhauer, la trampa es la vida misma. Allí aparecerán esos males de los que no podremos escapar nunca: el dolor del nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte, que acompañan a cualquier individuo. A lo que el filósofo alemán agrega «toda vida humana fluye entre el querer y el conseguir», y el deseo, en cualquiera de sus formas, siempre encierra dolor: pues «sea cual sea la naturaleza y la dicha que le hayan tocado a uno al margen de lo que uno sea y posea, no le cabe librarse del dolor consustancial a la vida», como cita el profesor de Filosofía, Carlos Javier González Serrano. Entonces si desear duele, ¿será una venganza de Dios? ¿Y si cuando matamos a Dios, como dijo hace muchos años Nietzche, logramos pensar por nosotros mismos? ¿Y si en ese devenir de falta de moral encontramos que ese camino de placeres y deseos no era quizás lo que veníamos relegando desde hace siglos? De qué moral nos van a venir a hablar esos inquisidores que arrebataron vidas en nombre del Señor. Que trajeron sus creencias y desterraron culturas de cientos de años. Desear duele, claro que sí. Amar también. “Detrás de cada cosa hermosa, hay algún tipo de dolor” nos dijo alguna vez el sabio Bob Dylan. Pero siempre buscaremos que la solución sea el amor. El amor siempre salva. El amor como nuestra bandera de fe. Y como camino interno para conocernos a nosotros mismos. A saber quienes somos, que sentimos, que deseamos, que nos duele. Y que la pureza del alma nos eleve a nuestro propio cielo o nos deposite en nuestro propio infierno, donde seguramente brindaremos con muchos al llegar...
Así lo entendían esos jóvenes
que por los años ´60 revolucionaron un cine que iba a culminar con la famosa Primavera de Praga. Uno de ellos era Frantisek Vlácil, otro de los miembros
de la novedosa Nueva Ola Checoslovaca...
Si la semana pasada decíamos que la genial Vera Chytilová nos interpelaba desde
sus films con sus críticas al sistema burgués y a la sociedad en general,
Vlácil va a atacar por el lado de la fe, de Dios y del ser humano y su pensamiento
interior. Con una clara influencia de directores europeos como Ingmar Bergman o Andrei Tarkovski, el director checoslovaco nos presenta en El
valle de las abejas un cuestionamiento casi freudiano a la psiquis de los
protagonistas y sus vaivenes emocionales. El film arrancará con unas abejas en
un panal y ya notaremos un trabajado diseño de sonido que aparecerá en un
primer plano desde el inicio. Además del sonar de las abejas, se escucharán
cantos gregorianos de fondo en varios pasajes del film y todo el trabajo de la
banda sonora será maravilloso. La película estará basada en una historia de Vladimír Körner, que a su vez participó
como co-guionista. La historia se centra en
El guión contará con los clásicos
tres actos aristotélicos y se servirá de una elipsis en el comienzo del
metraje. Luego de ese lapsus temporal, nos adentraremos en la orden a la que
fue enviado, Ondrej, quien conocerá a Armin, un hermano cruzado
que sería el encargado de educar al joven. Allí entonces se distinguirán dos
inclinaciones que se transformarán en opuestas. Ondrej será la idea de deseo y
libertad. Armin, por el contrario, será la razón y la fe. Serán lo pagano y lo
cristiano. Habrá en Armin una represión escondida jamás cristalizada. Será el
quien lleve el peso de un alma aturdida por sus peleas internas. Ondrej
internamente tendrá sólo un objetivo: encontrar una libertad traducida en cosas
simples como volver a su casa, tener una mujer o cazar animales. Armin verá
esas ideas como una ofensa a Dios y a la mujer como el camino al pecado y la
tentación, en una idea bien cristiana. Y su objetivo será mantener a su alumno
bajo el ala de Dios como sea. La vuelta de Ondrej al pueblo y su casamiento con
Lenora, la viuda de su padre, terminarán de nublar la visión de su maestro,
quien sólo encontrará en la palabra castigo su recompensa. Y para su fe, todos
serán paganos. Seremos nosotros los pecadores culpables de todos los males que
nos rodean. Serán nuestras almas paganas las que van cambiando de cuerpo en
cuerpo creando así nuevas historias. Seremos los encargados de llenarnos de
dolores pero también de deseos. Y de volver a gritar bien fuerte. Y si nuestros
gritos de libertad son paganos, bienvenidos a ese mundo entonces, al fin y al
cabo, bien sabemos que No es Dios todo lo que reluce...
Marcelo De
Nicola.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO VLACIL
Frantisek Vlácil
nació el 19 de febrero de 1924 en Cesky Tesin, Checoslovaquia. Pasó la infancia
en el norte de Moravia. En breve estudió
Basada en la novela homónima de Vladislav Vancura, escritor checo del
siglo XX, fue reconocida como la mejor película checa de todos los tiempos por
los críticos de su país en el año 1998. Un año después sigue con El Valle de las abejas y en 1970 dirige
Adelheid, en este caso, ambientada
luego de
FICHA TÉCNICA
Título original:
Údolí vcel (The Valley of the Bees)
Año: 1968
Duración: 97 min.
País: Checoslovaquia
Dirección: Frantisek Vlácil
Guión: Frantisek Vlácil, Vladimír Körner. Historia:
Vladimír Körner
Música: Zdenek Liska
Fotografía: Frantisek Uldrich (B&W)
Reparto: Petr Cepek, Jan Kacer, Vera Galatíková,
Zdenek Kryzánek, Miroslav Machácek, Josef Somr, Václav Kotva, Jana Hlavácková