SINOPSIS
Freddy emigra a
Buenos Aires en busca de una vida más próspera. En su país natal, Bolivia, deja
a su familia. Sin embargo, la capital argentina no es el paraíso que Freddy
soñó, y mucho menos para los emigrantes ilegales como él. Pese a ello, consigue
trabajo como cocinero en un restaurante. Un aclamado filme de bajo presupuesto
premiado en varios festivales. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Alguien pregunta
con recelo de donde soy y yo no contesto.
Guardo un
silencio prudente y bajo mi mirada que se pierde en la tierra que pisan mis
pies sucios y cansados.
Soy de donde
crecen los que temen a las preguntas –me digo- porque jamás encontraron ninguna
respuesta.
Soy de donde
amanece sin sol porque el hambre apura y hay que salir de prisa apartando el
sueño, empujando el día, sacudiendo las penas que no te sueltan.
Soy de la misma
calle de los olvidados y también de los nadies, donde caen los que mueren por
nada en cualquier lado, huérfanos de sorpresas ajenas y de cualquier justicia.
Soy de ahí, de
donde nacen a los que explotan y precarizan, de donde se refugian los
reprimidos con gases y caballos. Por donde corren desesperados los perseguidos
del orden
Soy de donde te
devora el olvido, de donde ya no quedan nombres y los sueños mueren extirpados
en las salas de esperas de nuestro ánimo.
Soy el alienado,
la ausencia, la falta y la carencia. Soy lo real que la palabra no nombra, que
la mirada no ve, soy una pared gritando una consigna, soy el silencio ahogado
en el barullo ensordecedor del futuro. Soy el excluido y el vencido, soy el
fango donde se apoya el pesado pie del progreso.
¿Cuál fue la
mano que dividió al mundo?
¿Quién separo al
hermano del hermano, si al fin y al cabo acá es todos lados?
Lucas Itze. –
Canción post
editorial
IMPRESIONES SOBRE BOLIVIA
El físico
austríaco Erwin Schrödinger se hizo
famoso por una teoría que llevaría su apellido desde 1935. Esta, llamada “El
gato de Schröndinger”, es un experimento mental de mecánica cuántica,
en el cual, resumiendo muy brevemente la teoría, un gato encerrado en una
cámara de acero, pueda estar vivo y muerto al mismo tiempo, debido a un átomo
radiactivo. Este experimento, llevado al mundo de la inmigración, resulta cuanto
menos interesante. Según las políticas de derecha, el inmigrante es el que
viene a sacarle el trabajo al local. Pero, a la vez, son estos los vagos que
requieren asistencia del estado o cobran planes en lugar de trabajar. Entonces,
ahí tenemos esos dos opuestos que se unen y que, como en el experimento de
Schröndinger, suceden ambas cosas a la vez: le quitan el trabajo a los locales
y son vagos que no quieren trabajar. Ya que esto no es mecánica cuántica, ¿cómo
es posible afirmar ambas cosas? El capitalismo busca entonces esa disputa de
clases entre gente de menor poder adquisitivo. La idea de la dominación de esas
clases sociales, de esa lucha por ese puñado de billetes que cada vez valen
menos, son entonces el principal motor de las políticas de derecha, ayudados
por empresarios que sirven para esclavizar a esas minorías. Y cuando la pelea
es entre los que sólo quieren ganarse el pan del día, todo explota. Ese
resumen, llevado a
Bolivia, tal el nombre del film que estamos haciendo referencia, arranca con una voz en off e imágenes de ese típico bar de esquina de barrio, de sus paredes, con planos detalle de sus elementos y porque no, de sus miserias. Todo filmado en un blanco y negro abrazador, envolvente, casi sin esperanzas. Siempre decimos que hay que afinar vista y oído porque en los primeros minutos puede estar el resumen de la historia. En los créditos, con los Kjarkas de fondo (parte importante de la banda musical), empezará a verse un partido entre las selecciones de Argentina y Bolivia, en esos comentarios, no faltarán las apreciaciones de una Argentina despierta y superior frente a una Bolivia desesperada y desordenada. Un anticipo de ciertos arquetipos de personajes que se pasearán por el bar, aunque afinando la vista, notaremos que todo será al revés. Allí conoceremos a Freddy, quien llegó de Bolivia hace una semana, después de quedarse sin trabajo en su país culpa de los yanquis que barrieron los campos de coca. A Enrique, el dueño del bar, no le importará si es de Bolivia o de Perú, o si el país incaico queda en Centroamérica. Sólo le interesa alguien sin papeles para poder explotarlo mejor. La película estará marcada por un clásico estilo neorrealista. Actores profesionales como actores amateurs (como el caso de Freddy) se mezclan para darle más veracidad a la historia. Siendo un film rodado con escasos recursos, será el bar el escenario donde transcurra la mayor parte del metraje, aunque recorreremos con angustias ciertas calles donde la noche suele ser más oscura y los adoquines más huérfanos. El director utilizará planos fijos y no habrá mucho movimiento de cámara. Será en ciertos momentos un testigo más de lo que pasa ahí dentro.
Habrá algunos planos detalles, como ese reloj que siempre está atrasado y que marca
el final del día, pero sobre todo, la hora del cobro. Y pese a ser el
protagonista, la cámara no siempre se irá con Freddy, sino que ahí adentro,
estará en gran parte oculta, haciendo juego con la ilegalidad con la que
convive. En ese pequeño universo, aparece Rosa, una joven paraguaya que es la
mesera del bar y quien se transformará en compinche del recién llegado. Y allí
empezarán a desfilar esas moscas de bar que habitan cotidianamente el lugar:
taxistas, vendedores ambulantes y borrachos que vienen a beber sus últimos
sorbos de la noche. El guión crecerá de forma dosificada, pero no así los
personajes. Ellos generalmente no crecerán demasiado, hasta que el alcohol nos
muestre su otra cara. Los poco más de 70 minutos nos revelará esa Argentina, o
mejor dicho, esa Buenos Aires donde todo poco a poco estalla. La
discriminación, la xenofobia y la cosificación son moneda corriente. Y llega la
culpa, que siempre es del otro. Y si es extranjero mejor, porque nos viene a
sacar lo nuestro. Y esa es la pelea de los que nada tienen que excita al poder
de turno. Porque la lucha es siempre entre las clases trabajadoras que buscan
un mejor futuro. Un lugar donde llenar la olla. Y el poder representado en un
dueño de un bar de mala muerte o unos policías que patrullan la zona. Aunque
ellos no quieran entender que están hundidos en la misma mierda, haciéndole el
juego al sistema. Y porque bien sabemos, en las peleas de pobres contra pobres,
todos terminamos siendo clandestinos.
Marcelo De
Nicola.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO CAETANO
Israel Adrián
Caetano nació en Montevideo el 20 de diciembre de 1969. Hijo de padre brasileño
y madre uruguaya. Su padre, un oriental cinéfilo, era proyectorista de cine en
una Iglesia de Villa del Cerro en Uruguay, la iglesia no podía tocar la
programación de lo que allí se proyectaba. Quizás debido a esto, eligió el cine
y la televisión como un lenguaje de libertad, un lugar para poder reflejar lo
que pasa en la vida sin medias tintas. Se mudó a Córdoba y allí creó su primer
cortometraje: Visite Carlos Paz. Luego
llegaron Blanco y negro, Calafate, Cuesta
abajo y No necesitamos de nadie.
Su largometraje debut, junto a Bruno
Stagnaro, llegó con una de las películas que marcaría un antes y un después
en el cine argentino: Pizza, birra, faso,
la historia de unos jóvenes marginales mostraron
En 2001 filma Bolivia con la que se da a conocer en
varios festivales internacionales y un año después confirma su gran talento con
Un oso rojo. En televisión, mientras
tanto, se destaca con series como Tumberos
y Disputas. En 2006 dirige Crónica de una fuga, ambientada en la
dictadura militar argentina. En 2010 estrena el film Francia y la serie Lo que el
tiempo nos dejó. Un año después es el encargado del documental sobre Néstor Kirchner. En 2013 llegó su film
más criticado: Mala, pero se recuperó
con la serie El marginal. Su último
film es El otro hermano, mientras
que en televisión fue parte de las series Sandro
de América, Apache, la vida de Carlos Tévez y Puerta 7.
FICHA TÉCNICA
Título original: Bolivia
Año: 2001
Duración: 82 min.
País: Argentina
Dirección: Israel Adrián Caetano
Guion: Israel Adrián Caetano. Historia: Romina
Lanfranchini
Música: Los Kjarkas
Fotografía: Julián Apezteguia (B&W)
Reparto: Freddy Flores, Rosa Sánchez, Óscar Bertea,
Enrique Liporace, Marcelo Videla, Alberto Mercado, Héctor Anglada