Programa
65 (18-07-2014)
EDITORIAL
Cuando ya no exista fe ninguna sobre el
porvenir, cuando mi destino esté atado a la invisible madre de las suertes y no
queden ya migajas de recuerdos nobles entonces recurriré a obrar, con los ojos
cerrados de ira, en pos de distribuir el caos con justicia. Es que serán los
rezagos de fuerza que me queden luego de asistir al funeral de cada uno de mis
sueños los que guíen mis actos. Allí en la peor de mis pesadillas, aquella que
no permite que uno despierte aun concretándose la interminable caída a la nada,
seré una sombra asesina dentro del halo verde de la vorágine urbana.
Y si de algo sabe esta ciudad es de
albergar, cruelmente, sombras y sombras. Esta tan odiada, querida y necesaria
Buenos Aires no perdona ni tiene perdón en su afán de repartir sus miserias y
riquezas. Hospeda en sus rincones a los ricos y pobres quienes mezclan el amor
y el odio en una esquina cualquiera del microcentro. El Obelisco parece ser lo
único inmutable y testigo pasivo de la metamorfosis constante de la suerte de
los sujetos ahí abajo. Se siente seguro allí cuando la inseguridad, real o
ficticia, se pasea como un lobo asesino por las veredas rotas y los empedrados.
Desde aquel lugar siente la extravagancia de los poderosos pasearse por la Avenida
Corrientes, quienes derrochan sus riquezas y dejan caer, quizás con suerte,
alguna moneda.
Entonces aparece sobre la misma avenida la cara del olvido
agradeciendo aquel acto bondadoso, sintiendo luego envidia de la postura de
aquel monumento y haciéndose así nuevamente invisible.
Esta ciudad es la novia cruel que todos
quieren abandonar para siempre pero que sin embargo se hace imposible dejar
porque todos los caminos parecen llevar hacia el centro y ante cada intento un
nuevo vicio que te detiene y te mantiene esperanzado con la aparición de una
nueva posibilidad. Porque así, como cada domingo, hay posibilidad de revancha.
En cada persona, en cada barrio, pequeño mundo de vidas compartidas y esquinas,
también testigos de muerte y vida.
Boedo, Caballito, Flores, Floresta, La
Boca, San Telmo, La Paternal, Agronomía, Devoto, Villa del Parque, Mataderos,
Lugano. Todos dentro de los mismos limites, tan semejantes y diferentes a la
vez. Todos conteniendo a esa gente que se hace masa peregrina en festejos y
reproches allí sobre la Nueve de Julio. Volviendo nuevamente, sin quererlo, al
centro y dándole un nuevo espectáculo al Obelisco que estará a esta altura de
la vida harto de tanto espectáculo humano, pero comprenderá a causa de su
visión experimentada, la falta de fe, las sombras asesinas, la envidia de las
caras olvidadas y las masas peregrinas sobre la avenida. Estoy seguro de que si
pudiera hablar algún día, diría que le parece extraño que algunos crean que
puede existir gente feliz sólo a base de pizza, birra y faso.
Alan Beneitez.
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE PIZZA, BIRRA, FASO
Imágenes que van de acá para allá, de a
poco, empezamos a reconocer ciertos puntos de la Ciudad de Buenos Aires:
Retiro, La Boca, El Obelisco. Marchas y protestas coronan el comienzo del film,
mientras se entremezclan los primeros títulos. Nos familiarizamos al instante
con lo que vemos. Es lo que vivimos en la década de los ´90. Y nos vuelve a
pegar un tiro en el corazón…
Bruno Stagnaro
y Adrián Caetano (uruguayo él),
fueron los principales precursores de eso que se llamó Nuevo Cine Argentino. El punto de partida fue Rapado de Martín Reitman
en 1991. Aunque una serie de cortos denominados Historias Breves, que salió a luz allá por el año 1994 fueron los
que potenciaron que algo nuevo estaba por venir. Además de los directores
anteriormente nombrados, había cortos de futuros grandes directores, como
Daniel Burman (El abrazo partido,
Derecho de familia), Lucrecia Martel
(La ciénaga, La niña santa) y Paula Hernández
(Herencia, Lluvia). Y luego terminó de agrandarse el círculo con directores
como Pablo Trapero (Mundo Grúa, El
bonaerense), Lisandro Alonso (La
libertad), Esteban Sapir (Picado
fino), Alejandro Agresti (Buenos
Aires Viceversa), entre otros.
El film nos irá presentando a estos
personajes que viven como pueden, y roban lo que pueden, generalmente, mandados
por algún patrón. La mayoría de esos atracos, son a pasajeros de taxis, con la
complicidad de los choferes, quienes se llevan la mayor parte del banquete.
Los 5 personajes nos muestran sus caras. El
cordobés, terco y malhumorado, es quizás el más sanguíneo, aunque en el fondo
trata de demostrar ser un pibe de buen corazón. Pablo es sin duda, un líder, el
más reflexivo, el que piensa todo. Por su parte, Frula y Megabom actúan como si
no les importara nada, aunque finalmente veremos que ellos también se la juegan
por sus amigos. En el otro lado de la vereda está Sandra, embarazada del
cordobés y, de quien espera, en vano, que consiga un laburo decente.
Sin dudas, a medida que van pasando los
minutos, el relato lineal nos recordará a las películas del neorrealismo
italiano, con Ladrón de bicicletas, de Vittorio
De Sica a la cabeza. Las actuaciones de actores no profesionales hasta ese
momento (quizás no tanto Héctor Anglada), y el lenguaje utilizado en los
diálogos, le agregan más realidad a la historia. Mientras de fondo se escuchan
cumbia, ese género que empezó a sonar con un hit tras otro, durante esa década,
esta vez, genialmente interpretada por Leo Sujatovich y Bruno Stagnaro.
Y en una bailanta se desarrollará la
batalla final de estos pibes sin ángel, de estas pobres almas que la
convertibilidad, el desempleo, la fiesta de la pizza y el champagne, los viajes
a Miami dejaron sin prácticamente nada. Y seguro esa gente que permitió todo
eso, lo verá desde un cómodo sillón, con la sonrisa atornillada en su cara, sin
ningún resabio de remordimiento. Ellos, sin código alguno, se sorprenderán de
los códigos de estos cuatro delincuentes, que harán todo lo posible, para que
Sandra y su hijo por nacer, busque un futuro mejor, en otro lado.
Los noventa nos dejaron esos resabios que
martillan como bala a punto de salir, en cada uno que lo vivió. Nos dejan el
final de los trenes que fueron privatizaron, las fábricas cerradas, los
jubilados marchando cada miércoles al Congreso. Y nos deja preguntas sin
contestar. Como el final del film, que también nos deja esa pregunta en el
aire, que habrá pasado con ella y su pequeño bebé, como tantos que nacieron en
esa época. Desde lo más profundo, creo que logró reencausar su vida, después de
tantas pálidas, y encontrar un mundo mejor. Siempre, aunque sabemos que es
imposible, buscando encontrar la más imperfecta Perfección…
Marcelo De Nicola
Canción post análisis
También sonaron Los Gardelitos:
Y recordamos que El cielo puede esperar
Y nos despedimos a puro Moscato, Pizza y Fainá
FICHA
TÉCNICA
Título original: Pizza, birra, faso
Año: 1997
Duración: 82 min.
País: Argentina
Director: Bruno Stagnaro, Adrián Caetano
Guión: Bruno Stagnaro, Adrián Caetano
Música: Leo Sujatovich
Fotografía: Marcelo Lavintman
Reparto: Héctor Anglada, Jorge Sesán,
Pamela Jordán, Alejandro Pous, Walter Díaz, Adrián Yospe, Daniel Dibiase, Elena
Cánepa, Tony Lestingi, Rubén Rodríguez, Martín Adjemián
Sinopsis
Cuatro amigos. Una ciudad. Una única
salida... El Cordobés vive con sus tres amigos y su mujer embarazada, Sandra,
en la misma casa. Los cuatro forman una banda de adolescentes marginales, que
pulula por las calles de Buenos Aires, y vive del robo, pero no actúan por
cuenta propia, siempre cumplen órdenes de alguien que les quita la mayor parte
del botín. La filosofía de vida del Cordobés y los suyos consiste en que
mientras no les falte cerveza, pizza y cigarrillos, todo es soportable.
Película
completa
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