Siento
que la oscuridad me ha mantenido a salvo. En ciertas etapas de la vida,
encontré en ella el momento indicado para llenar ese vacío, triste y solitario.
Quizás el silencio sea el arma cómplice de todo esto que llamamos universo, un
mundo repleto de miedos y amenazado por voces que vienen a mentirnos en la
cara.
Durante
ese período, estoy mentalmente en acción. Recuerdo ciertas lecturas
adolescentes, imagino libros desordenados, apoyados sobre una biblioteca que
aguanta estoicamente los embates del tiempo. Inhalo el aroma a lluvia, que
rocía el verde césped recién cortado. Disfruto de ese café como si fuera el
último, mientras los aullidos de los perros anuncian la llegada de una nueva
tormenta.
El
universo se acota magistralmente a una habitación añeja, como sacada de algún
viejo relato de Edgar Allan Poe. Una pequeña bombita de luz que sobresale por
la silueta de un velador, y una cortina que apenas se bambolea entre ráfagas de
viento son los que le dan un poco de vida al cuarto. Las agujas del reloj
marcan sus pasos lentamente, como una gota de agua que cae en la frente,
torturando hasta a los más fuertes.
Muy
rara vez se escucha el eco de un teléfono, que protesta por las molestias
ocasionadas a estas horas de la madrugada. Se prenderán algunas luces, de fondo
ciertas voces decodificaran el código, y luego los pasos ralearan hasta morir
nuevamente en el silencio.
Los
primeros rayos de sol confirman la llegada de un nuevo día. Empiezan a aparecer
las mismas caras de siempre, disfrazadas de enfermeros, médicos, personal de
limpieza y pacientes. Recorreré el mismo pasillo, como hace años. Ya de frente
a la ventana, noto que las hojas de los árboles están cayendo de a poco. Miro
el estacionamiento, y hoy el auto rojo está delante del gris, como no pasaba
hace meses. Sonrío internamente cuando pienso que soy el único que se dio
cuenta de ese ínfimo detalle.
El
día transcurre en soledad, siempre demasiado ausente como para estar vivo. Años
que pasan mirando como todo gira a mí alrededor, sin poder hacer nada para
cambiarlo.
Como todos los martes, espero la llegada de ella, quizás la única
persona capaz de generar una especie de ida y vuelta en este mundo
plastificado. Como muchos de nosotros, apuesto a la receta simple del corazón
para despojarme de misterios no descifrados. Su sonrisa será inconmensurable
como siempre, su voz cálida y su mirada sincera, demasiado extraño para los
ojos de hoy. Deseo fervientemente levantarme de un solo salto y gritar a los
cuatro vientos lo que siento, pero una vez más, será sólo en mi mente. Entiendo
aunque no quiera que solo soy un simple número que vaga sin rumbo, un cuerpo
dedicado a sobrevivir a medicaciones y experimentos triviales en busca de una
solución imposible. Pero apostaré las pocas fichas que me quedan en la ruleta
del amor, como la más nimia esperanza de transformar la oscuridad en belleza.
Una belleza pura, sin códigos de barra ni impuestos a la felicidad.
La
noche otra vez empieza a tomar el control. El cuarto aparecerá nuevamente, más
pequeño que ayer, pero igual de sombrío. La dictadura del silencio ejercerá
presión una vez más, para intentar acallar los sueños. El sonido de las
campanas de la iglesia me invita a escapar a mi mundo personal, pensando que
alguna vez conoceré el sabor de dormir en un aletargado viaje a la eternidad,
para poder encontrarle un sentido al placer de despertar…
Marcelo
De Nicola.-
Canción post editorial
IMPRESIONES PARA
DESPERTARES
¿Hace
cuantos siglos no caminas por estos jardines como aquel dios que alguna vez
fuiste? Tu paso era el de una pantera, preciso y elegante y recorrías la
virginidad de la tierra como un amante celoso. Conocías el viento y las nubes.
Sabias de los mares y de los ríos. Cada planta, cada árbol erguido dialogaba en
profunda armonía, susurrándole al viento sus sabidurías ancestrales. Eras el
pájaro y eras la serpiente. Eras la manzana roja del árbol. Ardías como el sol,
aun sabiendo que también eras la pálida luna. Pero un día la noche fue
realmente oscura y la pesadilla del universo bailo su danza sacudiéndote con un
espasmo infernal. Aquella unión con la tierra, esa conexión delirante con el
todo, se quebró en un estruendo espantoso y el manicomio del mundo, entonces,
abrió sus puertas al mito. Esquizofrenias y paranoias nombraron tus miedos,
tallaron tus culpas y condenaron tus movimientos bajo la crueldad del castigo.
Primero laceraron tu cuerpo y luego el odio fue tal, que el morbo busco aún más
profundo hasta llegar a tu esencia: tu libertad. Las estrellas opacaron su
brillo por pudor. La naturaleza se petrificó en un silencio poético y las
montañas y las aves guardaron así sus secretos para siempre.
Llegó entonces la
ausencia, el abrumador silencio, la fría distancia que ofrece lo acumulado, el
adormecimiento del instinto, la fatal muerte de los sentidos. Un día, en un
aberrante descuido, un soplido apagó para siempre la locura de nuestra fiesta.
Tu cobardía fue la verdadera patada en el culo que nos alejó para siempre de
nuestro paraíso, de aquella bella llama que ardía y se gobernaba sin leyes ni
amos. Fue en aquel momento, en aquel angustioso instante donde condenamos
nuestras vidas al fatídico intento de la búsqueda de un imposible: dejar de
estar solos. Y de aquello también huirá desesperadamente Leonard, aquel
personaje interpretado con maestría por Robert
De Niro, aquel paciente que plasmará su lucha en la curva dramática del
film “Despertares”. El relato se
estructurará en una rigurosa linealidad, narrando la enfermedad de Leonard
desde su aparición en la niñez hasta su trágico desarrollo en su edad madura.
El punto de ataque del film será la aparición casual de un médico al que le
otorgan forzosamente un trabajo para el cual está poco calificado. Será el
Doctor Sayers, cuidadosamente interpretado por Robin Williams, el encargado de desempolvar aquello que todos
quieren olvidar, será Sayers, “el que dice” en su traducción a la lengua
hispana, el encargado de traer a la luz aquello callado y olvidado: la angustiosa
soledad en la que decidimos morir nuestros días.
Sayers logrará a través de un
tratamiento experimental, traer de vuelta a sus pacientes, los cuales sufren la
terrible enfermedad de haber quedado paralizados en sus movimientos y detenidos
en el recuerdo de un instante de sus vidas. Allí, en la parálisis y en los
recuerdos, estará escondida la gran metáfora de esta cinta. Despertares, vendrá
a contarnos sobre aquel paraíso perdido en donde éramos dioses, sobre aquellas
tierras que hoy son el asfalto muerto por donde paseamos nuestras ausencias,
por donde desfilamos sin pudor todos nuestros miedos, caminando con paso firme
el monótono recorrido hacia la nada. Volver a la vida sin la posibilidad de
apoderarse de ella es tal vez la peor de las estafas. Abrir los ojos para
entender que luego del otoño ambos hemos tenido los mismos míseros logros es,
ante todo, desalentador. La promesa de un nuevo sol, no curará jamás nuestras
penas. Moriremos con nuestra soledad intacta, de eso podemos estar seguros.
Quien les habla, mientras espera la sorpresiva llegada de aquel barco de velas
negras, ha decidido buscar el recuerdo de aquel paraíso perdido en cada beso,
en ciertas miradas, en las efectivas caricias de las pequeñísimas manos de
cierta morocha, en el sabroso desconcierto que convida el perderse en aquel
ápice vertiginoso del ahora. Solo en esos frágiles descuidos del mundo
encontraré aquel reflejo de cuando era mi soberano.-
Lucas
Itze.-
Canción post impresiones
Silencio entonces idiotas, silencio entonces no...
UNIVERSO MARSHALL
Nacida
en Nueva York en 1942, Penny Marshall
empezó como actriz en diferentes series estadounidenses, entre las que se
encontraban The Odd Couple y Laverne
& Shirley. En el cine trabajó en una de las primeras películas de
Spielberg: 1941.
Su
debut en la dirección fue con un clásico de los 80: Jumpin´ Jack Flash, una comedia donde Whoopy Goldberg trabaja con
ordenadores, y recibe un mensaje de un desconocido, cuando lo descodifica, se
ve envuelta en una trama de espías y asesinos, y tiene que huir para salvar su
vida. Uno de los primeros films donde aparece algo que hoy en día es algo
rutinario: el chat online.
En
1988 dirigió una de sus películas más reconocidas: Quisiera ser grande, el papel que le dio la fama internacional a
Tom Hanks, que cansado de ser un niño, pide como deseo en un juego ser mayor, y
al otro día el deseo se le ha cumplido.
Luego
del gran éxito que significó Despertares, siguió con las comedias para toda la
familia como cuando filmó en 1992: Un
equipo muy especial, film situado durante la Segunda Guerra Mundial, época
en el cual el béisbol estaba a punto de desaparecer. Para eso se crea un equipo
femenino, pero se tendrán que enfrentar a un ebrio Tom Hanks, el entrenador del
equipo. Con Geena Davis y Madonna.
En
1994 filma Un poeta entre reclutas, donde Danny De Vito es un publicista que
acaba de ser despedido, y solo consigue trabajo como profesor de educación
general de un grupo de inadaptados soldados. Debut de Mark Wahlberg en el cine.
Dos
años después filma La mujer del
predicador, con Denzel Wahington y Whitney Houston, la historia de un
reverendo en crisis que pide a Dios que le ayude, y le aparece un angel llamado
Dudley, que traerá más problemas que soluciones.
Su
último film fue en 2001, Los chicos de
mi vida, que significó el papel con el que Drew Barrymore volvió a los
primeros planos actorales. En el film es una chica que quiere ser escritora e
irse a vivir a Nueva York, pero también es una adolescente rebelde loca por los
hombres. En una fiesta conoce a Ray, alguien que no tiene todas las luces, y
meses después, se enterarán que serán padres, y les cambian los planes a ambos.
Homenaje a Bowie...
Es hora de volver a mi...
FICHA TÉCNICA
Título
original: Awakenings
Año:
1990
Duración:
121 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Penny Marshall
Guión:
Steven Zaillian (Libro: Oliver Sacks)
Música:
Randy Newman
Fotografía:
Miroslav Ondricek
Reparto: Robert De Niro, Robin
Williams, Julie Kavner, Ruth Nelson, John Heard, Penelope Ann Miller, Alice
Drummond, Judith Malina, Barton Heyman, George Martin, Anne Meara, Richard
Libertini, Steve Vinovich, Bradley Whitford, Max von Sydow, Peter Stormare, Vin
Diesel
SINOPSIS
A
finales de los años sesenta, el doctor Malcolm Sayer (Robin Williams), un
neurólogo neoyorquino, decide utilizar un medicamento nuevo para tratar a sus
pacientes de encefalitis letárgica, enfermedad que priva de las facultades
motoras a las personas que la padecen hasta reducirlas a un estado vegetativo.
Poco a poco empezará a manifestarse cierta mejoría en los pacientes,
especialmente en Leonard Lowe (Robert de Niro).