EDITORIAL
Crucé la línea de fuego.
Palpita, aun, mi corazón herido de sorpresivos perdigones. Busco con la mirada
mis manos y allí están. Desearía no poder verlas y, sin embargo, se muestran,
laten incómodas, me dicen que algo no está bien. Intento sobrellevar ese momento
refugiándome en la tibieza de algunas páginas que me enseñan lo necesario que
son aquellas heridas. Intento purgar mi sangre en la muerte lenta de mi
bolígrafo pero la tristeza reniega ante la escasez de la tinta y entonces me
hundo. Pruebo con apagar la luz y lo logro. Aquella habitación oscura me
recuerda esas manos generosas que abandoné en una marea de recursos inútiles y
lloro ante la certeza de saberlas inalcanzables. Pude haber arañado dos latidos
más. Lo sé. Pero ya las puertas de este cementerio cargado de víctimas del
egoísmo se encuentran cerradas. Quien pudiera ser héroe manco en la oscuridad.
Quien pudiera resucitar aquel instante de gloria en la noche. Yo no puedo. Por
eso volveré a observar mis manos. Y si dejan verse, esta vez no habrá
salvaciones, solo un adiós a tiempo.
Seguramente vuelva a despertar tarde y
saldré corriendo a la calle a treparme a aquella nave hastiada de gente sin
calma. Llegaré tarde a los reproches que recibo a diario. Caminaré las mismas
cuadras una y otra vez con los 90` sobre mi espalda y saldrán mis lágrimas
ignorantes acusando a los malditos años que ataron mi mente a la perdición de
lo concreto. Estas manos, condenadas a posarse en el plástico elaborado,
querrán estrellarse contra la mandíbula más firme del bar para enseñarme que
acostarse sobre el tiempo puede doler demasiado. Pero ya no más. La neblina de
una nueva mañana se borrará alguno de estos días y por fin veré a mis manos
brindar por el nacimiento de un nuevo olvido. Por un hasta luego a aquella austeridad
clarificadora. Por una canción más junto a mi profesor de la lucha por la vida.
Las veré convidarle un vaso a la sombra que acecha mi existencia para luego
invitarla a matarnos en la calle. Me iré y quedará para siempre el eco de estas
manos jugando con la vida secreta de las palabras…
Alan Beneitez
Canción elegida para la
editorial
IMPRESIONES
PARA LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS
Alguna vez Oscar Wilde nos desafió diciendo: “Dame
una máscara y te diré la verdad”. Intentamos, vanamente, huir del dolor,
convenciéndonos de pasados apócrifos, fingiendo presentes improbables,
proyectando futuros que nos traicionan al doblar la primera esquina.
Transitamos por aquellos caminos ficticios a merced, quizás, de uno de los
miedos más temibles y espantosos. No hablo de otra cosa, sino del temor de que
aquella mascara caiga y nos descubramos, finalmente, unos impostores. Para
acercarle tranquilidad al que esté del otro lado, este que les habla, tuvo la
prudencia de servirse de otras mascaras por si tal deshonroso acontecimiento
sucediera. Después de todo, quizás la gente no sea más que eso, un devenir de máscaras
cayendo, una continua narración de excusas y mentiras, cuyo punto final se
escribirá aquel día en que de una vez y para siempre, nos olvidemos de nosotros
mismos.
A pesar de todo aquel extenuante esfuerzo, más tarde o más temprano, el
dolor encontrará nuestra puerta. Reconocerá nuestro olor detrás de todo el
maquillaje. Danzará a nuestro lado, en aquella comparsa lúgubre y colmará de
invierno todo nuestro bosque. Caeremos lentamente en la oscuridad de nuestra
noche, como una hoja que se despide de su rama. Abrazaremos a nuestros
tertulianos, en aquel liberador ritual del llanto. Sufrientes de finitud,
espantados de tiempo. Lloraremos con fuerza, con el mismo temor de Hanna de no
poder parar de hacerlo nunca más, y así colmar la habitación y ahogarnos junto
a nuestro acompañante. Hanna, aquel personaje, que como cualquiera de nosotros,
construyo sus máscaras para huir de sus sombras. La vida Secreta de las
Palabras, tendrá una estructura narrativa clásica, respetando los tres actos
aristotélicos. Su primer acto, hablo de aquel en el que el guionista se ocupa
de presentar a su personaje y el conflicto, será preciso. Veremos un comienzo
en donde Isabel Coixet, directora del film, nos dará la información a través de
una gran variedad de recursos, todos ellos interesantes. Hanna, y esto se
extenderá a casi todo el film, narrará no por lo que dice, sino por lo que
calla.
Allí, en su silencio, arderá su infierno. Veremos, sí, sus máscaras, sus
rituales, aquella rutina ineludible, único ancla para encontrar su eje y poder
seguir adelante. Coixet metaforizará sus locaciones y trabajará aquellas
imágenes retóricas desde el encuadre. Será en ese mismo primer acto, donde la
directora nos anticipará el derrumbe que transitará la protagonista con el
correr del drama. La veremos salir del trabajo, luego de que la invitaran
amablemente a tomarse vacaciones. Caminará hacia su casa. Ella pasará y de
fondo se verá incrustado en la tierra, un enorme casco de barco oxidado, la
cámara la acompañará en un travelling horizontal hasta detenerse y dejar en
cuadro un montículo de escombros. El personaje continuara caminando y saldrá
por derecha de pantalla. Luego de unos segundos, fundirá a negro. El mismo
juego de imágenes se repetirá al final del film. El fuego que todo lo quema,
quizás convierta en una suerte de infierno aquel escenario solitario y lúgubre
que es la base en donde transcurre el segundo acto del film. Allí aparecerán
nuevos personajes, todos ellos sin nada que perder, sin nada que ganar. Tan
estancados como aquel barco que nos hizo pensar en Hanna. Cada uno tendrá su
pena y parecerá estar purgándola en aquel sitio olvidado, en aquel lugar sin
tiempo ni espacio. Cada uno se jactara de su silencio, y como Hanna, nos
contaran sobre ellos sin hacerlo. Finalmente, Hanna hablará y nos contará la
historia más triste del mundo. Y lo hará de la peor manera, desde la ternura.
Algunas barreras se destruirán convirtiendo ciertas angustias en escombros,
dejando infinitas lágrimas. Creando tal vez, nuevas máscaras para mantener
lejos esa tristeza.-
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
Cuentan que cuando un
silencio
aparecía entre dos
era que pasaba un ángel
que les robaba la voz.
Ella hizo un pacto de
sangre
a pesar de mí
No tengo que volver
sangre en la calle, calle
UNIVERSO
COIXET
Nacida en Barcelona,
estudió Historia Contemporánea en Barcelona, pero fue su trabajo como
periodista en la revista Fotograma la que la hizo acercarse al mundo del cine.
Su primer corto fue
titulado Mira y verás y fue rodado
en el año 1984. Con solo 24 años ruda su primer largo en 1988: Demasiado viejo
para morir joven. La historia de dos amigos que se ganan la vida como pueden,
siendo mensajero y taxista, respectivamente.
En 1996, ochos años
después viaja a Estados Unidos para realizar su segundo film: Cosas que nunca te dije, una historia
de amor que tuvo excelentes críticas y fue elegida la mejor película española
del año.
Dos años después se
interna en el Siglo XVII para filmar A
los que aman, otro drama romántico que no tuvo el mismo suceso que el film
anterior.
En 2003 dirige el
documental Viaje al corazón de la
tortura, donde la directora se dirige a diferentes países para entrevistar
a víctimas de la tortura.
Ese año dirige Mi vida sin mí, la historia de una
joven con una enfermedad terminal que decide elaborar una lista de las cosas
que quería hacer antes de morir. El film tuvo excelentes críticas en todo el
mundo.
En 2004 participa en el
documental Hay Motivo, sobre una
crítica al Partido Popular español y luego filma La Vida secreta de las
palabras.
En 2006 forma parte del
homenaje a Paris en Paris Je T´aime
y un año después rueda otro documental titulado Invisibles, junto Wim Wenders,
Fernando de Aranoa, entre otros. El segmento de Coixet habla sobre el Mal de
Chagas.
Vuelve a la ficción en
2008 cuando filma Elegy, con Ben
Kingley y Penélope Cruz, volviendo nuevamente al amor, esta vez entre un
profesor y una alumna.
Su amor por Japón la lleva
a filmar en 2009 Mapa de los sonidos de
Tokio, acerca de una asesina a sueldo interpratada por Rinko Kikuchi.
En 2010 vuelve al
documental al hacer un corto titulado Aral,
el mar perdido, sobre el cada vez más desierto mar de Aral.
Sigue con documentales en
los años siguientes, primero con Escuchando
al Juez Garzón, en una entrevista al juez hecha por un periodista, y luego
con Marea Blanca, sobre unos
trabajadores que fueron a limpiar vertidos tóxicos que dejó un petrolero
hundido.
En 2013 dirige Mi otro yo, un thriller sobre una chica
que es perseguida por otra que tiene sus rasgos idénticos, y además quiere
apropiarse de su propia vida.
También dirige Ayer no termina nunca, un film ubicado
en una España hundida en crisis y el reencuentro de una pareja cinco años
después de perder a su hijo por una negligencia hospitalaria por culpa de los
recortes.
En 2014 filma Aprendiendo a conducir, la historia de
una mujer en crisis matrimonial y decide sacar su carnet de conducir. Su profesor,
es un hindú que está con los mismos problemas que ella…
Este año se estrena su
último film: Nadie quiere la noche,
donde una mujer rica va al Polo Norte para encontrarse con su marido explorador
y la acompaña una humilde esquimal. Ambas tendrán que unirse para sobrevivir a
las bajar temperaturas. Con Juliette Binoche y Rinko Kikuchi.
Todos somos estrellas
Nos vamos desvaneciendo
Solo trata de no
preocuparte
Nos verás algún día
Solo toma lo que necesitas
y sigue tu camino,
Y deja de hacer llorar a
tu corazón...
Como un borracho necesita
un bar
como un preso libertad te
necesito.
como un mendigo un poco de
pan
como un ciego imaginar te
necesito.
y que más , y que más
y que más por este amor
¿Dónde habrá luz en la
ciudad?
capaz de iluminar tus
sombras
¿Qué habrá detrás de tanta
crueldad?
podrán desactivar las
bombas
Somos fantasmas peleándole
al viento.
FICHA
TÉCNICA
Título original: La vida
secreta de las palabras (The Secret Life of Words)
Año: 2005
Duración: 120 min.
País: España
Director: Isabel Coixet
Guión: Isabel Coixet
Música: Varios
Fotografía: Jean-Claude
Larrieu
Reparto: Sarah Polley, Tim Robbins, Javier Cámara, Sverre Anker Ousdal,
Steven MacKintosh, Julie Christie, Eddie Marsan, Christine Inge, Daniel Mays,
Dean Lennox Kelly, Danny Cunningham, Emmanuel Idowu, Reg Wilson, Leonor Watling
SINOPSIS
En una plataforma
petrolífera, aislada en medio del mar, donde sólo trabajan hombres, ha ocurrido
un accidente. Una mujer solitaria y enigmática que intenta huir de su pasado
(Sarah Polley) va hasta allí para cuidar de un hombre (Tim Robbins) que se ha
quedado temporalmente ciego. Entre ambos nace una extraña intimidad, llena de
secretos, verdades, mentiras, humor y dolor. Ninguno saldrá indemne de esta
relación que marcará sus vidas para siempre. Una película sobre el peso del pasado.
TRAILER
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