SINOPSIS
'Tú, pero mejor en todos los sentidos'. Esa es la
promesa, un producto revolucionario basado en la división celular, que crea un
alter ego más joven, más bello, más perfecto. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Desde siempre, hemos crecido con estereotipos no sólo de belleza sino de diferentes doctrinas. Por sexo, raza o religión nos han querido adoctrinar hasta el hartazgo. La década del ´90 y la globalización contribuyeron a generar esa falsa idea de felicidad. Las supermodelos aparecían entonces como los ejemplos a seguir. Las publicidades sobre la pérdida de peso a base de pastillas de dudoso procedimiento, aumentaban cada día más. Situación que llevó a la aparición con más frecuencia de enfermedades como bulimia o anorexia. La televisión mostraba cuerpos esbeltos, llenos de pómulos inflados y máscaras en rostros de lo que alguna vez fueron. Las operaciones empezaron a sucederse y los cirujanos se llenaron de plata. El snobismo se transformaba en algo turbio pero duradero. Había que pertenecer al mundo del boliche del momento y el champagne rodeado de las noches más excéntricas. La vejez empezaba a ser un crimen. A ciertas edades ya tenían la etiqueta de descartable. El nuevo siglo trajo ciertos cambios y también nuevos estándares de belleza. Por fin todo empezó a cuestionarse. Pero duró un suspiro. Llegaron las redes sociales y todo lo que estaba oculto bajo la alfombra, salió a la luz. La basura se diseminó por todos lados. La exposición se transformó en algo constante y los filtros empezaban a ocultar las verdaderas caras. Y eso contribuyó también a los discursos de odio. Cualquier persona puede opinar de cualquier tema desde el más absoluto anonimato. Una cacería de brujas virtual que empezó a modificar las realidades de los seres humanos.
La búsqueda de likes se transformó en un objetivo inmediato. Y la
rapidez del consumo, donde veo todo, pero nada al mismo tiempo. Videos de cinco
minutos pasaron a ser eternos, mientras la lectura comprensiva empezó a brillar
por su ausencia. Copiar y pegar sin buscar un mínimo argumento. Entonces… ¿Qué
aprendimos de los errores del pasado? Absolutamente nada. Los viejos siguen
siendo descartables, los que tienen plata volverán a intentar rejuvenecerse de
alguna manera y los que quedan entraran en un limbo hasta que hayan cumplido su
función en este mundo. Mientras tanto, los jóvenes bregarán por lo individual
por sobre lo colectivo y el grito de “sálvese quien pueda” empezará a ser
moneda corriente. El cuerpo seguirá siendo objeto de consumo, de burla y de
análisis misóginos, por partes de cualquier sexo, porque la crítica está a la
orden del día. ¿Seremos capaces algún día de mirar con los mismos ojos a todo
el mundo? ¿Llegará el día que la tecnología sirva para que el planeta no se
vuelva tan individualista? ¿Podrán los seres especiales, esos que más sufren
esa falta de empatía, ser felices en esta condenada sociedad? Seguimos teniendo
la esperanza de que todo mejore, aunque desde los más altos cargos
gubernamentales estén empeñados en demostrar lo contrario. Quizás sea hora de probar una
nueva sustancia que nos libere de esta hipocresía maldita…
Marcelo
De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
PARA LA SUSTANCIA
Hemos aprendido, no sin algo de dolor, que el tiempo es el peor enemigo del deseo. Lo hemos aprendido porque el tiempo ha pasado para nosotros también. Aquel tipo que el lunes por la mañana se miraba al espejo desafiante, mientras engominaba su pelo, que perfumaba sus ambiciones con pequeñas gotitas de algún perfume francés, que vestía su traje con una actitud positiva, con determinación y entusiasmo, que acomodaba su corbata con una confianza imbatible y se miraba al espeje orgulloso por su capacidad de adaptación y su certero liderazgo frente a cualquier grupo; el miércoles es el mismo que desayuna un antiácido, se mira al espejo con cierta culpa, con algún dejo de vergüenza, tal vez con algo de asco y empujado por un fuerte conformismo, intenta alisar la camisa con la palma de su mano y desplazar su triste humanidad hasta el transporte público. El tiempo trabaja sobre el deseo adormeciéndolo, acostumbrándolo, domesticándolo. Pasan los años y nuestros deseos se acomodan traicioneramente a nuestras falencias. Está claro que el deseo no se cumple, no es su objetivo. No es una necesidad que haya que satisfacer por cuestiones biológicas. En el siglo XVII Spinoza escribió que el deseo es la esencia del hombre. Por su naturaleza infinita, es quizás lo que mejor nos caracteriza, pero sobre todo, es lo que mueve nuestras vidas.
Podríamos hablar entonces de una realización semántica del deseo, de una realización de sentido. Podemos pensar en el sueño como una consumación del deseo pero de manera inconsciente. Prefiero quedarme con la idea de sentido que quizás se aproxima más al mundo vivido, al consciente, al universo de palabras que nos rodea. Ese deseo, que se fue construyendo como huella mnémica durante nuestra vida, que fue moldeado por nuestros traumas, por distintas situaciones que atravesamos, envejece de la manera más traidora. Sigue cumpliendo con su deber utópico de ayudarnos a seguir caminando, a seguir intentando alcanzar aquel horizonte imposible, pero, entendiendo cruelmente las falencias de nuestros cuerpos, nos lleva a ir a menos, a conformarnos con menos, a naturalizar ese menos para que el desencuentro con lo real, con lo bello, ya no sea tan fatal. Un amigo de esta casa escribió alguna vez: mi mentira de amor vale más, que el horror que usted llama verdad. Uno llega a cierta edad en donde reconoce con alguna amargura que aquella mujer que siempre le había parecido deseable hoy ya no lo es. Automáticamente cae sobre nosotros, y ya con amargura plena, la insoportable idea de que uno mismo ya no es tan deseable como solía serlo. Y es allí cuando la traición, el engaño, cuando la trampa se hace carne. Es exactamente allí cuando el deseo deja de apuntar a aquello que nos resulta más bello para conformarse con lo que hay, con aquello que solamente ha notado nuestra existencia, o simplemente ha sido amable con nosotros. Sepan ustedes, aquellos y aquellas que están del otro lado, que quienes hacemos este programa cultivamos todos los días la convicción de seguir fracasando con aquello que nos resulta más bello antes que anotarnos un poroto miserable con lo que tengamos a mano.
Creo que allí se diferencian los caminos. Creo que según como uno resuelva aquel dilema la vida tomará un sentido u otro. El film La Sustancia de la directora Coralie Fargeat trabajará este tema de manera cruda y salvaje. Hay veces que uno debe dejar la sutilidad de lado y enfrentar ciertas verdades (de haberlas) con la ferocidad y claridad que el concepto a debatir requiere. La Sustancia requiere de aquel salvajismo del que la directora se sirve para narrar una historia. Hablará durante algo más de dos horas, sobre un tema ya tratado varias veces en el cine pero siempre de manera poética (o tal vez desde un punto de vista teórico) pero jamás reflejando la crudeza sobre el cuerpo de quien lo padece. El film tratará varios temas relacionados con el cuerpo femenino, el paso del tiempo, el concepto de belleza y su relación con la continuidad laboral. Todo sucederá en Hollywood, la gran picadora de carne de artistas, el gran sueño para el trabajador audiovisual, pero también su gran pesadilla. La cinta hará excelentes referencias a otros films, ya sea desde la similitud de planos, la temática o directamente, la repetición de escenarios y arte. Estaremos frente a una película profundamente Lyncheana. Se respirará su atmosfera, habrá personajes secundarios que hasta podríamos ubicarlos en la cafetería de Mulholland Drive o tal vez de Twin Peaks. De hecho todo el film será un extraño homenaje a El crepúsculo de los dioses del director Billy Wilder, película que retomará David Lynch para realizar la ya mencionada Mulholland Drive. Por supuesto estarán las referencias a nuestro querido Stanley Kubrick, desde los escenarios, desde la presencia de ciertos personajes, habrá también menciones claras a El Resplandor y 2001 odisea del espacio.
En este punto la directora disentirá con la síntesis alcanzada a través de la tesis planteada por el director la cual
refiere directamente al Zaratustra
Nietzscheano, según la cual refiere que el hombre es un puente hacia el
superhombre hacia el salvajismo, hacia el niño. Todos recordaremos el final de 2001 odisea del espacio graficando en
imágenes esta idea. La directora Fargeat
llegará a una síntesis similar, pero la superación de lo humano la ubicará
también en la vuelta al salvajismo pero no de la mano del niño sino de la
bestia. Allí estará su conclusión. Su tesis
bien podría ser Hollywood, o tal vez el mundo, tolera a la mujer hasta cierta
edad, o también, la belleza es lo que te da felicidad; la antítesis podría enunciar que la ciencia puede devolvernos
aquella juventud perdida, y claro, la síntesis
podría ser que buscando la juventud, la belleza eterna, el ser tiende a la
bestia. El relato en cierto momento virará al género Gore y allí comenzará la preponderancia de primerísimos primeros
planos y planos detalles. Aparecerán también los homenajes a David Cronenberg y a nuestro
queridísimo Tarantino, rememorando
aquella escena inolvidable de la jeringa de adrenalina clavándose en el pecho
de Uma Thurman. Es interesante
recordar, para transitar la curva dramática propuesta por el film, la idea que
maneja la filosofía del termino sustancia,
según la cual esta es la parte más esencial
de una entidad, aquello que existe por sí mismo y que soporta accidentes y
atributos. Algo de esto deberemos tener presente durante el relato. Podemos
preguntarnos también lo siguiente: si nuestro aparato psíquico tiende al
placer, ¿por qué se da entonces la repetición de lo penoso, de aquello que nos
causa dolor? Una posible respuesta tal vez sea que en aquella pena hay también
una ganancia de placer pero de otra índole. Recordemos aquí la idea del masoquismo o la famosa alegoría del amo y el esclavo de Hegel, ambas trabajadas hace algunos
programas atrás. En el dolor, entonces, también habrá goce, también existirá
placer. Quizás el gran dilema moral que plantea el film será el siguiente: ¿Cuánto
dolor estamos dispuestos a soportar para satisfacer nuestro deseo?
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO
FARGEAT
Nació el 24 de noviembre de 1976 en París, Francia. Estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París y después estudió en La Fémis, una escuela de cine en París. Mientras estaba allí, fue seleccionada para participar en Atelier Scénario, un taller de escritura de guiones de un año. Mientras asistía a La Fémis, Fargeat y su grupo de amigos directores crearon un colectivo llamado La Squadra, donde todos intentaron crear y editar sus largometrajes juntos, enfrentando dificultades similares ya que cada uno quería crear películas de horror. Su primer cortometraje fue El telegrama del año 2003. En 2014 estrenó otro corto llamado Reality + y tres años después salió a la luz su primer largometraje: Revenge, un film gore sobre una venganza tras un abuso sexual. En2024 estrena La sustancia, siendo uno de los films más polémicos y vistos del año.
FICHA
TÉCNICA
Título original: The Substance
Año: 2024
Duración: 140 min.
País: Reino Unido
Dirección: Coralie Fargeat
Guion:
Coralie Fargeat
Reparto:
Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Gire Abrams, Tom Morton.
Música: Raffertie
Fotografía: Benjamin Kracun
PELÍCULA
COMPLETA
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