SINOPSIS
Un viejo
hechicero africano, representante de una tradición secreta imperante en su
etnia, persigue a su hijo para destruirlo -según dice- por no respetar sus
mismos preceptos religiosos. En su huida, las diversas peripecias por las que
atraviesa el joven se convierten en las pruebas de un penoso proceso de
maduración... (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
El viejo bebió la última gota de sangre para terminar con la maldición. Su tribu lo había erigido líder y no debía nunca verse vencido. Allí, en un paraje desértico, el cielo era infinito. Las estrellas nunca morían. El sonar de los tambores marcaban el inicio del ritual. Los olores se mezclaban con algunos bramidos inentendibles. El humo empezaba a enceguecer las miradas. El fuego asumía el control. Mujeres, hombres y niños bailaban a ritmo frenético. Los cuerpos desnudos se tambaleaban de derecha a izquierda. Los pies levantaban polvo en cada salto. Desde arriba, un pájaro observaba todo, sin entender lo que pasaba debajo de sus alas. No era el único que no entendía. Varios asistentes a la ceremonia, tampoco lo sabían con exactitud. Pero tenían que ser parte de la velada. Algunos hundían sus ojos en la arena para no mirar. En el medio, una víctima como objetivo.
Sus huesos parecían estrujarse poco a poco. Su sangre se
mezclaba cada vez más con la arena. Su pulso iba cada vez más en descenso. Su
última palabra casi no había sido oída. Apenas podía balbucear alguna que otra
vocal. El infierno tan temido era su próxima estación. La venganza empezaba a
condimentarse. Diferentes polvos y líquidos se esparcían sobre su cuerpo. El
solo imploraba que sea lo más rápido posible. La traición aparecía como
sinónimo de muerte. La muerte, como sinónimo de espanto. El corazón poco a poco
dejaba de latir. El viejo bebía un sorbo de la última gota de sangre. De la
sangre de un joven al que sus ojos se le empezaban a cerrar. Es la sangre de un
hijo a un padre. Es un padre olvidando ser padre. Es el final de una locura
ancestral. Es la muerte que gana la batalla. Es el alma que se levanta y luego
de varios estallidos, de repente se transforma en luz...
Marcelo De
Nicola.-
Canción elegida
para la editorial
IMPRESIONES SOBRE YEELEN
El fin de año
lleva consigo, casi inevitablemente, la necesidad de una suerte de balance de
aquellos hechos más trascendentes que ocurrieron en el transcurso del mismo.
Aquella ilusión de cierre, un cierre casi administrativo, con olor a caja chica
y a fondo rotatorio, pareciera actuar sobre algunas almas como una especie de
meta a alcanzar. Una meta alcanzada es siempre una esperanza que acciona con
facilidad un doble juego. Por un lado, aparece la satisfacción embriagadora de
lo concluido, aquella delicia indiscutible de la tarea terminada, y por el
otro, la sensación inminente de que ya no somos los mismos. En este sentido, y
entregándonos al juego administrativo del balance final, podemos concluir que
por lejos, hemos tenido años mucho mejores que este 2022 que finaliza. Cuando
menos lo pensábamos, una potencia declara una guerra sangrienta y pone a todo el
mundo a bailar a su ritmo. Un virus mortal nos demuestra que la acumulación de
bienes no asegura de ninguna manera la permanencia sobre esta roca. Todos somos
igual de vulnerables frente a lo desconocido sin importar lo que tu cuenta
bancaria quiera contarte. Una mañana cualquiera nos enteramos que Pablo ya no está entre nosotros, otro
día, nos sentimos muchos más solos y desesperanzados con la ausencia de Hebe. Sentimos un desasosiego inmenso
frente a la perversa impunidad de un imbécil que gatilla en la cabeza de la
referente política más importante de toda
La depresión en la juventud crece de manera insospechada, la vida de todos se llenan de antidepresivos y los medicamentos psiquiátricos pasan a formar parte de los gastos mensuales. Jerry Lee Lewis nos deja y entendemos que con él se va una parte del rock and roll que jamás volveremos a escuchar. La pantalla funde a negro para siempre con la despedida de nuestro hermano Jean Luc Godard. La lista sigue, claro, pero para qué nombrarla. Solo un hechizo lograría hacernos creer que del 31 al primero nuestra suerte podría ser capaz de cambiar. De todas formas el pensamiento mágico sigue instalado en nuestra sociedad a modo de grito ahogado, de botella tirada al mar con melancólica esperanza. Todavía el vecino sigue usando la cintita roja contra la envidia, todavía otros no caminan por las veredas impares para no invocar a los demonios, y nuestro compañero de oficina elige rezar para ganar un mundial. Quebrar la relación causa/efecto inspira siempre cierto sentido de libre albedrío, cierta libertad instalada allí lejos en el futuro. Pero lo cierto es que el destino está más escrito de lo que nosotros creemos y la pluma que lo sentencia no es otra que la de la ciencia. Hermoso seria que un jarrón se cayera al piso aquí en Argentina y un cerezo naciera en Okinawa, que una mariposa se pose en una flor naranja para que el verso de un poema se complete. Bien sabemos que el universo, en toda su inmensidad no funciona de esa manera. Dios, o sea, la naturaleza; y aunque lo desconozcamos, la naturaleza tiene sus propias reglas. Decía nuestro amigo Spinoza, que la realidad se expresa de infinitas formas, pero que el ser humano solo la capta con dos: extensión y entendimiento, cuerpo y alma. Somos minúsculos frente a una totalidad infinita. Yeelen, aquel maravilloso film del director africano Souleymane Cissé, desarrollará su propuesta dramática en aquel plano mágico donde el binomio causa / efecto se rompe y la vida, entonces, se sucede en un marco incomprensible para aquel hombre de Spinoza de sensibilidad acotada. Soma, padre de Nianankoro, tendrá una visión donde su hijo lo mata, es por ello que el hijo escapará del alcance de su padre para salvar su vida.
El film nos recordará a la maravillosa cinta de Pier Paolo Pasolini, Edipo Rey, no solo
por el tipo de historia narrada, sino también por la estética elegida para
contar el relato. La estructura trabajada por el director, productor y
guionista de la obra, será aquella clásica descripta minuciosamente por Joseph Campbell en su libro El Héroe de las mil caras, psicoanálisis
del mito. Campbell llegará con
su trabajo a la conclusión de que hay una estructura en ciertos tipos de
relatos mitológicos que se repiten de manera casi idéntica. Un héroe abandona
el mundo ordinario para enfrentarse a un adversario y regresar a su hogar
renovado profundamente como persona. Pensemos unos instantes en cuantas
películas conocemos cuya trama se adapte a esta estructura. Campbell ira más profundo en su
análisis y describirá 12 etapas de transición realizadas por el héroe. Nos
hablará que el relato comenzará mostrándolo en el Mundo Ordinario; que habrá una Llamada
a
El film manejará una fotografía pocas veces vista en el cine africano. Habrá un cuidado notorio en las puestas de cámaras, en la elección de las paletas de colores, habrá una intención clara en los encuadres realizados. El héroe deberá enfrentar su destino, porque tal como reza todo manual de construcción del guión, si el conflicto dramático está armado correctamente, el protagonista no podrá escapar jamás a su enfrentamiento con la desestabilización de la armonía aparente. La resolución del conflicto dramático de Yeelen se dará en aquel mundo mágico de significaciones rotas, de palabras poderosas y figuras intimidantes. Al principio de la charla, hablábamos de que solo un hechizo podría salvar nuestro año. Hace algún tiempo, le preguntaron al mago Luis Piedrahita, quién creía él que era el mejor mago. Sin dudarlo un instante contesto con firmeza: Derek DelGaudio. Explicaba Luis que el mago Derek ejerce una magia completamente distinta a la vista hasta el momento y dio para graficar su argumento el siguiente ejemplo. Alguna vez DeGaudio realizó la siguiente magia en uno de sus shows: el mago anunció que haría desaparecer a una persona y pidió un voluntario cualquiera del público. Un señor de unos 50 años se ofreció amablemente a pasar al escenario. Al subir, Derek le preguntó a qué se dedicaba y el hombre contesto que era plomero. El mago entonces, anunció a su público que haría desaparecer a un plomero. En medio de la tensión y la expectativa, tomó una cantidad de sobres blancos cerrados e hizo elegir al participante uno de ellos. El plomero tomó uno cualquiera, lo abrió, sacó una carta escrita de su interior y comenzó a leerla en silencio. En un primer momento el hombre sonrió, luego su gesto fue serio para terminar llorando desconsoladamente.
Derek, el mago,
entonces le pidió que le cuente al público que fue lo que había ocurrido. El
plomero entonces dijo aun entre lágrimas: es una carta. Quién la escribe,
pregunto el mago. Mi madre, respondió el hombre. El mago entonces pregunto si
la madre del participante se encontraba entre el público, a lo que respondió
que no. El hombre respondió que su madre vivía a varios kilómetros de donde estaban.
El mago entonces insistió y preguntó si había hablado recientemente con ella, a
lo que contesto que no, que no se comunicaba con ella hacía unos 12 años. Derek sorprendido, pregunto, entonces,
qué es lo que decía esa carta. El plomero dijo que la carta hablaba de su
infancia, de un perro que él había tenido cuando era chico, también contó que
en ella lo llamaba con su sobrenombre de pequeño y que revelaba unos datos muy
personales que lo habían emocionado profundamente hasta las lágrimas. Todos veían
que la conmoción de aquel hombre era imposible de impostar, que su emoción no
podía ser más que real. Fue entonces cuando Derek miró al público y les dijo: bueno… creo que ninguno de
nosotros está viendo aquí a un plomero. El plomero que subió al escenario hace
unos instantes, ya no está aquí entre nosotros. Por lo general los trucos de
magia poseen una base visual en donde ya sabemos desde el comienzo lo que va a suceder.
Alguien toma una carta de un mazo y sabe que el mago luego de algunas vueltas
va a adivinarla. La mejor manera de conseguir una ilusión es realizar el truco
de forma verdadera, sin tanques de oxígeno escondidos, sin cartas debajo de
ninguna manga, ni engaños absurdos preparados de antemano. El mago Derek, tal como lo vimos, operó sobre
el discurso, consiguió que se haga imposible sospechar lo que venía después.
Desde este humilde espacio, consideramos que la verdadera magia está allí, no
en el engaño traicionero, sino en lo que nos demostró Derek, en operar sobre nuestro discurso
para transformarnos eternamente. Pero claro, quizás Derek no sea un mago, sino un poeta.
Lucas Itze.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO CISSÉ
Nacido en Bamako
el 21 de abril de 1940, fue criado en el seno de una familia musulmana. Fue un
cinéfilo apasionado desde su infancia. Asistió a la escuela secundaria en Dakar
y regresó a Malí en 1960, después de la independencia nacional. Su carrera
cinematográfica comenzó como ayudante de proyección de un documental sobre la
detención de Patrice Lumumba. Esto
provocó su deseo de crear sus propias películas, y obtuvo una beca para
Entre 1984 y 1987, produjo Yeelen
(La luz), una aclamada película que ganó el Premio del Jurado en el Festival de
Cannes de 1987 y fue nominado a una Palma de oro ese mismo año. En 1995 produjo
Waati (Tiempo), que compitió por
FICHA TÉCNICA
Título original: Yeelen
Año: 1987
Duración: 101 min.
País: Mali
Dirección: Souleymane Cissé
Guion: Souleymane Cissé
Música: Salif Keita, Michel Portal
Fotografía: Jean-Noel Ferragut, Jean-Michel Humeau
Reparto: Issiaka Kane, Aoua Sangare, Niamanto
Sanogo, Balla Moussa Keita, Soumba Traore, Ismaila Sarr, Youssouf Tenin Cissé,
Koke Sangare
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