domingo, 7 de enero de 2018

200 PROGRAMAS


EDITORIAL

Festejar en medio de esta jauría, donde los tarascones de la bestia apuntan con una efectividad inusitada acertando con todo aquel odio contenido sobre lo más estructural, lo más esencial de nuestro ser, puede resultar por lo menos miserable. Los datos son contundentes y como escuchaste recién, ya lo anunciábamos antes de dar el primer paso. Despidos por goteo, despidos en masa, gente en las calles, familias enteras improvisando camas en cualquier esquina, desguace del estado y de todas sus políticas de inclusión, destrucción de la educación, persecución y mano dura a los maestros, incumplimiento de la ley de financiamiento educativo, crecimiento desesperado de la pobreza, resurgimiento de enfermedades antes erradicadas, salvaje represión a manifestantes, inescrupulosa persecución política, feroces asesinatos en manos de las fuerzas de choque estatales, presos políticos, presos sin sentencias, presos porque si, crecimiento inconmensurable de la deuda, de las tarifas, de los alimentos, favorecimiento al desarrollo de monopolios, blindaje y complicidad mediática, abusos de autoridad, brutal desfinanciamiento de la ciencia y también de la cultura. Cinismo, aquel cinismo que te consume lento por dentro convidando desamparo, donde debía haber jolgorio, instalando el individualismo donde teníamos que estar todos juntos. Aquel cinismo que interpreta la necesidad viendo el negocio y jamás el derecho. Si se dobla es gracioso, si se rompe no, comento alguna vez un comediante amigo de esta casa. Los pedazos de todo esto crujen su agonía sobre las veredas de este barrio hace un buen rato, cómo entonces podríamos estar riendo. El año ha empezado con nosotros en las calles y con nosotros allí termina. Desde esta trinchera, no hemos hecho más que gritarte en estas 200 oportunidades que tuvimos, aquello mismo que te advertimos desde que la luz de aire se encendió por primera vez: den la alarma. Cada película elegida, cada texto escrito respiraba el humo entrañable de aquel grito de guerra: compañeros, den la alarma. Si los que este programa hacemos, no dudamos jamás en definir al arte como un punto de vista, como un lugar desde donde mirar al mundo, defender estas banderas no debería ser nunca una sorpresa. De este mismo lado es donde nos convocamos cada jueves sin otro objetivo quizás que el de contarte como vemos a través de los que ya miraron, buscando detectar aquello no dicho, o aquello no oído o simplemente aquello que cada cosa esta por decir, que no es más que el origen propio de toda estética. Alguna vez Benedetti escribió aquel verso maravilloso que proponía defender la alegría como una trinchera, y eso tal vez pueda ser nuestro único aliciente. Los que estamos aquí hoy, levantamos nuestra copa, entonces, porque sabemos que a pesar de todo la alegría es el último de los robos, porque aunque hagan su mayor esfuerzo las calles siguen siendo nuestras, porque la alegría es inteligencia y la inteligencia discrimina y discriminar es pensar y como todos ya sabemos, ninguna bestia ha podido jamás a lo largo de toda la historia contra un pueblo que piensa.-

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial



EDITORIAL FINAL

Armar un festejo, siempre es complicado. Invitaciones, catering, quien se suma, quien se baja, que música suena, todo, es parte de un gran banquete en donde nuestras mentes se contaminan hasta puntos inauditos. En el detrás de escena de un programa, puede pasar de todo, y más, cuando se trata de uno especial, como llegar a 200 emisiones. Ahí, los problemas se transforman en cuestiones más grandes, y nos empezamos a dejar llevar por ideas y situaciones que son poco factibles de concretarse, pero de ilusiones y de sueños, vive el hombre. Y un sueño fue lo que me llevó a escribir esto. Mientras esperaba algunas respuestas de viejos amigos que no tardarían en llegar, me dispuse a poner la mente a descansar… De repente, me encontraba en el medio de una casa, pero no una casa común y corriente, sino esos caserones viejos, de barrio, con una terraza inmensa. Lo cuento de a poco porque la idea es que se vayan imaginando el contexto. Esa casa, sin dudas, significaba la casa de la infancia, pero quizás, mucho más enorme de lo que uno la ve ahora. Bueno, les decía entonces que estaba en una terraza, pero no me encontraba solo. Había gente alrededor, mucha gente. Entre ellas, varios conocidos, amigos de antaño, y otros pasajeros, esos que pasan como un número en la vida, que están en determinados momentos, y luego desaparecen como por arte de magia, pero simplemente porque los caminos se bifurcan. Entre todo ese hechizo, varias teles vomitaban imágenes desde una pared, que iluminaban la terraza gracias a los colores que emanaban. Mientras, una cámara rodaba por ahí, filmando quien sabe que… Entonces, hasta ahora, tenemos una terraza con gente conocida y no tanto, unos televisores encendidos, y una cámara que corre. De repente, la idea de una foto, típica de los tiempos que corren. Todos vamos al encuentro, las caras empiezan a parecer más reales, y el flash de la cámara esconde un ruido furioso. Ese ruido furioso viene de un motor de un auto… Si, ustedes pensarán que estoy hablando locuras, pero amigos, así son los sueños, y aquí, me estoy encargando de transcribirles uno… Entonces, se escucha un motor, y aparece una señora, de esas que le vemos una cara conocida, pero que no sabremos nunca quien es, se acerca a los gritos, señalando lo que pasaba abajo. Me asomo desde la terraza, y se encontraba una multitud reunida, banderas, redoblantes, típicos de una movilización o fiesta pagana. Mis ojos, apenas asomado a la pequeña pared, alcanzan a divisar un auto, que a toda velocidad empieza a embestir a la gente, en lo que si esto lo tradujéramos a nuestras impresiones, podríamos llamarlo un aniquilamiento de los sueños. Y los sueños, muchas veces decantan de cosas vividas o que pasan. Y acá me permito decirles que toda esa situación, la vivía como si fuera una protesta y su futura represión, pero sin armas ni nada que se le parezca, sino encerrados sin poder escapar, ante ese callejón sin salida, remitiendo a imágenes que los noticieros nos bombardearon durante esta semana. El auto entonces es rodeado, la furia se hace presente entre la muchedumbre, que intenta prender fuego todo a su alrededor. La Revolución ha estallado. Pero no se las puedo contar, porque los sueños, como ustedes saben, no los manejamos nosotros. Acto seguido, me encuentro nuevamente en la terraza, esta vez, con dos niños que juegan con una cámara de fotos. Uno de ellos, de alrededor de diez años, me dice algo que aprendió sobre fotografía, con total confianza, ya que esos chicos, en realidad, son algunos de mis sobrinos. Entonces me cuentan algo sobre un tal Kazmarov o Kezmarov, y acá es cuando la locura de hacer un programa de radio se hace presente. Porque mi respuesta, ajena a todo, hasta de ellos mismos, es que lo conozco, porque más de una vez, mi compañero de ruta lo ha nombrado en sus impresiones, pero que el tipo, es guionista. Una vez dicho eso, el sueño termina, y me despierto sin entender nada. Veo el celular nuevamente, y algunos de los mensajes esperados por los 200 programas han llegado. Seguramente ustedes en este momento buscarán en internet quien ese ese personaje de apellido estilo soviético. Para no hacerlos perder el tiempo, eso ya lo hice antes, y como era de esperarse, no apareció nadie. Pero es esa la linda locura en la que estamos inmersos hace ya casi cinco años, que nos jugamos hasta los sueños para poder hacerles llegar algo más que un programa de radio. Por eso, levantaremos la copa una vez más, como hacemos en cada emisión, para dejar que los sueños, sigan siendo parte de esta hermosa familia que hemos compuesto y siempre esperando que ese auto que nos quiera atropellar, falle en el momento justo… Salud compañeros.

Marcelo De Nicola.-


Canción elegida para cerrar el programa


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