viernes, 29 de diciembre de 2017

FAHRENHEIT 451


EDITORIAL

Las letras se amontonan como garabatos escapando de alguna mente siniestra. Algunas frases quedarán en el imaginario colectivo, mientras otras serán sólo un número en la cuenta final de palabras totales. Serán de ellos, quienes quizás en un rapto de suprema imaginación, las volcaron al papel, pero una vez allí, también serán nuestras. Hacia allá viajarán nuestras mentes, intentando sumergirnos en un mundo de fantasía. O quizás todo lo contrario, tratando de releer una y otra vez la historia, para no volver a cometer errores del pasado. Allí, entre todo lo que hemos leído, se nos cruzarán miles de situaciones que anhelamos haber vivido. Donde quizás veamos charlando a Borges y Cortázar, con el Maestro criticando el opio de los pueblos, mientras su compañero le recita versos en francés. Donde Gabriel García Márquez intenta eludir la soledad, mientras Jack Kerouac busca descubrir un nuevo camino. O más allá, donde George Orwell se rebela ante los estatutos del poder, aunque bien sabe que los necios, como diría John Kennedy Toole, sobran. Todos, claro está, buscando su propia metamorfosis, algo que ni siquiera el propio Kafka estuvo seguro de encontrar. Y allí, entre todo ese bosque de hojas, nos cruzaremos con lobos esteparios vagando en medio de la desolación tratando de llegar a los caminos de la libertad


Será nuestra propia ceguera, la que nos impida ver que las crónicas marcianas lo invadirán todo para terminar convirtiéndolo en un mundo de cristal. Será el resplandor de la noche el que nos traiga ese almuerzo desnudo para evitar seguir por la senda del perdedor, aunque a nuestro buen amigo Bukowski no le haga gracia el chiste. Florecerá entonces la primavera negra donde los culpables serán enjuiciados bajo esa burlona farsa del crimen y castigo. Una vez ahí, los cuervos danzarán mientras su aullido recitará veinte poemas de amor y una canción desesperada. Será el preludio de una nueva guerra de los mundos que se avecina, donde siempre habrá una Lolita intentando seducir al Oscar Wilde de turno, pero sabiendo que solo será el sueño de una noche de verano. Así mis amigos, nos vamos acercando al final, entre citas de Bioy Casares, poemas de Mario Benedetti, y héroes y tumbas insinuados por Ernesto Sábato, sabiendo desde siempre, que el primer cuento se escribió bajo las órdenes de los mandatos divinos, que inventaron ese mundo feliz donde la lotería solar de nuestras mentes se dividió más allá del bien y del mal. Somos nosotros entonces, esos huérfanos hijos de los días, los que tenemos que transformar nuestra casa de los espíritus, en nuestros propios libros de la buena memoria, antes que el fuego, como siempre, lo consuma todo.

Marcelo De Nicola.-

Canción elegida para la editorial


 Intoxicados nos habla del fuego


IMPRESIONES PARA FAHRENHEIT 451


Lajos Egri, en el capítulo inicial de aquel legendario manual de respuestas llamado Cómo escribir un drama, sentenciaba que cada invención debe tener un propósito, cada carrera un destino. Asimismo fue Borges hace algunos años, quien reflexionara sobre aquel enigma que son las acciones de los hombres y sus magnitudes.  Traeremos a este espacio entonces, tal como lo hiciera el propio Jorge Luis, la historia de Shih Huang Ti, aquel que se proclamara el primer emperador.  Shih Huang Ti, fue el primero de la dinastía Quin. De entre los siete estados que conformaron y protagonizaron el periodo de los Estados Combatientes en la época final de la dinastía Zhou del Este, el reino de Qin fue el que alcanzó el poder sobre todos los demás, gracias a su superior desarrollo de la tecnología militar y a su sólida organización política y social. Redujo entonces a su poder los Seis Reinos y eliminó el sistema feudal. Ya en el poder, erigió la famosa e interminable muralla y ordenó quemar todos los libros anteriores a él. La muralla daría protección contra los bárbaros y la quema de libros, aquellos que los propios opositores usaban en su contra, aboliría con el simple trazo de su imponente firma, toda la historia, es decir el pasado. Todo comenzaría con Shih Huang Ti, pero a su vez también todo terminaría allí con él. Eliminar el pasado, no es sino eliminar la memoria. ¿Ordenaría Shih Huang Ti borrar todo aquello tal vez para quemar junto a esas llamas un puñado de recuerdos propios? Controlar el espacio a través de las infinitas murallas y el tiempo a través del olvido, ¿no es tal vez un intento desesperado de controlar también la muerte? Ambas acciones, ¿no revelarían la imagen de un rey que empezó por destruir y luego se resignó a conservar o la de uno desengañado que destruyó lo que antes defendía? 


Lo que si queda claro es que si alguna virtud tiñe las acciones ordenadas por el emperador puede ser la de construir y destruir a gran escala. Reflexionaba Borges, entonces que las formas tienen su virtud en sí mismas y no en un contenido conjetural, y culminaba su artículo citando al filósofo Benedetto Croce, aquel que entre otros influencio a amigos de esta casa tales como Antonio Gramnsci, el cual afirmaba que todas las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma. La música, los estados de felicidad, la mitología, lacas trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta eminencia de una revelación que no se produce, es, quizás, el hecho estético. Evidenciamos desde esta humilde mesa, una clara similitud entre las demandas de aquel poderoso emperador y el conflicto dramático desarrollado en aquella adaptación magistral a cargo de François Truffaut, del libro de BradburyFahrenheit 451”. Algo de ambos hechos estéticos, a pesar de la distancia en el tiempo y el espacio, intentan decirnos algo no muy diferente. Los 451 Fahrenheit son la temperatura necesaria para que una hoja de papel común empiece a arder. 


En el relato de Truffaut, al igual que en el de Bradbury, los libros estarán prohibidos y existirá una fuerza de seguridad destinada a buscarlos, confiscarlos e incendiarlos en la vía pública. Ese será el escarmiento, la pena será mucho más perversa. El film puntualizara en el hecho de que quienes ejecutan la ley son utilizados como simple herramienta de represión, desconociendo motivos o pormenores de lo que reprimen. Sabrán solamente aquello que sus superiores quieren que sepan: que los libros traen infelicidad y propician la falta de sociabilización en la comunidad. Les bastará solamente eso para generar odios y repulsiones contra aquellos que se revelen y a pesar de las leyes y sus prohibiciones, resistan escondiendo libros o hasta aprendiéndolos de memoria para que luego trasciendas, recordando quizás el origen oral de la escritura. Como ya hemos dicho alguna vez en este mismo foro, olvidar lo escrito, lo realizado, lo pensado es olvidar la historia y abolir nuestra propia historia, mis queridos amigos, no es sino abolir nuestra identidad. Sin características propias, sin un pasado transitado que haya sabido dejar marcas en nuestra piel, que haya tallado nuestro ser y por ende nuestra razón, somos vulnerables y manipulables como una hoja en blanco. Negar el pasado, es condenar el futuro y ni lo uno ni lo otro es una opción para los que aún tenemos en claro que una cultura nos identifica y nos dignifica. Olvidar es resignarse y resignarse, estimados compañeros y compañeras, jamás estará en nuestros planes.

Lucas Itze.-

Canción post impresiones         


Siempre hay palabras


UNIVERSO TRUFFAUT


Nacido en París un 6 de febrero de 1932, nunca llegó a conocer a su padre, mientras que su madre era secretaria en el periódico L´Illustration, por lo que fue criado por los padres de ella hasta los diez años. Luego de fundar un cine-club que no duró mucho, su padre adoptivo lo envió a un correccional, del que fue sacado por André Bazin, uno de los mejores críticos de cine de la época y fundador de la Cahiers du Cinema en 1951. A esa revista se une el joven Truffaut en 1953. Un año después dirige su primer corto: Une visite, con Alain Resnais en el montaje y Jacques Rivette en la fotografía. En 1956 es ayudante de Roberto Rosellini. En 1957 dirige el corto Los mocosos. En 1959 dirige su primer largo, considerada una de sus obras maestras: Los 400 golpes, la historia de Antoine Doinel, quien a los 14 años tiene problemas tanto en la escuela como con su familia, hacen que empiece a incursionar en el delito, con poca suerte. 


Será la carta de presentación ante la corriente llamada Nouvelle Vague, donde se destacaría junto a Resnais, Rivette, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, o Éric Rohmer. Ganaría a mejor director en Cannes y recibiría premios alrededor del mundo. Luego co-dirigió junto a Claude De Givray, Tire-au-flanc 62. En 1960 llega Disparen sobre el pianista y un año más tarde, se da el lujo de dirigir junto a Goddard Una histoire D´eau. En 1961 llega Jules y Jim, la historia de dos amigos enamorados de una misma mujer. Un año después, mientras estaba en el Festival de Mar del Plata, rodó en el hotel Hermitage de esa ciudad, un pequeño corto llamado Los cuatro golpes, que dura alrededor de tres minutos. También dirigió un episodio en un film de cortos junto a otros directores, el tema: el amor. También ese año sigue con la vida de Antoine Doinel, en el mediometraje Antoine y Colette. En 1964 dirige La piel suave, un melodrama romántico con excelentes críticas. 


En 1968 adapta la novela de Cornell Woolrich, La novia vestía de negro, un thriller donde una mujer intenta vengar la muerte de su marido abatido luego de la boda. Nominada al Globo de oro. También en ese año llega la tercera parte de la historia de Antoine (su alter ego), llamada La hora del amor, nominada al Oscar a mejor película en idioma no inglés. Vuelve a adaptar otra obra de Woolrich, esta vez, La sirena del Mississipi, con Catherine Deneuve y Jean-Paul Belmondo. En 1970 se estrena Domicilio conyugal, cuarta parte de la zaga de Antoine, esta vez, con el ya casado y con un hijo. Ese año llega también una de sus más celebradas películas: El Niño salvaje, ambientada en el Siglo XVIII. Luego dirige otro drama romántico ambientado en principio del siglo XX llamado Las Dos Inglesas. Sigue con Une belle fille comme moi, una comedia negra sobre una asesina que pasa sus días en prisión. En 1973 llega otro clásico, La noche americana, donde se mete de lleno en el mundo del cine y todos sus contratiempos. Aclamado film que le dio el Oscar a Mejor película extranjera, entre decenas de premios. 


En 1975 llega La historia de Adela H., la historia de la hija del escritor Victor Hugo, y su búsqueda por un amor perdido. Isab elle Adjani fue nominada al Oscar por este film. Un año después dirige La piel dura, un film con historias cruzadas sobre diversos chicos en una pequeña ciudad francesa. En 1977 estrena la comedia Amante Fácil, sobre las relaciones que ha mantenido alguien que recién ha fallecido, y un año después llega La Habitación verde, sobre un viudo que guarda las cosas de su mujer en una habitación de ese color.    Ese mismo año llega la quinta parte de la historia de Antoine, llamada El amor en fuga. En 1980 se adentra en la Segunda Guerra Mundial en el film El último Subte, para mostrarnos un grupo de teatro que intenta hacer una obra, mientras su director (Gerard Depardieu) los dirige escondido desde el sótano, con su esposa (Catherine Deneuve), como actriz principal. Otra nominación como mejor película en los Oscar. En 1981 vuelve a dirigir a Depardieu, esta vez con su mujer, Fanny Ardant, para el film La mujer de la próxima puerta, otra obra maestra romántica según la crítica. En 1983 llegó su último film, Confidencialmente tuya, la historia de Julien, quien es acusado de asesinar a su mujer. Su secretaria, fielmente enamorada, intentará a investigar para dar con el verdadero culpable. Con jóvenes 52 años, uno de los mejores directores de la historia, nos dejaba un legado eterno, por culpa de un tumor cerebral…

Nos fuimos con un tema que nos recuerda al 2001, algo que por momentos vemos muy cerca…


FICHA TÉCNICA

Título original: Fahrenheit 451
Año: 1966
Duración: 108 min.
País: Reino Unido
Dirección: François Truffaut
Guion: François Truffaut, Jean-Louis Richard (Novela: Ray Bradbury)
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: Nicolas Roeg
Reparto: Julie Christie, Oskar Werner, Cyril Cusack, Anton Diffring, Jeremy Spenser, Ann Bell, Alex Scott, Bee Duffell, Caroline Hunt, Anna Palk

SINOPSIS


Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arde el papel de los libros. Guy Montag, un disciplinado bombero encargado de quemar los libros prohibidos por el gobierno, conoce a una revolucionaria maestra que se atreve a leer. De pronto, se encuentra transformado en un fugitivo, obligado a escoger no sólo entre dos mujeres, sino entre su seguridad personal y su libertad intelectual.

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