EDITORIAL
Las letras se amontonan como garabatos
escapando de alguna mente siniestra. Algunas frases quedarán en el imaginario
colectivo, mientras otras serán sólo un número en la cuenta final de palabras
totales. Serán de ellos, quienes quizás en un rapto de suprema imaginación, las
volcaron al papel, pero una vez allí, también serán nuestras. Hacia allá
viajarán nuestras mentes, intentando sumergirnos en un mundo de fantasía. O
quizás todo lo contrario, tratando de releer una y otra vez la historia, para
no volver a cometer errores del pasado. Allí, entre todo lo que hemos leído, se
nos cruzarán miles de situaciones que anhelamos haber vivido. Donde quizás
veamos charlando a Borges y Cortázar, con el Maestro criticando el
opio de los pueblos, mientras su compañero le recita versos en francés. Donde Gabriel García Márquez intenta eludir la
soledad, mientras Jack Kerouac busca
descubrir un nuevo camino. O más allá, donde George Orwell se rebela ante los estatutos del poder, aunque bien
sabe que los necios, como diría John
Kennedy Toole, sobran. Todos, claro está, buscando su propia metamorfosis,
algo que ni siquiera el propio Kafka
estuvo seguro de encontrar. Y allí, entre todo ese bosque de hojas, nos
cruzaremos con lobos esteparios
vagando en medio de la desolación tratando
de llegar a los caminos de la libertad.
Será nuestra propia ceguera, la que
nos impida ver que las crónicas marcianas
lo invadirán todo para terminar convirtiéndolo en un mundo de cristal. Será el
resplandor de la noche el que nos traiga ese almuerzo desnudo para evitar seguir por la senda del perdedor, aunque a nuestro buen amigo Bukowski no le haga gracia el chiste.
Florecerá entonces la primavera negra
donde los culpables serán enjuiciados bajo esa burlona farsa del crimen y castigo. Una vez ahí, los cuervos danzarán mientras su aullido recitará veinte poemas de amor y una canción desesperada. Será el preludio
de una nueva guerra de los mundos que
se avecina, donde siempre habrá una Lolita
intentando seducir al Oscar Wilde de
turno, pero sabiendo que solo será el
sueño de una noche de verano. Así mis amigos, nos vamos acercando al final,
entre citas de Bioy Casares, poemas
de Mario Benedetti, y héroes y tumbas insinuados por Ernesto Sábato, sabiendo desde siempre,
que el primer cuento se escribió bajo las órdenes de los mandatos divinos, que inventaron
ese mundo feliz donde la lotería solar de nuestras mentes se dividió
más allá del bien y del mal. Somos
nosotros entonces, esos huérfanos hijos
de los días, los que tenemos que transformar nuestra casa de los espíritus, en nuestros propios libros de la buena memoria, antes que el fuego, como siempre, lo
consuma todo.
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
Intoxicados nos habla del fuego
IMPRESIONES
PARA FAHRENHEIT 451
Lajos
Egri,
en el capítulo inicial de aquel legendario manual de respuestas llamado Cómo escribir un drama, sentenciaba que
cada invención debe tener un propósito, cada carrera un destino. Asimismo fue Borges hace algunos años, quien
reflexionara sobre aquel enigma que son las acciones de los hombres y sus
magnitudes. Traeremos a este espacio
entonces, tal como lo hiciera el propio Jorge Luis, la historia de Shih Huang Ti, aquel que se proclamara
el primer emperador. Shih Huang Ti, fue
el primero de la dinastía Quin. De
entre los siete estados que conformaron y protagonizaron el periodo de los Estados Combatientes en la época final
de la dinastía Zhou del Este, el
reino de Qin fue el que alcanzó el poder sobre todos los demás, gracias a su
superior desarrollo de la tecnología militar y a su sólida organización
política y social. Redujo entonces a su poder los Seis Reinos y eliminó el sistema feudal. Ya en el poder, erigió la
famosa e interminable muralla y ordenó quemar todos los libros anteriores a él.
La muralla daría protección contra los bárbaros y la quema de libros, aquellos
que los propios opositores usaban en su contra, aboliría con el simple trazo de
su imponente firma, toda la historia, es decir el pasado. Todo comenzaría con
Shih Huang Ti, pero a su vez también todo terminaría allí con él. Eliminar el
pasado, no es sino eliminar la memoria. ¿Ordenaría Shih Huang Ti borrar todo
aquello tal vez para quemar junto a esas llamas un puñado de recuerdos propios?
Controlar el espacio a través de las infinitas murallas y el tiempo a través
del olvido, ¿no es tal vez un intento desesperado de controlar también la
muerte? Ambas acciones, ¿no revelarían la imagen de un rey que empezó por
destruir y luego se resignó a conservar o la de uno desengañado que destruyó lo
que antes defendía?
Lo que si queda claro es que si alguna virtud tiñe las
acciones ordenadas por el emperador puede ser la de construir y destruir a gran
escala. Reflexionaba Borges, entonces que las formas tienen su virtud en sí
mismas y no en un contenido conjetural, y culminaba su artículo citando al
filósofo Benedetto Croce, aquel que
entre otros influencio a amigos de esta casa tales como Antonio Gramnsci, el cual afirmaba que todas las artes aspiran a la
condición de la música, que no es otra cosa que forma. La música, los estados
de felicidad, la mitología, lacas trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos
y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos
debido perder, o están por decir algo; esta eminencia de una revelación que no
se produce, es, quizás, el hecho estético. Evidenciamos desde esta humilde
mesa, una clara similitud entre las demandas de aquel poderoso emperador y el
conflicto dramático desarrollado en aquella adaptación magistral a cargo de François Truffaut, del libro de Bradbury “Fahrenheit 451”. Algo de ambos hechos estéticos, a pesar de la
distancia en el tiempo y el espacio, intentan decirnos algo no muy diferente.
Los 451 Fahrenheit son la temperatura necesaria para que una hoja de papel
común empiece a arder.
En el relato de Truffaut, al igual que en el de
Bradbury, los libros estarán prohibidos y existirá una fuerza de seguridad
destinada a buscarlos, confiscarlos e incendiarlos en la vía pública. Ese será
el escarmiento, la pena será mucho más perversa. El film puntualizara en el
hecho de que quienes ejecutan la ley son utilizados como simple herramienta de
represión, desconociendo motivos o pormenores de lo que reprimen. Sabrán
solamente aquello que sus superiores quieren que sepan: que los libros traen
infelicidad y propician la falta de sociabilización en la comunidad. Les
bastará solamente eso para generar odios y repulsiones contra aquellos que se
revelen y a pesar de las leyes y sus prohibiciones, resistan escondiendo libros
o hasta aprendiéndolos de memoria para que luego trasciendas, recordando quizás
el origen oral de la escritura. Como ya hemos dicho alguna vez en este mismo
foro, olvidar lo escrito, lo realizado, lo pensado es olvidar la historia y
abolir nuestra propia historia, mis queridos amigos, no es sino abolir nuestra
identidad. Sin características propias, sin un pasado transitado que haya
sabido dejar marcas en nuestra piel, que haya tallado nuestro ser y por ende
nuestra razón, somos vulnerables y manipulables como una hoja en blanco. Negar
el pasado, es condenar el futuro y ni lo uno ni lo otro es una opción para los
que aún tenemos en claro que una cultura nos identifica y nos dignifica.
Olvidar es resignarse y resignarse, estimados compañeros y compañeras, jamás
estará en nuestros planes.
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
Siempre hay palabras
UNIVERSO
TRUFFAUT
Nacido en París un 6 de febrero de 1932,
nunca llegó a conocer a su padre, mientras que su madre era secretaria en el
periódico L´Illustration, por lo que
fue criado por los padres de ella hasta los diez años. Luego de fundar un
cine-club que no duró mucho, su padre adoptivo lo envió a un correccional, del
que fue sacado por André Bazin, uno
de los mejores críticos de cine de la época y fundador de la Cahiers du Cinema en 1951. A esa
revista se une el joven Truffaut en 1953. Un año después dirige su primer
corto: Une visite, con Alain Resnais en el montaje y Jacques Rivette en la fotografía. En 1956 es
ayudante de Roberto Rosellini. En
1957 dirige el corto Los mocosos. En
1959 dirige su primer largo, considerada una de sus obras maestras: Los 400 golpes, la historia de Antoine Doinel, quien a los 14 años
tiene problemas tanto en la escuela como con su familia, hacen que empiece a
incursionar en el delito, con poca suerte.
Será la carta de presentación ante
la corriente llamada Nouvelle Vague, donde se destacaría
junto a Resnais, Rivette, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol,
o Éric Rohmer. Ganaría a mejor
director en Cannes y recibiría
premios alrededor del mundo. Luego co-dirigió junto a Claude De Givray, Tire-au-flanc 62. En 1960 llega Disparen sobre el pianista y un año más tarde, se da el lujo de
dirigir junto a Goddard Una histoire
D´eau. En 1961 llega Jules y Jim,
la historia de dos amigos enamorados de una misma mujer. Un año después,
mientras estaba en el Festival de Mar
del Plata, rodó en el hotel Hermitage de esa ciudad, un pequeño corto
llamado Los cuatro golpes, que dura alrededor de tres minutos. También dirigió
un episodio en un film de cortos junto a otros directores, el tema: el amor.
También ese año sigue con la vida de Antoine Doinel, en el mediometraje Antoine y Colette. En 1964 dirige La piel suave, un melodrama romántico
con excelentes críticas.
En 1968 adapta la novela de Cornell Woolrich, La novia
vestía de negro, un thriller donde una mujer intenta vengar la muerte de su
marido abatido luego de la boda. Nominada al Globo de oro. También en ese año llega la tercera parte de la
historia de Antoine (su alter ego), llamada La hora del amor, nominada al Oscar
a mejor película en idioma no inglés. Vuelve a adaptar otra obra de Woolrich,
esta vez, La sirena del Mississipi,
con Catherine Deneuve y Jean-Paul Belmondo. En 1970 se estrena Domicilio conyugal, cuarta parte de la
zaga de Antoine, esta vez, con el ya casado y con un hijo. Ese año llega
también una de sus más celebradas películas: El Niño salvaje, ambientada en el Siglo XVIII. Luego dirige otro
drama romántico ambientado en principio del siglo XX llamado Las Dos Inglesas. Sigue con Une belle fille comme moi, una comedia
negra sobre una asesina que pasa sus días en prisión. En 1973 llega otro
clásico, La noche americana, donde
se mete de lleno en el mundo del cine y todos sus contratiempos. Aclamado film
que le dio el Oscar a Mejor película extranjera, entre
decenas de premios.
En 1975 llega La
historia de Adela H., la historia de la hija del escritor Victor Hugo, y su
búsqueda por un amor perdido. Isab elle Adjani fue nominada al Oscar por este
film. Un año después dirige La piel dura,
un film con historias cruzadas sobre diversos chicos en una pequeña ciudad
francesa. En 1977 estrena la comedia Amante
Fácil, sobre las relaciones que ha mantenido alguien que recién ha
fallecido, y un año después llega La
Habitación verde, sobre un viudo que guarda las cosas de su mujer en una
habitación de ese color. Ese mismo año
llega la quinta parte de la historia de Antoine, llamada El amor en fuga. En 1980 se adentra en la Segunda Guerra Mundial en
el film El último Subte, para
mostrarnos un grupo de teatro que intenta hacer una obra, mientras su director
(Gerard Depardieu) los dirige
escondido desde el sótano, con su esposa (Catherine Deneuve), como actriz principal. Otra nominación como mejor
película en los Oscar. En 1981
vuelve a dirigir a Depardieu, esta vez con su mujer, Fanny Ardant, para el film La
mujer de la próxima puerta, otra obra maestra romántica según la crítica.
En 1983 llegó su último film, Confidencialmente
tuya, la historia de Julien, quien es acusado de asesinar a su mujer. Su secretaria,
fielmente enamorada, intentará a investigar para dar con el verdadero culpable.
Con jóvenes 52 años, uno de los mejores directores de la historia, nos dejaba
un legado eterno, por culpa de un tumor cerebral…
Nos fuimos con un tema que nos
recuerda al 2001, algo que por momentos vemos muy cerca…
FICHA
TÉCNICA
Título original: Fahrenheit 451
Año: 1966
Duración: 108 min.
País: Reino Unido
Dirección: François Truffaut
Guion: François
Truffaut, Jean-Louis Richard (Novela: Ray Bradbury)
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: Nicolas Roeg
Reparto: Julie
Christie, Oskar Werner, Cyril Cusack, Anton Diffring, Jeremy Spenser, Ann Bell,
Alex Scott, Bee Duffell, Caroline Hunt, Anna Palk
SINOPSIS
Fahrenheit 451 es la temperatura a la que
arde el papel de los libros. Guy Montag, un disciplinado bombero encargado de
quemar los libros prohibidos por el gobierno, conoce a una revolucionaria maestra
que se atreve a leer. De pronto, se encuentra transformado en un fugitivo,
obligado a escoger no sólo entre dos mujeres, sino entre su seguridad personal
y su libertad intelectual.
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