EDITORIAL
Allí...
en el medio de esos árboles nos perdimos para siempre. Jugando a escondernos
entre las ramas, buceando por las alturas, imaginando ser insectos escapando de
la muerte. Llenos de hojas inertes ante el paso del tiempo. Sintiendo el olor a
la lluvia que mojaba los cuerpos. Tratando de esfumarse aunque sea un instante
de todo lo que nos rodeaba. Mientras el silencio lo cubría todo. El dolor
desaparecía en esas noches de soledad. Las risas auguraban aquel dulce
porvenir. Los miedos se agazapaban entre la bruma espesa que bajaba de las
montañas. Las nubes parecían cada vez más cercanas. Los rayos del sol quemaban
nuestras jóvenes pieles. Los ecos de la tierra sollozaban su furia ante los
ataques del hombre. Las huellas se confundían entre el barro y el agua. La
música recordaba tristes versos de amor. La garganta se entumecía ante algún
sonido extraño.
El corazón latía violentamente queriendo estallar de pasión. El
escondite era casi perfecto. Los caminos intransitables. Las palabras viajaban
a través del aire, para perderse en el más infinito de los cielos. El arco iris
vigilaba todo desde puntos cardinales distintos. La vida elegía abrirse paso en
los sitios más oscuros. La muerte rondaba como siempre, pero cada vez más
segura de su próxima jugada. La voz se desgarraba aullando poemas de dolor. El
mundo desaparecía por un instante. Las estaciones frenaban su calendario por
unos segundos. No habría palabras finales. Todo quedó guardado en una caja
oxidada, que nadie se atrevió a abrir. Destruimos por completo la sorpresa, al
saberla tristemente mundana. No nos quedó ni un beso de despedida, mientras los
labios morían de a poco. Solo quedaron historias, olvidadas con el paso del
tiempo. Allí se evaporó la memoria, dejando nuestra parte como ofrenda. Allí,
entonces, tendremos que ir en busca de los recuerdos, tan bien guardados bajo los
secretos del bosque.
Marcelo
De Nicola.-
Canción
elegida para la editorial
También
sonó Anhedonia de Charly García
IMPRESIONES EL BOSQUE DE LUTO
Hace
muy pocos días, el más poetas de mis amigos, me regalo un verso al pasar. Dijo,
como no diciendo, como intentando no decir, respaldándose sin dudas en el
silencio distante de quien ha hablado y ha dicho, que la única receta es el
olvido. Otro amigo de esta casa, Jorge
Luis Borges, nos ha jurado entre melancólicos ademanes que el presente,
aquel ápice vertiginoso, ya es el porvenir pero también es el olvido. Recordar
es no morir, es abolir la ausencia de este viaje, es iluminarlo todo procurando
el fatigoso deceso de toda sombra, es sentenciar a la orfandad a aquellos
labios que la pálida dama ostenta. ¿Qué
seria del viajante sin aquel beso que son todos los besos, sin aquella fría
caricia que es la noche ultima del ser? En aquella oscura pesadilla, carente de
toda muerte y toda ausencia, seria atinado observar las desacertadas
condiciones para la existencia de cualquier tipo de hecho artístico. Sin el
olvido, ya no silbaríamos tangos, ni nos aventuraríamos en la conflictiva
elaboración de poemas o pinturas porque todo estaría allí de manera tan vivida
e intacta que no reconoceríamos en ellas el trabajo desmesurado propio de la
ausencia. Pensar, mis queridos amigos, es olvidar diferencias, es generalizar,
es abstraerse. Tal como lo señalaba Nietzsche,
tanto las grandes dichas como las pequeñas son siempre creadas por una cosa: el
poder de olvidar, o para expresarme en el lenguaje de los sabios, se corregía
el propio filósofo alemán, son creadas por la facultad de sentir. Y aquí tal
vez el triste padecimiento del protagonista de aquella obra alegórica y bella
llamada “Mogari no Mori”, conocida
en habla hispana como “El bosque del luto”
de la sutil directora japonesa Naomi
Kawase.
El film trabajara la historia de Shigeki quien se encuentra internado en una suerte de geriátrico y
le es imposible olvidar a Mako, su
bella compañera fallecida hace ya varios años. La cinta trabajara una
fotografía notable, hija tal vez de la contemplación despierta y profunda de
los ancestrales poetas del haiku. Allí entonces, con poco se dirá mucho, se
creará un universo vivo de sentido y sensaciones. Cada plano que conformará la
estructura denotativa del relato ira en un contrapunto poético con lo que el
dialogo y el protagonista transmitan. Shigeki, comunicará a través de su lenguaje
corporal y su aspecto una sensación mortecina pero a su alrededor todo
desbordara de vida y nuevos brotes. La estructura en la que se desarrollará el
conflicto se conformará de manera similar a la descripta por Joseph Campbell al trabajar el camino
del héroe. Reconoceremos entonces a un ayudante en el papel de Machiko, la joven empleada que lo
acompaña, el llamado a la aventura en sus intentos repentinos y hasta
infantiles de escape, el rechazo de la llamada en la frustración de los mismos,
estará también el cruce del umbral en la secuencia aquella en que se rompe la
camioneta en la cual se transportan los protagonistas y comen aquellas frutas
silvestres y continúan su camino hacia
el bosque a pie.
Tampoco faltaran las pruebas y otros elementos que aquel
recorrido descripto en el Héroe de las
mil caras propone. Tal como decíamos al comienzo, el padecimiento de Shigeki no es otro sino la falta de
olvido, su mochila cargada con los recuerdos de su compañera será la alegoría
de todo aquel peso. Tengo una mujer atravesada en los parpados, nos recordará
desde algún lado Galeano y
pensaremos en aquel verso recordando seguramente a Shigeki que luchara por olvidar, porque tal vez intuya que allí
está la clave de la vida y el sentir que no son más que la misma cosa. Machiko intentara, quizás
inconscientemente obstruir aquella búsqueda, recordándonos inevitablemente a la
muerte. Él le dirá bajo la lluvia, en aquel frondoso bosque, metáfora precisa
de su ser, que el agua que corre, no vuelve jamás a su fuente. Se lo dirá casi
en una súplica, con tono paternal, acariciando a aquella muerte que tal vez
ella representa. Se lo dirá enseñándole su fiel decisión de optar por el
devenir, que es el movimiento, la vida y el pensamiento, antes que el recuerdo,
el cual nos condena inevitablemente al círculo estático y grotesco de la
anécdota que alguna vez fuimos. Shigeki
tendrá que buscar aquel recuerdo de su compañera muy dentro suyo. Deberá
meterse en la profundidad de aquel bosque salvaje para encontrarla y dejarla ir
definitivamente, y así él mismo poder continuar no ya con aquella tristeza
insoportable que conlleva hermanada la evocación de la vencida carne, sino con
la volátil sutileza del poema concluido, salud Leopoldo, salud.-
Lucas
Itze.-
Canción
post impresiones
Metimos
doblete: Morrison y Bersuit
UNIVERSO KAWASE
Nacida
el 30 de mayo de 1969 en Nara, Japón, fue abandonada por sus padres y fue
criada por su tía abuela. Su familia adoptiva, se transformó en protagonista de
sus primeros trabajos. Se licenció en la Escuela de Fotografía de Osaka en 1989
donde trabajó posteriormente como docente durante 4 años. En 1993 dirige su
primer mediometraje documental Abrazando
el aire, donde va en búsqueda de su padre, de su infancia, y en cierto
modo, de sí misma. Con 23 años gana el premio en el Festival Image Fórum de Japón. Luego dirige Caracol (Katatsumori), otro documental sobre su relación con su tía
abuela, que le vale el Premio a la
Excelencia en el programa Nuevas Tendencias en Asia y sigue con la vida de
la protagonista en Mirar al cielo (Ten,
mitake) y en Sol de atardecer (Hi wa
Katabuki). En 1997 se va con su cámara a un pueblo rural situado en las
montañas para ver la vida de los ancianos de ese lugar llamado Yoshino, en el
film El bosque (Somaudo monogatari).
Su
primera película de ficción llega en 1997 cuando filma Moe no Suzaku, la vida de Kozo, la cabeza de una familia numerosa
en un pequeño poblado japonés. Logra la Cámara
de oro en Cannes a la mejor Ópera Prima.
Sigue con el documental Kaleydoscopio (Manguekyo), que sigue a
dos colegialas japonesas y que muestra los conflictos existentes entre una
chica de ciudad y otra del campo.
En
el 2000 vuelve a la ficción con Luciérnaga
(Hotaru), una historia de amor donde la tragedia y el pasado son protagonistas.
Sigue con otro documental sobre su vida en Cielo,
viento, fuego, agua, tierra. En 2003 filma otro documental, esta vez Carta de un cerezo en flor (o La danza
de los recuerdos), a petición del fotógrafo y editor Nishii Kazuo enfermo de cáncer, filma sus últimos momentos. Ese
mismo año dirige Shara, sobre el
dolor de una familia que perdió a su hijo, nominada a la Palma de Oro en Cannes. En 2006 llega Nacimiento y Maternidad, sobre la salud de su abuela y su propio
embarazo. Sigue con El secreto del
bosque en 2007, que obtiene el Gran
Premio del Jurado en Cannes.
Sigue
con la ficción en Nanayo, sobre una
mujer que deja todo para irse a Tailandia. Y en 2009 filma otro mediometraje
llamado Koma. En 2010 presentó el
documental Genpin, la mujer misteriosa,
en el que reflexiona sobre el parto natural, el placer y la muerte, con el que
ganó el Premio de la FIPRESCI en el Festival Internacional de Cine de San
Sebastián. En 2011 dirige Hanezu,
el espíritu de las montañas, donde
nos habla del valor de la espera. En 2012 llega Chiri donde la directora acompaña los últimos días de su abuela.
Luego le sigue Aguas tranquilas,
sobre la vida de dos niños que viven en una isla y un día encuentran un cuerpo
flotando en el agua, y juntos intentarán descubrir el misterio. En 2015 aparece
con Una pastelería en Tokio, sobre
una mujer mayor que se ofrece como ayudante a un joven pastelero, y el negocio
empieza a funcionar.
En estos días, está saliendo su último film, titulado Hacia la luz, la historia de amor entre
un fotógrafo que está perdiendo la vista y una guionista que escribe
comentarios para no videntes.
Sin
dudas, una cineasta distinta, donde su vida es casi tan parte de sus películas
como sus obras.
Nos
fuimos con un temazo de Eddie Vedder: Hard Sun
FICHA TÉCNICA
Título original: Mogari no mori
Año:
2007
Duración:
97 min.
País:
Japón
Dirección:
Naomi Kawase
Guion:
Naomi Kawase
Música:
Masamichi Shigeno
Fotografía:
Hideyo Nakano
Reparto:
Yoichiro Saito, Kanako Masuda, Machiko Ono, Shigeki Uda, Makiko Watanabe, Yusei
Yamamoto.
SINOPSIS
Shigeki
vive en una pequeña residencia de ancianos. Allí se siente a gusto y feliz con
los demás residentes y con el personal que les atiende. Machiko, una
trabajadora social que pertenece a dicho equipo, le presta especial atención,
aunque en su interior le atormenta la pérdida de un hijo. Para celebrar el
cumpleaños de Shigeki, Machiko decide llevarle a dar un paseo en coche por el
campo. Pero el coche se queda parado en la cuneta. El anciano se interna con
decisión en el bosque, y Machiko no tiene más remedio que acompañarle...
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