EDITORIAL
En
el oscuro filo del cordón de cualquier esquina él limpia, con su ánimo aún
roto, la suela de sus viejos timbos. La noche es un lobo oscuro que lo devora
todo, todo menos aquel dolor que ahora ahueca su pecho. Aquel dolor frío de
tantas lunas, herido de esperas y faroles. El quinto pucho cae vencido sobre la
vereda y toda su pena lo ahoga contra la baldosa, consumiendo así sus brasas
para siempre. Para siempre, piensa él que ahora sacude el olvido de las solapas
curtidas de su saco. Para siempre… para siempre fue joder el futuro, fue
extrañarnos mañana pensando en antes de ayer. Fue el presentimiento que bailo
en nuestras espaldas en aquel primer beso, para luego hacerse sombra en
nuestros ojos apesadumbrados.
El
tipo, finalmente mira las estrellas y las ve muriendo allá en la lejanía, sobre
la inmensidad del cielo. Las observa apagarse lento como un poema que concluye,
triste como la última estrofa que intenta vencer sin éxito a la certera muerte.
Decide entonces alejarse de aquel farol, de aquella esquina y hasta de aquel
recuerdo para consumirse finalmente en la noche de su existencia. Se sumerge en
la oscuridad agonizante de la noche no sin antes recordar en ese otoño de sus
días, que en el eco de cada uno de nuestros pasos nos acecha, inevitable, el
olvido.
Lucas
Itze.-
Algunos de las canciones que nos hicieron emocionar...
Nieblas del Riachuelo
Los cosos de al lao
Muchacha ojos de papel, homenaje a Spinetta
Pedacito de cielo
Basta de jardín de infantes
Atenti pebeta
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