EDITORIAL
Saben,
a veces entro en conflicto y me pregunto: ¿Cuánto tiempo más podré fingir que
controlo mi destino? ¿Cuánto más podré sostener esa falacia de que puedo
controlar lo que me pasa? ¿Cuánto más podré soportar el hecho de que a veces
procesar un instante me está costando la vida entera? En verdad ignoro la mayor
parte del mis días y me quedo solamente con lo que pienso, con lo que controlo,
eso de lo que soy consciente, a lo que le presto atención. De nada sirve
igualmente. Me siento tan en la pasividad. Tanto que muchas veces no dudo en
pensar que realmente soy espectador de mi propia vida.
A
veces me recuesto, cierro los ojos y me veo a través de la ventana, y de todas
las ventanas caminar hacia el supermercado donde a las 3 de la tarde tuve una
conversación al pasar con la cajera. Luego salgo y me veo tropezar desde un
auto y de otro. Luego desde el frente, luego desde un árbol y luego desde el
frente con otros ojos... ¿Es gracioso no? Soy un montón de ojos observando mi
accidentada existencia.
Así
de espectador me siento. Como lo que realmente es. Como si estuviera expectante
de lo que fuera a pasarme. ¿Por qué lo estaría si realmente controlara lo que
me pasa? ¿Eso ya no sería una historia no? Va tal vez podría pensarse a la
biblia como una historia, pero no pueden escribirse dos biblias. Si se entiende
lo que quiero decir.
Es
una especie de maligna mezcla entre azar y destino. Donde nunca sé qué acto mío
va a repercutir en el resto de mi vida. O a veces sí pero nunca es como se
piensa. En este sentido es como si uno entrara y saliera de escena. No me
pregunten cómo, si lo supiera tendría que ponerme a escribir una biblia.
El
hecho es que nuevamente llego a casa cierro los ojos y me veo pasar por la
ventana. Pienso en lo que sentiré, en lo que creo que voy a hacer y en lo que
termino haciendo. A veces cierro los ojos y me voy bien atrás en el tiempo.
Cuando todos vivíamos en la misma casa. Ahí donde todos éramos iguales. Luego
es como si todos repentinamente saliéramos por distintos lugares. Ventanas,
balcones y puertas. Miren no entiendo bien que es lo que estoy diciendo. Síganme
la corriente como a los locos. Pero siento como si unos salieron por la puerta
trasera y otros por la delantera. Pero todos somos uno. Nadie nos dijo por dónde
salir, simplemente salimos, en caída libre, como destinados a eso sin saber que
repercusión hay en ese pequeño camino tomado. Luego en escena tratando de
insistir en ese juego de improvisación de mal gusto y luego fuera de nuevo. El
hecho es que ¿cuánto puedo juzgarme y juzgar a otros desde este punto de vista?
Que quede la pregunta si alguien acepta este punto de vista...
¿Complicado,
no? No desespero y a veces sí. A veces me dejo llevar haciendo la plancha y a
veces resisto el embate de las olas.
Trato de entrar en escena en el momento
justo, a veces pasa (muy pocas) y generalmente no, aunque me cueste toda la
vida entender una y otra. A veces como que despierto y hay toda una sala en
silencio esperando que haga algo y medio dormido hago lo que puedo... Luego si hay cosas que se aprenden. Jamás
lancé una piedra y cayeron regalos como desde el cielo. Jamás insulté a alguien
y recibí gratitud... Pero no siempre busque amor y encontré amor, no siempre busque
amistad y la recibí...Es decir, no sé qué digo. Esto lo pienso ahora y algunas
otras veces en las que intento resistir la ola y termino arrastrado mar
adentro.
Saben,
a veces hacer la plancha duele menos
pero no te sentís vivo y las olas de la pasividad corroen el espíritu hasta la
locura. No me mal entiendan. Tampoco le encuentro salida a esto. No digo que
hay que hacer cualquier cosa para sentirse vivo. Pero siento como que salí de
aquella casa donde éramos todos juntos por una salida que no era ni la trasera
ni el balcón ni la ventana. No digo que salí por "donde se sale",
sino que no salí por ninguna de aquellas otras salidas y no puedo explicar por
qué. No me siento con la capacidad de decir que lo poco que amo de mi vida sea
por obra mía y lo demás también o al revés. Siento azar y pasividad, aunque
crea normalmente que esto haciendo.
Pasan
muchas cosas de tal manera que no logro procesarlas en este mismo instante. Es
tarde y debo llegar a casa, seguramente en un rato me veré vistiéndome y pasar
por la ventana camino hacia el bar. No me hagan caso, estas son palabras de un
loco.
Christian
Soria
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES PARA CAPOTE
Citando
probablemente a Mark Twain, Capote escribió alguna vez que de todas
las criaturas, el hombre es la más detestable. De toda la especie es el único,
absolutamente el único, en poseer malignidad. La más despreciable, la más
aborrecible de todos los instintos, de todas las pasiones: es la única criatura
que causa dolor para divertirse, aun sabiendo que es dolor. Realizando una
revisión rápida sobre la historia de los métodos punitivos diseñados por el
hombre desde la edad media a la modernidad, podemos establecer que en un
comienzo la pena impuesta se caracterizaba por ser aplicada en forma de suplicio,
sobre el cuerpo y de manera pública. Allí, las torturas que el pueblo ejercía
con el amparo de la ley sobre el reo, la degradación física, la violenta
purificación tanto de sus frustraciones como de la pena del condenado. Con el
desarrollo del pensamiento, el castigo fue sofisticándose hasta alcanzar
aquello incapaz de sanar. Así, entonces, el acto punitivo dejó de centrarse en
el castigo físico para concentrarse sobre la conducta del detenido. Se
levantaron cárceles tétricas, repletas de rejas y de espacios minúsculos,
faltos de luz y de horizontes. El castigo, mis amigos, la violencia del resto,
digo de aquellos a los que las leyes sí cuidan, aquellos para los que las leyes
fueron pensadas, se ejercerá ahora a través del aislamiento del reo, buscando
de esta manera castigar no ya su cuerpo, sino su alma. La libertad fue la gran
conquista del estado. Cedimos nuestra propia soberanía para sentirnos más
seguros. Le dimos la decisión al otro, para sentirnos más libres. Como nada
avanza de manera homogénea y ni siquiera lo hace hacia adelante, la modernidad
tardó en llegar a algunos lugares.
Para desgracia de todos, nuestra existencia
en ciertos lugares del mundo, aún depende del humor de un puñado de selectos,
tan enfermos como la sociedad a la que juzgan. Y fue hasta uno de estos
recintos donde se dirigió Truman Capote
para realizar la extensa investigación que culminaría en aquella obra que
reinventó la forma de hacer periodismo, que modificó el estilo de hacer
literatura. A sangre fría, como en
su momento lo hiciera Crimen y Castigo,
viene a cambiar el punto de vista para dejar al descubierto la elegante
violencia con la que se viste el castigo social. Esta maravillosa novela será
el punto de partida para el film Capote del director Bennet Miller. El relato se basará en la
intensa experiencia vivida por Truman al realizar la investigación periodística
para lo que sería un artículo más del New
Yorker y que culminaría luego en aquella novela que lo llevaría al
estrellato en el mundo literario. Capote, jugará con el título de la novela
invitando al lector a optar por alguno de los dos lados. Así, entonces, habrá
quienes entiendan que A sangre fría se refiere al modo en el que los asesinos
acabaron con sus víctimas, pero también estaremos los que veamos en aquel
titulo la crueldad con la que la sociedad entendió que debía acabar con los
asesinos. El relato guardará ciertas características del policial aunque se
verá una clara intención biográfica en su narrativa.
Asistiremos a algo a lo
que este pequeño grupete, al cual hoy le toca ocupar esta mesa, creía ya
extinto. No hablo de otra cosa sino de la composición actoral. Escasos son los
todos los adjetivos con los que cuenta este que les habla para calificar el
trabajo actoral de nuestro gran amigo Philip
Seymour Hoffman. Habrá allí una transformación en el habla, en lo corporal,
en lo gestual. Habrá allí puro trabajo condimentado, claro, con talento. La
cinta tomará su lugar (sin nombrarlo) al plantear una paleta de colores grises,
apagada y lúgubre para las escenas de la cárcel y otra mucho más colorida para
narrar la vida de Truman. Se marcará un claro contraste, aquella contradicción
que fue apagando la vida de Capote tras un naufragio de drogas y alcohol, al
poner sobre la mesa tanto la sensibilidad del escritor como la frivolidad en la
que se desarrollaba su mundo. Este que les habla, prefiere quedarse con aquel
costado sensible de nuestro amigo. Con aquella mirada capaz de llenar de
detalles ese oscuro lugar donde la sociedad, a través del estado, pasaba su
pincel con cal para homogenizarlo todo. Por su valentía, por cada una de las
palabras escritas y porque aun creemos que ciertas batallas no están perdidas,
es por lo que hoy levantamos nuestra copa y añoramos en secreto que nos
devuelvan cualquier día de estos, nuestra libertad.-
Lucas
Itze
Canción
post impresiones
También sonó el gran Charly
Homenajeamos a una banda histórica...
Nos fuimos con Ska-P
FICHA TÉCNICA
Título
original: Capote
Año:
2005
Duración:
110 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Bennett Miller
Guion:
Dan Futterman (Novela: Gerald Clarke)
Música:
Mychael Danna
Fotografía:
Adam Kimmel
Reparto: Philip Seymour
Hoffman, Catherine Keener, Clifton Collins Jr., Mark Pellegrino, Bruce
Greenwood, Chris Cooper, Bob Balaban
SINOPSIS
En
noviembre de 1959, Truman Capote lee una crónica del New York Times que relata
el sangriento asesinato de los cuatro miembros de la familia Clutter en su
granja de Kansas. Aunque sucesos similares aparecen en la prensa todos los
días, hay algo llama la atención del escritor y quiere utilizarlo para
demostrar una teoría: en manos de un escritor adecuado, la realidad puede ser
tan apasionante como la ficción. Consigue que el The New Yorker lo envíe a
Kansas con su amiga Harper Lee para cubrir el caso. Su voz aniñada, su
amaneramiento y su peculiar forma de vestir despiertan al principio la
hostilidad de los vecinos de la zona, pero Capote se gana pronto la confianza
de Alvin Dewey, el agente encargado de la investigación.
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