EDITORIAL
Ante
la ausencia del dato duro y concreto, ante esa deforestación severa que es el
olvido, resistirá sin dudas, aquel dato tan incorpóreo como preciso, aquella
información que navegará en nuestra ayuda por el torrente sanguíneo del deseo y
que sabe vestir las roídas ropas del tiempo. Hablo, mis amigos, de aquel dato
insoportablemente puro, aquel que solo llegara a través de nuestros sentidos.
Entonces la anécdota toma otro valor y la importancia sobre las cosas, otro
rumbo. No recuerdo el día y menos la hora. Tampoco hay mes, aunque puedo
intuirlo. De todas maneras, estas ausencias carecen de importancia para la
construcción de aquella imagen sucia de olvido. Lo que sí importa es que recuerdo
aquel calor calcinante que encendía el asfalto y nuestras miradas. Y que al
instante, apareció tu sonrisa que invito a la mía, que ya estaba cansada, y
bailaron junto a una brisa perdida y bondadosa. Y después importaron tus
mejillas encendidas de pasión, y tu mano y la mía que buscaron juntas refugio
ante la temible ira del dios, que volcaría en su naufragio otras tres pequeñas
risas que vendrían a hacer trizas nuestro pequeño y frágil universo. Y ahí,
entonces, nos haríamos cómplices jugando inocentes en aquel patio de la
existencia. Y vendrían las promesas, que buscarían eternizar desesperadamente
algo que moría a cada instante. Nos consolaba un “para siempre” dicho con
ensayada sinceridad, dicho con aquel temor genuino del que en realidad está pidiendo
auxilio. Y aunque juramos no salvarnos nunca, y entregar nuestro cuerpo a las
brasas mismas que encendían aquel misterio que rodea al ser, y morirnos en cada
poema, en cada caricia, y nos juramos en silencio no atesorar con avaricia el
pasado, ni joder el futuro con la torpeza de nuestros planes… aunque lo
intentamos con unas fuerzas que no teníamos, el miedo finalmente pudo más, y
nos traicionamos a la vuelta de la esquina de nuestra propia historia.
Y un
día, descubrimos con profunda desilusión, que habíamos hecho de esta aventura,
un lugar seguro. Allí estaba ante nuestros ojos, la peor de las traiciones.
Allí estábamos nosotros, ya cansados, simulando sorpresas, agendando
contratiempos, tan lejos del bosque. Y tampoco recuerdo el día, ni la hora o el
mes, pero sí recuerdo que nos miramos y que los dos llorábamos. Y que llorábamos
hacía días, y que inundamos las habitaciones con llanto. Todos los canteros y
todos los floreros tenían nuestro llanto. Y por un instante, hasta nos tuvimos
miedo. Y creo que te lo dije y entonces te abrazaste a lo único seco que
quedaba en la casa y lloraste más fuerte. Lloraste con todo el cuerpo. Te
olvidaste de todo llorando. Y te abrace jurándome que si te caías, me caería
con vos, y te rodee todo el cuerpo y me preparé a tu lado para aquel salto
hacia la oscuridad pavorosa de nuestro abismo. Pero entonces volvimos a vernos…
con ese miedo intacto de cuando éramos chicos, con la misma sorpresa de aquella
vez que nos conocimos. Y nos vimos, y ya no sabíamos más nada. Nos descubrimos
solos, tan solos como siempre estuvimos. Me miraste con los ojos aun húmedos,
aun rojos, me miraste desde los escombros de la tristeza, y entonces te reíste.
Y fue una risa nueva, que invito a la mía que estaba escondida y temblando,
muerta del susto. No recuerdo el día, ni tampoco la hora, pero sí recuerdo que
aquella fue la vez que volvimos a caminar, una vez más, juntos.-
Lucas
Itze.-
Canción post editorial
IMPRESIONES SOBRE HER
La
noche oscurece de repente. Todos los contornos que cubrían el sol
desaparecieron como por arte de magia. La luna se terminó escondiendo detrás de
unas nefastas nubes grises que no dejan atrapar los sueños. El árbol, tan
verde, tan lleno de vida, empezó a dejar caer hojas secas ante la primer
ventisca. El silencio de repente lo acaparó todo. Las voces que se escuchaban a
lo lejos eran como moscas queriendo revolotear sobre frutas secas. El fuego
había crecido demasiado rápido y se había expandido hacia lugares inesperados.
Las llamas se avivaban de una manera salvaje, a medida que el tiempo se
escurría. Las lluvias y los vientos intentaron apagarlo, pero siempre aparecía
esa chispa de esperanza al final de todo. Ese fuego descubrió un sentimiento
perfectamente logrado, incapaz de repetirse. Serán jirones disfrazados de
llamas infinitas, aunque sabremos perfectamente que será sólo una fotocopia
lograda con esmero. Y cuando esa última chispa se apague... ¿Qué hacemos? La
soledad, fiel compañera en muchas ocasiones de la vida, estará ahí otra vez,
riéndose en tu cara. Como esa cara que aparece en un tremendo primer plano y
recita cartas de amor, en el film Her
de Spike Jonze. Así aparece Theodore, con esos anteojos como
pasados de moda, y unos bigotes de otra época. Descubrimos que trabaja en una
empresa como escritor de cartas para otras personas, y no hace falta mucho para
darnos cuenta lo que le pesa su soledad en ese primer viaje en el ascensor,
donde busca reproducir canciones melancólicas.
El
director nos empuja a un futuro muy tecnológico, en una especie de film
romántico-distópico. La carga de la película está representada magistralmente
en la actuación de Joaquin Phoenix,
como ese hombre a punto de divorciarse que busca escaparle a la soledad. Lo
logrará cuando compre un ordenador que contiene un sistema operativo de
Inteligencia Artificial, capaz de relacionarse y evolucionar de tal forma que
termine pareciendo humana.
Samantha
será la que logre reavivar esas cenizas que creía apagadas. No será necesario
un contacto físico, pero será más real que muchas relaciones humanas. ¿O acaso
hay algo más real que esa escena de sexo, sobre ese fondo negro, en una escena
maravillosamente romántica, entre un ser humano y un sistema operativo?
El
film será también una crítica a esa sociedad híper comunicada, donde hoy vemos
gente que se tropieza mientras tiene los ojos pegados al celular y en el futuro
los veremos dialogando con personas virtuales, olvidando la simpleza de ciertas
charlas.
Jonze
nos llevará por un camino lineal, mezclado con algunos flashbacks que nos
mostrarán los recuerdos de la vida de Theodore con Catherine. La fotografía
será intensa, con marcados colores en rojo. El encargado, Hoyte Van Hoytema, aseguró que trató de eliminar los colores azules
casi por completo, algo que está muy relacionado a las películas futuristas,
para darle más identidad al resto de los colores. La música, en su mayoría
interpretada por Arcade Fire,
envuelve toda la trama, con el pico máximo en la escena donde Theodore toca el
ukelele, mientras la hermosa voz de Scarlett
Johanson hace el resto. La musa de Woody
Allen demuestra que no hace falta estar en pantalla para hacer un gran
papel, ya que se mimetiza por completo con el personaje encarnado en Samantha.
Theodore,
en tanto, se irá enamorando de Samantha, como haría cualquiera de nosotros, los
que buscamos lo distinto en esas pequeñas cosas, un dialogo, un chiste, una
mueca de cariño.
Lo
real y lo virtual se mezclarán tanto que por un momento parecerá no haber
diferencia. Nuestro héroe volverá a sentir algo que creía perdido, pero
descubrirá, una vez más, que el amor también duele, y cuando menos uno se
imagina, te da un golpe de nocaut. El guion es un manojo de frases excelentes,
pero me quedo con esa que dice el protagonista: “El corazón no es como una caja que se llena. Crece en tamaño mientras
más amas”. Y el de nuestro protagonista se agranda con el paso del film,
tanto, que ante un revés, le es casi imposible curarlo. Jonze nos lleva por un
subibaja de emociones, y Phoenix lo interpreta perfectamente. Con él sufrimos,
lloramos, nos desilusionamos y hasta soltamos carcajadas cuando el muñequito
virtual de su juego preferido se pone furioso. Quizás, porque encontramos en
él, ese personaje que nos devuelve un espejo nuestro, en las largas noches de
soledad.
Marcelo
De Nicola.-
Canción post impresiones
La voz de Scarlett...
Y nos fuimos así...
UNIVERSO JONZE
Spike Jonze
nació bajo el nombre de Adam Spriegel, en Maryland el 22 de octubre de 1969. En
los 90, se convirtió en uno de los grandes directores de videos musicales, de
bandas como Beastie Boys, Sonic Youth,
Chemical Brothers, REM, Björk, Weezer, entre otras.
Su
primera película llegó en 1999, con la colaboración de Charlie Kauffman y
sorprendió a propios y extraños: Quieres
ser John Malkovich, donde un titiritero interpretado por John Cusack, encontraba un piso en
donde accedía al cerebro del mismísimo John
Malkovich. Nominado a los Oscar y Globo de Oro como mejor director, y mejor
guión original.
En
2002 llega Adaptation, nuevamente en
dupla con Kauffman, una gran
historia autobiográfica sobre un guionista un poco confundido, que confundió,
paradójicamente, hasta a los propios profesionales que eligen los Oscar, que lo nominaron a Kauffman y a su hermano ficticio a mejor guion...
Apareció
en 2009 con el film fantástico Donde
viven los monstruos, esta vez con guión propio, la película, basada en un
cuento infantil, recibió críticas dispares.
Un
año después filmó I´m Here, una
historia de amor entre dos robots, que obtuvo muy buenas críticas, que fue una
especie de adelanto de Her…
FICHA TÉCNICA
Título
original: Her
Año:
2013
Duración:
126 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Spike Jonze
Guión:
Spike Jonze
Música:
Arcade Fire, Owen Pallett
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Reparto: Joaquin Phoenix,
Scarlett Johansson, Amy Adams, Rooney Mara, Olivia Wilde, Chris Pratt, Sam
Jaeger, Portia Doubleday, Katherine Boecher, Alia Janine, Matt Letscher
SINOPSIS
En
un futuro cercano, Theodore, un hombre solitario a punto de divorciarse que
trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas, compra
un día un nuevo sistema operativo basado en el modelo de Inteligencia
Artificial, diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario. Para su
sorpresa, se crea una relación romántica entre él y Samantha, la voz femenina
de ese sistema operativo.
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