EDITORIAL
Las
hojas de los árboles se mueven lentamente al compás de los susurros del viento.
Las cenizas de esa romántica fogata empiezan a ser una simple evocación de lo
vivido, como las miles de palabras escritas en el aire. Las estrellas se
empiezan a apagar con el correr de la noche, mientras los recuerdos van
invadiendo la memoria.
Una
hermosa silueta, empieza a hacerse polvo en una habitación inerte,
descorazonada ante tanta miseria y paredes descascaradas. Un último suspiro
será el primer paso hacia un viaje tantas veces imaginado, con forma de luces
blancas, y repleto de experiencias vividas, mientras en alguna parte, una
pequeña lágrima intenta escaparse de un laberinto de poros, y termina su vida
estrellada contra la seda de un pañuelo.
Viajamos
por nuestra mente para invocar esos fantasmas del pasado que nos muestren
aquellos satélites de amor que vigilaban nuestra galaxia. Vemos esa sonrisa
implacable ante cada momento de placer que arrugaba sábanas desnudas por
arrebatos de pasión. Sentimos esos gritos de lujuria marcados a fuego por el
ardor de los cuerpos, embebidos en el romanticismo más puro. Olemos el perfume
de los cabellos al viento, revoloteando como pájaros que celebran la libertad.
Todo
porque un día, nos encontramos de repente siendo la misma persona, jurando amor
eterno, hasta que llegue la despedida. Esa que nunca pensamos que llegaría ya
que eso es para los que no tienen nada, los que piden limosna por un centavo de
cariño.
Un
amor entregado al son de las risas alegres. Un amor preso de breves llantos
desconsolados. Un amor testigo de las caricias y de las peleas perdidas por
nocaut. Un amor como son todos los amores, y tan distintos también. Un amor al
que no vencerá ni la propia muerte, aunque ella siempre tenga una carcajada en
el bolsillo.
Y
así nos encontramos un día, jugando nuestra propia final, en el medio de un
bosque frío y despoblado, repleto de hojas muertas esperando volar hacia
ninguna parte, quizás para encontrar esas almas que divagan esperando que
alguien les tienda una mano, para encontrar el significado de porque el
viento se levanta…
Marcelo
De Nicola.-
Canción
post editorial
IMPRESIONES SOBRE EL
VIENTO SE LEVANTA
Un
día, sin demasiado aviso, nos damos cuenta que el tiempo pasó. Y nos damos
cuenta así, en pasado, cuando ya es demasiado tarde. Cuando ya este cuerpo
llora de pena al sentir el dolor de no poder salir a jugar cuando lo desea.
Aquellos que jugaban y perdían sus mentes más allá de cualquier límite, hoy los
vemos pasar vistiendo sus trajes de adultos. Están allí, especulando,
atravesados por los muros del tiempo, paseándose por las calles con los pesados
problemas de alguien que finalmente decidió crecer. Lo dicen sus caras. Está
escrito en sus ojos, en sus bocas. Lejos quedo la inocencia, la némesis de
mares desbordantes, las aventuras en mundos mágicos, las charlas con brujas, el
montar lobos a través de bosques frondosos, el luchar junto a los animales
contra las verdaderas bestias, esos tipos monstruosos que buscaban matar al
bosque. No hay vestigios siquiera, de aquello de enamorarse perdidamente de un
dragón, y no de cualquier dragón, un dragón especial, uno que antes fue un río,
o de vencer cualquier hechizo, abrazados al corazón llameante de un niño.
Ahora
ellos fuman. Largan por sus bocas el fatídico humo de un mundo que no
comprenden, de un mundo del que no son parte y en el que quedaron varados al
perder de vista aquella puerta hacia la fantasía. Fuman el nervio de las cosas
nimias y fuman también el vacío existencial. Fuman todo el tiempo, y no
duermen, e intentan y no les sale, y el mundo enloquece de una manera absurda a
cada instante. Ahora solo queda el sueño como único refugio para buscar
respuestas, o para ir a buscarte y despedirnos, despedirnos para siempre. “El
viento se levanta” será una despedida. La despedida de un caballero, que quizás
haya pensado lo que Barrie y haya resuelto seguir jugando en secreto. “El
viento se levanta, es que intenta vivir” dirá la placa de inicio,
citando los primeros versos de la última estrofa de aquel extenso poema de Paul
Valery llamado “El cementerio marino”. Allí quizás
la premisa, el tema, el eje que guiara a Jiro a través de la curva dramática
del relato. Él buscara todo el tiempo levantarse, levantarse de aquella hora
que nunca brilla, de todos esos intentos fallidos, de la soledad de ver al
mundo a través de unos ojos que miran distinto, del temor a la muerte.
El film
poseerá una fotografía extraordinaria, repleta de encuadres poéticamente
compuestos, con colores intensos y vivos. La estructura del relato no será
lineal, ya que estará repleta de flashes oníricos, aquellas escenas donde brillará
con más intensidad la mirada de Hayao
Miyazaki. Sera quizás uno de los films más realistas del realizador, en
donde se hablará de la guerra, las miserias del hombre, la pérdida, la
mezquindad humana, ya sin aquella caricia poética de la metáfora. El mensaje
estará allí, delante de nuestros ojos, con la crudeza propia de los hechos
históricos. Jiro, terminará despidiéndose de Nahoko, quien desaparecerá en
aquel prado de sus sueños, y al verla partir, él simplemente dirá gracias.
Entenderemos aquella despedida como una mucho más grande, y esto hará que su
peso se duplique. Será el propio director, quien a través de su personaje, nos
diga gracias y se despida de nosotros sencillamente. A quienes nos toca ocupar
hoy esta mesa, no nos queda más que levantar nuestra copa y desearle la mejor
de las vidas. Lo despedimos como se despide a un amigo, con aquella dulce
tristeza que dejan las tareas concluidas, pero siempre dejando su lugar en la
mesa, por si algún día se le ocurriera volver. Defenderemos el sueño y la fantasía hasta el último momento, es una
promesa.
Lucas
Itze.-
Canción post impresiones
Algo de música japonesa...
UNIVERSO MIYAZAKI
Nacido
en Japón el 5 de enero de 1941, Miyazaki
es sinónimo de éxito y talento.
Después de crear un de series de TV junto a su coequiper
Isao Takahata, en 1979 debutó con el film El
castillo de Cagliostro.
En 1984 empezó a hacerse más conocido con Nausicäa del valle, una película de
índole apocalíptica.
En 1986 llegó El
castillo en el cielo, y dos años después uno de sus grandes clásicos: Mi vecino Totoro.
En 1989 llega Nicky,
la aprendiza de bruja. Y más tarde llegaron títulos como Porco Rosso (1992); además de un par de
cortometrajes, pero fue en 1997 cuando dio que hablar nuevamente con La Princesa Mononoke, que para muchos
es una obra maestra.
En 2003 llega su película más conocida, El viaje de Chihiro, que lo termina de
lanzar al estrellato.
En 2004 filmó El
castillo ambulante, y otra vez se llevó varios premios y nominaciones.
En 2006 apareció Ponyo
en el acantilado, que tuvo buenas críticas aunque no tanta repercusión.
Con El viento se levanta, se
despide a lo grande del cine. Lo vamos a extrañar…
Murasaki, gran banda del Japón
Y nos fuimos con un gran cover...
FICHA TÉCNICA
Título original: Sen to Chihiro
no kamikakushi (Spirited Away)
Año:
2001
Duración:
124 min.
País:
Japón
Director:
Hayao Miyazaki
Guión:
Hayao Miyazaki
Música:
Joe Hisaishi
Fotografía:
Atsushi Okui
SINOPSIS
Chihiro
es una niña de diez años que viaja en coche con sus padres. Después de
atravesar un túnel, llegan a un mundo fantástico, en el que no hay lugar para
los seres humanos, sólo para los dioses de primera y segunda clase. Cuando
descubre que sus padres han sido convertidos en cerdos, Chihiro se siente muy
sola y asustada.
Trailer
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