martes, 9 de diciembre de 2014

RECUERDOS


EDITORIAL

¿En qué tren llegamos a esta estación que llamamos vida? Todos tenemos la esperanza de haber abordado aquel en el que se celebra una gran fiesta que, en definitiva, es lo único que se puede hacer con tanta vida de más. En ése en el que se pregunta por aquella palabra extraña llamada necesidad. El tren de la televisión que te abraza y la memoria renga. Aquel bólido de motor puntual y asistencia perfecta. Conductas irreprochables de los que cortan el boleto cagándose de risa en la cara de los estúpidos pasajeros. Pasajeros al azar, pasajeros porque sí. Y vos, que no tenés nada que hacer en ese lugar, de repente te cansas de ver siempre la misma película. Aquella en el que se aplaude al héroe entre la multitud. Aburre aquel beso, repetido hasta el vómito, en medio de la tormenta. No sentís orgullo de aquel viejo que se animó a la última y única aventura con la rodilla rota y la próstata por el piso. Detestás la idea de la esperanza del último suspiro por que la muerte acecha. El placer del premio consuelo, la medallita con papel autoadhesivo. Pura mierda… 


En el tren de al lado ves que la gente sabe bajarse a tirarle piedras a ese estúpido vagón de ventanas rotas. Cargado de pastillas y olor a alcohol. Nunca habías observado a una vida irse de manera tan violenta y hermosa hasta que te fijaste en el tren de los rieles paralelos. En esos vagones las lágrimas son saladas de verdad y vale la pena ahogarse en ellas. Porque la suerte en verdad les pateó el culo y los dejó adormecidos desde la primer hasta la última estación. Porque las cartas que llevan en sus manos son la única posibilidad que tienen de ganar la partida. La música es música porque así lo reflejan sus sonrisas ¿Quién necesita la novelita para sentir algo? En el tren de los lujos se llora al cuadripléjico salir campeón del baile y el señor pasajero siente miedo de perder su aburrida existencia por las manos de aquella gente indeseable. Ni siquiera se dan cuenta de que las vías de ambas formaciones se dirigen al mismo basural. Descorchan, victoriosos, que el tren de al lado acelera pasionalmente a carcajadas y se pierde en la noche haciéndose un punto en el horizonte. Y temen por sus cuentas, por su tecnología acechada por el paso de los días. El tren, a efecto de aquel temor, se ralentiza y con él los latidos de los corazones de aquellas personas que solo se acercan al sentido de la vida cuando hablan de aquella formación perfectamente imperfecta que vieron pasar velozmente por al lado casi sin darse cuenta. Puede haber muchas miserias en esos relatos, mucho dolor y sangre envenenada pero es necesario que se hable de aquel tren a toda velocidad. Que pasa como la luz más incandescente. Es necesario, además, porque las vidas del tren festivo no valdrían nada si en algún momento se desprendieran de aquellos recuerdos…

Alan Beneitez

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE RECUERDOS


¿A dónde están aquellos versos que rugen? ¿Qué desierto alejó tu nombre de todos los poemas? Las pinturas bajan su mirada y se esconden, tímidas, en el frio abrazo de la distancia. ¿Es que se acabaron los espejos en esta galería? Plumas blancas sobre cadáveres al costado de un camino. Aquellos bellos cuerpos fríos se esfuerzan por hablarme. Sus bocas destrozadas intentan, aunque sea, murmurar mi nombre. Su esfuerzo ya no me conmueve. ¿Es que ya nadie se acuerda de mis lágrimas? Camino entre los cuerpos buscando el tuyo, temiendo encontrar el mío. 


La tierra levanta cierto polvo que dificulta ver el fondo. Ese es el truco. ¿Hasta dónde pensaban llegar con esas pobres chispas de pólvora húmeda? ¿Es que en serio no ven que el mundo continúa; acentuando las distancias; olvidando para siempre los nombres de nuestros amigos? Busco con pena, entre los escombros, los restos de aquellos puentes amarillos. Veo los pájaros asustados, volar hacia las jaulas. Sus alas ensangrentadas, heridas de muerte, golpean sobre los nefastos hierros de sus celdas. El ruido hiela mi alma. No hay cuerpo que genere sombra. La tarde se apaga en mi muerte. Evoco aquel consejo: transformar lo cotidiano en símbolos, transformarlo en algo que pueda perdurar en la memoria de los hombres. ¿Será que habremos arruinado todos los recuerdos? Digo esto como si aún poseamos alguno. Digo esto creyendo, todavía, saber lo que es recordar, o peor aún, lo digo, quizás, en el frustrado intento de aquel juego con el tiempo, en la inútil búsqueda de aquellas marcas de lo loable. Sandy Bates derrama estas mismas lágrimas, aunque desde un análisis mucho más profundo y poético llamado “Stardust Memories”, firmado y actuado por un compañero de esta mesa, el señor Woody Allen. Quizás una de las películas más profundas de Allen. Quizás la más catártica. 


Tomará como base del relato al film “Fellini 8 y ½”. Federico, aquel pilar. Aquel doble espejo, en donde Allen ve reflejado tanto lo maravilloso de lo estético como también lo inalcanzable. Esta apreciación se mantendría intacta si de Bergman habláramos. Stardust Memories¸ como también lo hiciera la ya citada película de Fellini, viene a contar la crisis de un artista, que no es otra que la crisis sufrida por el mismo Allen en aquella época. Luego de “El Dormilón”, hablo del año 1973, la narrativa de Woody Allen varía buscando mayor profundidad en el análisis, en la trama, escapando a la estructura de sketch televisivo. Aparecerá, entonces, Love and Death, marcando el inicio de este camino, el cual se ira intensificando en los años consecutivos con Annie Hall, Interiores y Manhattan. Por allí, olerá a Shakespeare y Bergman, otros pilares de nuestro gran amigo. Este punto de giro en la búsqueda artística de Allen está claramente reflejado en Stardust Memories. Veremos en el relato la presión ejercida por la productora, por el público, hasta por sus padres, exigiendo el retorno a la comedia más pura, al chiste como finalidad. Aparecerá la realidad social como un peso más en la angustiosa carga del protagonista. Los relatos comprendidos en este nuevo periodo, estarán presentes dentro del film con la sutil aparición de sus personajes adornando escenas, interactuando mínimamente con el protagonista, solo para recordar al ojo despierto sobre lo que realmente estamos hablando. El film contará con una extraordinaria fotografía, la cual estará a cargo de Gordon Willis. Se trabajará el blanco y negro y se remarcará con precisión los distintos cambios en el estado de ánimo de Bates a través del encuadre de cámara. 


El relato no será lineal, ya que el protagonista evocará rupturas amorosas, jornadas de rodajes las cuales serán narradas mediante el uso del racconto. Stardust Memories, relatará las horrendas presiones sufridas por un autor en crisis. Se le exigirá al protagonista ser otro que ya no es. Quizás en este reclamo, veamos justificado aquel apellido Hitchcockiano elegido por Allen para el protagonista de la obra, que no hace más que remitirnos al personaje de “Psicosis”. Tal vez allí este reflejada la dolorosa carga que implica aquella añosa lucha entre el deseo y el deber. Sandy Bates, finalmente, terminará cediendo su visión y todo culminará en un final con beso. Pero Allen destacará la ironía de la vida al mostrar al público, conformado por los mismos personajes del film, levantarse de la sala de proyección discutiendo sobre las profundidades narradas en el relato. Bates aparecerá en la soledad de la sala, se pondrá unas gafas negras y se ira melancólicamente, como un recuerdo de alguien que se aventura a la evocación desde las sucias páginas de los libros de la buena memoria.

Lucas Itze

Canción post impresiones


También sonó


Y según la Rolling Stone, el puesto nº 2 de la historia


Algo de los Beatles no podía faltar


Homenaje al Chavo, con los recuerdos de tantas sonrisas

  

FICHA TÉCNICA

Título original: Stardust Memories
Año: 1980
Duración: 90 min.
País: Estados Unidos
Director: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Música: Varios
Fotografía: Gordon Willis (B&W)
Reparto: Woody Allen, Charlotte Rampling, Jessica Harper, Marie-Christine Barrault, Tony Roberts, Daniel Stern, Amy Wright, Helen Hanft, John Rothman, Anne DeSalvo, Joan Neuman, Sharon Stone

Argumento

Sandy Bates (Allen) es un cineasta cansado de hacer películas cómicas. En un mal momento de su vida, los ejecutivos de un estudio quieren cortar el final desesperado de su próxima película para hacerlo más comercial. Al mismo tiempo, es invitado a un festival de retrospectiva de sus películas, donde es asediado por fanáticos.

Ahí conoce a Daisy (Jessica Harper), una violinista que le recuerda a una ex novia problemática, Dorrie (Charlotte Rampling), pero su novia francesa Isobel (Marie-Christine Barrault) lo visita con sus dos hijos. Incapaz de decidirse a quién amar, qué nuevo final poner para su película y lidiar con sus demonios del pasado (revividos mediante las preguntas de los fans y por la proyección de sus películas), fantasea acerca de su propia muerte y promete a Isobel reescribir no sólo el final de su película, sino su vida. La película cierra con los protagonistas saliendo de la sala de proyección del festival, comentando la película misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario