Programa 67 (01/08/2014)
EDITORIAL
Mirar con los honestos ojos del pasado para
comprender un presente que vive y muere constantemente siempre será la manera
más difícil de prepararse para un futuro en el cual se puedan observar cosas
más interesantes. Como ver tus pieles muertas a un costado del camino, poder
observar aquello es parte de ese futuro. Mirar desde la colina más alta
alcanzada hasta ahora y verte comiéndote el cerebro por ser otra persona tan
distinta a lo que sos en este instante para volver a cambiar nuevamente y así
volver a recorrer ese espiral infinito que es uno mismo.
Poder observar sinceramente para
convencerte de que no sos quien quieren que seas porque ya te cansaste de
pelear con tu yo automático, obediente y rutinario. Ahora lo que queres es que
el destino no sea solo una esperanza sino un hecho que se construye desde la
lucha a lo establecido. Que tus anhelos no sean solamente cosas materiales sino
poder llegar a comprender algo de todo esto. Poder darle un nombre a lo que
solamente comprendes vos y que el resto llama de la misma manera. Ver la
riqueza en una mesa con buenos amigos y largas conversaciones, en el cabello de
ella reposado en tu almohada, en la sonrisa de los niños, en unas manos
interpretando agradablemente alguna melodía. En aquellos que asisten siempre al
buen humor sin importar las circunstancias.
¿Quién puede acaso saber quiénes somos,
de donde vinimos, cual es el mundo que nos rodea a diario si ni siquiera lo
sabemos nosotros mismos? Aunque tenemos siempre al alcance de la mano el pasaje
a otro ser, a otras preguntas, a otras situaciones y sin embargo no subimos a
aquellos trenes porque tememos al arrepentimiento, a creer que siempre debemos
comportarnos de la misma manera, a la soledad que transforma en infinito cada
segundo de la noche. Nos apresuramos,
quizás porque tenemos instalado en la conciencia que hay un final para cada uno
de nosotros. Entonces es cuando nos aferramos a la ignorancia, a aquel trabajo
en el que lo único que sentimos es al mundo caernos encima convenciéndonos que
aquel es nuestro lugar y no otro. Que las fronteras están donde termina la
vista y no más allá.
Quizás nos apresuramos en buscar la
claridad a través de otros ojos cuando ni siquiera aprendimos a ver con los
nuestros. Será miedo, será comodidad, será que deba ser así, yo no lo creo. No
lo quiero creer porque sino no tendría significado para mi seguir viviendo de
esta manera. Creo en la sociedad pero no en las ataduras. Creo en aquellos que
te alientan a seguir de este modo cuando expones ante ellos tus miserias más
profundas mientras te avergonzas por haber dejado que otros construyeran
libremente tus ideas sin preguntarte por muchos años si todo aquello tenía que
ser así de simple; pero aquella simpleza y pasividad te hicieron esta persona
que quizás no tenga la respuesta a todo pero que sin embargo puede percibir las
mentiras a través de los ojos ajenos. Siento una gran alegría por todo esto.
Seguramente nos encontremos al final de la vida en otra colina y recordaras que
alguna vez escribiste estos párrafos y reirás alegre por las palabras que te
estoy dedicando ahora. Entonces serás otro, aunque siempre escuchando “al
lado del camino” redescubriendo la verdad y el secreto de sus ojos…
Alan
Beneitez
Canción
elegida para la Editorial
IMPRESIONES SOBRE EL
SECRETO DE SUS OJOS
Una
estación de tren, las imágenes se ven borrosas, las manos se tocan, se sienten,
aunque esté esa ventanilla vidriada de por medio… El tren arranca, ella se
queda esperando la nada misma, un vacío, quizás, irremediable… Así arranca la
maravillosa El secreto de sus ojos, multipremiada película de ese gran contador
de historias que es Juan José Campanella. Basada en una novela del escritor
contemporáneo Eduardo Sacheri, titulado La pregunta de sus ojos, Campanella
(con ayuda del mismo Sacheri en el guion) nos cuenta la vida de Benjamín
Espósito, interpretado por un Ricardo Darín excelso, un Oficial de un Juzgado
de Buenos Aires, quien decide escribir una novela sobre un brutal asesinato que
sucedió hace 25 años, en 1974 más precisamente, y todavía lo sigue
martirizando. A partir de ahí, el film recurrirá a varios flashbacks, que nos
irán introduciendo primero en la escena del crimen, y luego, en todas las
aristas del caso. La película irá del pasado al presente (y viceversa) todo el
tiempo y nos tendrá en vilo en todo momento. El policial negro, el suspenso, y
hasta los toques de comedia a los que nos tiene acostumbrados el director,
harán el resto.
Un
muy buen guion, ayudado por la música de Federico Jusid y la excelente
fotografía de Félix Monte, harán más real el film. Sin dudas, el plano
secuencia que comienza con la vista de la cancha de Huracán y termina en los
pasillos del estadio, cuando dan con el asesino que escapa, hasta que
finalmente es retenido por la policía, es uno de las mejores escenas del cine
argentino (planos que nos remiten a El resplandor de Kubrick, o a Sed de mal de
Orson Welles). Escena que el mismo Campanella contó que fue retocada
digitalmente con el software con el que se recrearon multitudes en El Señor de
los anillos.
Las
actuaciones de los demás protagonistas están a la altura del film. Guillermo
Francella dejando de lado el cómico que todos conocemos, encarna a un
entrañable Pablo Sandoval, tan gentil como alcohólico, sin necesidad de
exagerar el personaje. Soledad Villamil demuestra porque es una de las mejores
actrices de su generación (los que vimos series como Vulnerables, Culpables o
Locas de amor, estamos acostumbrados a su talento), y lo demuestra con la
excelente escena del interrogatorio. Javier Godino (Isidoro Gómez, el asesino)
y Pablo Rago (Ricardo Morales, el viudo) también bordan sus papeles con gran
altitud. Y ahí nos detenemos…
Porque
además de la trama jurídica, es el amor, como siempre, el que juega un papel
fundamental en esta historia. El amor de Benjamín a Irene, con esas miradas que
hablan más que las propias palabras, lo dicen todo. Y nos retorcemos de bronca
cuando Romano, ese ser despreciable que sólo le interesa quedar bien con los
poderes de turno, le espeta un: ella es inalcanzable para usted…
O
el amor incondicional de Morales, ese viudo que pasa horas y horas apostado en
las diferentes terminales de trenes, para dar con el asesino de su amada. Un
empleado bancario que nunca se olvidó de ella, y que según Benjamín, nunca vio
tanto amor hacia otro, y él no quiere pagarle con la misma moneda, sino que
cumpla una sentencia…
Y
de repente, llega el final… el asesino encerrado en una jaula en un campo, como
si se tratase de un animal y una frase para la eternidad: por lo menos dígale
que me hable, es lo que le dice a Benjamín, mientras Morales le recuerda que él
le había dicho que la condena era la cadena perpetua. Y nos quedamos sin
palabras, al igual que Benjamín, que con esto, termina la historia de su
novela, así como también empezará a pensar en el desenlace de su vida personal
junto a Irene.
Nadie
va a decir nada, el círculo se va cerrando, mientras cada uno sigue su camino,
como si cada uno, hubiese firmado un pacto para vivir…
Marcelo
De Nicola
Canción
post análisis
También acá, vivimos día a día
Y nos despedimos soñando esos ojos rojos
FICHA TÉCNICA
Título
original: El secreto de sus ojos
Año:
2009
Duración:
126 min.
País:
Argentina
Director:
Juan José Campanella
Guión:
Juan José Campanella, Eduardo Sacheri
Música:
Federico Jusid, Emilio Kauderer
Fotografía:
Félix Monti
Reparto:
Ricardo Darín, Soledad Villamil, Guillermo Francella, Pablo Rago, Javier
Godino, José Luis Gioia, Mario Alarcón, Mariano Argento, Kiko Cerone, David Di
Nápoli
Sinopsis
Argentina,
años 70. Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos
Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido treinta
años antes, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y
protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de
una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años.
Trailer
No hay comentarios:
Publicar un comentario