SINOPSIS
El objetivo de Andrew Neiman (Miles Teller), un joven
y ambicioso baterista de jazz, es triunfar en el elitista Conservatorio de
Música de la Costa Este. Marcado por el fracaso de la carrera literaria de su
padre, Andrew alberga sueños de grandeza. Terence Fletcher (J.K. Simmons), un
profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de
enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio. Cuando Fletcher
elige a Andrew para formar parte del grupo, la vida del joven cambiará.
(FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Arrancar este programa hoy para mí no es tarea fácil. Yo, el más corazonado de los hombres y por el más, también el más amargo como me calificó alguna vez Hernández sin saberlo. Pero habitémonos hoy, aquí y ahora. Démonos la oportunidad de estar acá y compartirnos. De abrazarnos fraternalmente sin más adjetivos. Con ese basta. Abrazarnos fraternalmente, en ese gesto donde uno se funde con el otro sin importar el motivo. No importa si es festejo o lamento. Es siempre una celebración el latir de corazones al unísono, como cuando estábamos dentro del vientre materno y vibrábamos con mamá. Tum Tum, Tum Tum al mismo tiempo, sin palabras, sin preguntas, sin sentencias. Éramos música. Nacimos música. Tum Tum, Tum Tum ahí está ese ritmo que nos alegraba, nos calmaba, nos hacía sentir en casa. Sentirse en casa es sentirse seguro, cálido, sentirse protegido, cuidado, aislado del peligro, eso es casa. Casa no es casa, digo la casa física. Casa es una mirada, es un abrazo, un llamado a tiempo, una palabra que nos saca de nosotros mismo, unos ojos brujos que juran no irse jamás. Eso es casa. Tum Tum, Tum Tum… estos días estuve varias veces en casa, en lugares distinto, con gente que no me lo esperaba. Creo, aunque quizás no lo parezca, estar en casa en este mismo momento. Sentado en esta silla, con estas luces potentes y este micrófono que me amplifica lo que quisiera callar. Como bien sabemos, la conexión con aquel ritmo primordial un día, naturalmente, se corta. Brutalmente somos arrancados de aquel espacio tan nuestro, tan íntimo y pacífico.
Ese espacio de conexión tan intenso, con aquel ritmo inolvidable que buscaremos reproducir la vida entera, desaparecerá de la manera más tajante y violenta. Nacerán todos los géneros musicales sobre esa simple base: tum tum, tum tum. Alargándolos, atrasándolo. Jugando claro, porque ahora aprendimos de reglas. Aprendimos de formas y de modos. Pero ojo, al nacer no dejamos de ser música. Lo primero que hacemos para reafirmar nuestra vida es gritar, ahí aparece el canto, claro. La vibración de todo el cuerpo. Ahora somos canto. Feroz, presente, primitivo. Lo primero que hacemos para compartir nuestra vida con los demás es cantar. A viva voz. Así entramos en este mundo, en esta casa. En donde luego, con el tiempo, tal como dicen algunos, caemos en cuenta con solo mirar por la ventana que la humanidad ha tomado la maldita tendencia, vaya uno a saber por qué, vaya uno a saber cuándo, a la entropía o al suicidio. Basta pensar en Gaza, en medio oriente, basta con pensar en la esquina de nuestra casa, en nosotros mismos y en cómo nos interrelacionamos. La agresión y el odio se han naturalizado y se ha infiltrado en la comunicación en general. Lo vemos en la gráfica, en el verbo, en la charla cotidiana. Esta allí con sus uñas y dientes, alejando los abrazos, la unión, el apoyo, el consenso, el gran terror para cualquier liderazgo. Es verdad, el mundo se ha roto, pero no es de ahora, solo que ahora decidimos mirar la fisura. Decidimos hacerlo porque cada vez es más grande y más difícil de reparar claro. Un elefante en una habitación, imposible de no ver.
Está ahí,
lo sabemos. Es muy triste pensar que justo en este momento en que las
posibilidades tecnológicas podrían hacer un gran aporte a la felicidad humana,
desde el desarrollo guiado de las inteligencias artificiales, desde el uso
apropiado e inteligente de humanoides o tal vez el uso de nuevas tecnologías
para la siembra, es muy triste pensar que todo eso esté derivando hacia un
camino que apesta a guerra y que huele
tanto a muerte. Pensar en términos de éxito y fracaso hoy es muy complicado.
¿Quién puede tener el valor de nombrar algún éxito logrado a través de una
guerra? ¿Cuál de todos ustedes puede comunicar el fracaso de una pareja al
separarse? Los escucho… Desde la humilde opinión de este gil que les habla,
creo que fuimos pesimamente enseñados respecto del éxito y el fracaso. El
éxito, por lo general, y para ser benevolente con el término, está asociado al
logro de un objetivo previamente planteado y el fracaso, por lo contrario, con la
falla en el intento de alcanzar aquel objetivo. Ya llega aquel examen del bien y el mal escribió el Doctor García alguna vez. Déjenme
pensar, hoy, en un momento tan especial de mi vida, donde todo cambia de forma
tan vertiginosa, que todo es proceso. Déjenme esa oportunidad. Déjenme
esta noche para no pensar en éxitos ni en fracasos, sino en caminos realizados.
En las fotos que esos caminos dejaron. En las anécdotas que nos llevamos. Déjenme
para mí hoy entenderlo así y patear bien lejos el dolor, porque sin dolor entra
el juego y jugando uno aprende. Y yo, mis queridos amigos, mis queridas
amigas, en este abrazo del que todavía no nos soltamos, solo quiero decirles
que estoy acá, para seguir aprendiendo.
Lucas Itze.-
Canción elegida para la
editorial
IMPRESIONES SOBRE WHIPLASH
¿Qué es el éxito? ¿Qué es la perfección? ¿Ser perfecto significa ser exitoso? ¿Se logra la perfección a través del éxito? ¿Cómo conviven ambos en un mismo ser? Ya alguna vez dijimos que en todo lo bueno hay algo malo y viceversa. Y que por lo tanto, lo perfecto es lo imperfecto. Cuántas veces hemos derramado lágrimas buscando la perfección. Y cuantas más habrán caído en busca del éxito. El ser humano tiende constantemente a alimentar esas dos ideas. Pero es más cruel cuando lo proyecta en el otro. Ahí es cuando deposita todas sus frustraciones. Además, el exitoso, tiene que ser perfecto. Tiene que tener un talento con el cual sea imposible fallar. Y si falla, saltarán todas las hienas que oliendo sangre buscarán lamer esas heridas. ¿Cuánta sangre habrá que derramar en busca de la perfección? A ese derramamiento de sangre lo lleva Terrence Fletcher a su alumno Andrew, en ese maravilloso largometraje de Damien Chazelle titulado Whiplash. Andrew toca la batería en un prestigioso conservatorio, pero tiene en su maestro Terrence a alguien abusivo que intenta sacar lo mejor de sus alumnos sin importar cómo. Primero, estamos ante un duelo actoral de excelencia. J.K. Simmons recibió todos los premios posibles por encarnar a ese maestro perfeccionista, melómano y abusivo, que pasa de la alabanza a la crueldad en cuestión de segundos.
El trabajo de Miles Teller también es notable porque, aunque quedó opacado por su compañero, es el que tiene que llevar la curva dramática de su personaje y lo hace de manera prodigiosa. Estamos ante un guion lineal con su característicos tres actos aristotélicos bien definidos. Tendremos la presentación de los personajes, luego seguirá toda la acción relativa al proceso de aprendizaje para cerrar con un desenlace a puro nervio y con un final con un conjunto de vaivenes emocionales. El film será un gran ejemplo de lo que es el gran uso del lenguaje audiovisual. Un comienzo en negro, con un redoble de tambores que se van intensificando antes del título serán un gran ejemplo. Luego, la primera escena será el plano general de un pasillo, una puerta abierta y alguien tocando la batería, mientras la cámara se acerca hasta donde él está, vestido de blanco. De pronto, como si fuera un monje negro, aparecerá Terrence, marcando la diferencia entre esos colores que visten. Ahí, en ese primer encuentro, Andrew parecerá acorralado entre los instrumentos de batería mientras Terrence le habla. En esa primera escena está el conflicto, que se irá desarrollando a lo largo del film. La película contará mayormente con una fotografía oscura para darle más dramatismo a la historia.
La iluminación jugará con las luces y sombras para reflejar las emociones de los personajes. La composición de planos contará con encuadres ideales para lo que el director quiere mostrar. Habrá diálogos, pero lo más importante será la música, que hablará por los protagonistas. Todo gracias a la pericia de su habitual colaborador, Justin Hurwitz, compañero de cuarto y de banda del director. Y acá llegarán los dos grandes aciertos por lo cual la película se transforma en una gran obra. Por un lado, el sonido. Cada ruido que aparezca, sea musical o no, estará muy bien logrado. Ni hablar de cuando suenan los instrumentos y los palillos de la batería empiezan a hacer su magia. Pero sin dudas, la perfección, y no nos queda grande esa palabra en este caso, proviene del montaje. La edición de Tom Cross es una maravilla. Hay una gran conjunción entre el sonido, los planos, el encuadre y el montaje. Los planos detalle serán clave, los planos pasarán de la mano de Fletcher a las manos de Andrew, de ahí a los gestos de Fletcher, volverá hacia los palillos sonando y así repetirán la misma secuencia y será casi todo un círculo infinito. La cámara y el silencio acrecientan la tensión que uno mismo empieza a experimentar el sufrimiento que está pasando el protagonista. Estaremos ante la clásica historia sobre la obsesión. Pero aquí no importa el qué sino el cómo. Veremos a medida que avanza el metraje temas como la manipulación, la búsqueda de la perfección y la pelea de esas dos fuerzas contrapuestas llevan el film hacia un “in crescendo” cada vez más caótico.
Se nota la química entre ambos actores en una batalla que parece más
de un ámbito bélico que artístico, como si el sargento Hartman de Nacido
para matar fuera un profesor de un conservatorio. Ese ida y vuelta será
electrizante, habrá una pequeña pausa, pero dejará lo mejor para ese clímax
final donde ambos lo darán todo. La sangre se derramará y la mente se quedará
en blanco. Quizás habrán logrado lo imposible, aunque el miedo aparezca a cada
paso, porque bien sabemos que el éxito puede ser el principio del fin y tiende
a ser tan perfecto que asusta.
Marcelo
De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO CHAZELLE
Damien Sayre Chazelle nació en Providence, Rhode Island el 19 de enero de 1985. Es hijo de Celia Martin, escritora y profesora y del científico informático de origen francés Bernard Chazelle. Dedicarse al cine fue su más temprana ambición, sin embargo, cuando iba al instituto se formó como baterista de jazz en Princeton High School. Allí conoció a su profesor de batería, que tenía un fuerte carácter y fue la inspiración para crear el personaje de Terence Fletcher, en Whiplash. Aunque cultivó su amor por la música, Chazelle asegura que sabía que no tenía talento para ser un gran músico así que después de la escuela secundaria volvió a centrarse en el cine, al que describe como su primer amor. Fue a la Universidad de Harvard donde se graduó en estudios Visuales y Ambientales. El debut de Chazelle como guionista y director fue en la película Guy and Madeline on a Park Bench; donde contó con Justin Hurwitz como compositor de música original, dupla que se mantiene con las siguientes dos películas del director. Compartió el trabajo de guion con el director Ed Gass-Donnelly en el film El último exorcismo parte II, en 2013. También escribió el guion de Grand Piano de 2013, un thriller en el que un pianista es amenazado de muerte durante un concierto. Chazelle asegura en entrevistas que a pesar de que trabajaba como guionista siempre quiso dirigir su propio guion. La película con la que Chazelle inició su reconocimiento fue Whiplash; en un principio los productores rechazaron el guion, aun así, apareció en la Black List de 2012 (una lista donde se encuentran los mejores guiones sin producir) como una de las mejores películas sin hacer de ese año. Finalmente fue aceptada por los productores, entre ellos Helen Estabrook, quien propuso a J.K. Simmons para el papel del profesor, Terence Fletcher. Para obtener el presupuesto de la película, se hizo primero un corto como prueba, el cual obtuvo aplausos en el Festival de Cine de Sundance en 2013. Whiplash ganó el Premio de la Audiencia y el Gran Premio del Jurado; en el Festival de Sundance, en la categoría de largometrajes de drama estadounidenses. Incluso le valió nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, y resultó ganadora del Óscar al Mejor Actor de Reparto, Mejor Montaje y Mejor Sonido.
En 2016 La La Land llega por parte de
Lionsgate; una película que narra la historia de Mia y Sebastian (Emma Stone y Ryan Gosling), dos soñadores que buscan alcanzar sus sueños en el
cine y la música. Chazelle obtuvo gran reconocimiento por parte de la prensa y
audiencia, e incluso algunas revistas le dieron el nombre de "La Película
del 2016". En enero de 2017 la Academia anuncia los nominados al Oscar, La
La Land resulta nominada a 14 premios, siendo la tercera película en la
historia en contar con este número. Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor
Música, Mejor Canción, Mejor Actriz y Mejor Actor son algunas de las categorías
nominadas. En la entrega de los Oscar, La La Land consigue 6 premios de las 14
nominaciones obtenidas, entre ellas mejor Canción, Banda sonora y Actriz,
incluido el director, convirtiéndose éste en el más joven en lograrlo hasta
ahora. Posteriormente, realizó el siguiente filme sobre Neil Armstrong, First Man. Esta ocasión volvió a contar
en el reparto con Ryan Gosling y con
la Actriz Claire Foy. En 2019 ha
dirigido dos capítulos de la serie The Eddy,
estrenada en la plataforma Netflix el 8 de mayo de 2020. En 2021 inició la
filmación de Babylon, donde contaría
en el elenco con Brad Pitt, Margot Robbie y Tobey Maguire, contando la transición del cine mudo al sonoro. Se
sumaron también al reparto Olivia Wilde y Spike Jonze. En 2022 se estrenó la película el 25 de diciembre para
EE. UU. y no estuvo prevista para festivales. Como dato curioso el mismo
Chazelle confesó que existe una versión de aproximadamente dos horas de Babylon
grabada con un Iphone en su patio trasero por él, su esposa y Diego Calva. Veremos cuál es el próximo
proyecto de uno de los directores más interesantes de los últimos años.
FICHA
TÉCNICA
Título original: Whiplash
Año: 2014
Duración: 103 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Damien Chazelle
Guion: Damien Chazelle
Reparto:
Miles Teller, J.K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell,
Jayson Blair.
Música: Justin Hurwitz
Fotografía: Sharone Meir
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