SINOPSIS
Colin Smith es un joven de clase obrera que vive en
los alrededores de Nottingham. Un día comete un robo en una panadería y es
enviado a un reformatorio. Una vez allí empieza a correr, y gracias a sus
cualidades como corredor de fondo va ganando puestos en la institución
penitenciaria. Durante sus entrenamientos reflexiona sobre su vida anterior y
empieza a comprender que se encuentra en una situación privilegiada.
(FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Sabía de su talento. Llegó con el bolso lleno de ilusiones a un lugar donde todo era frío. La calidez provenía de las personas tan humildes como él. Los que le abrían la puerta, los que lo ayudaban en un vestuario que en invierno parecía el último de la historia. Las caminatas al costado de la ruta esperando ese bondi desvencijado lo habían curtido. El pueblo había quedado atrás, esperando algún día recibirlo con los brazos abiertos. Deambuló por hoteles de mala muerte, donde borrachos y prostitutas jugaban a ver qué policía los fajaba primero. Alguna vez estuvo al borde de caer pero ellos mismo lo cuidaban del agite y del famoso reviente. Sabían que era especial. “Con el pibe no” repetían a coro, como si de un mantra se tratase. Nunca había tenido gente que lo defienda de esa manera. Le tocaba crecer de golpe. Y también a golpes. Los más grandes siempre le daban un poco de más para ver hasta dónde podía aguantar. Para ver si tenía esa pasta de campeón que le llaman. Y como no iba a aguantar si había pasado todas las penurias posibles. Esos roces eran caricias al lado de las que sufría de chico. Aparecieron los primeros amores, esos que parecen eternos aunque sean fugaces. Empezaron a pasar los meses y todo era color de rosa. Ya no habitaba esos cuartos derruidos, sino que había pasado a un dos ambientes en un lugar donde los olores eran otros y la calle se iluminaba de noche. Con poco más de un año, se vio por primera vez en la televisión, dando una nota pero con los cachetes colorados de vergüenza. Aparecieron las redes sociales y miles de personas lo acariciaban virtualmente. La fama lo abrazó como a un recién nacido y el centro de la escena era un idilio irrefrenable. Todo le era fácil. Obsequios a toda hora, a tal punto que no recordaba cuando fue la última vez que sacó la billetera para pagar algo. Y las caras empezaban a cambiar. Los amigos del campeón estaban sedientos y necesitaban exprimirlo todo.
A veces había ofertas
con combos inevitables. Las noches eran largas, muy largas, pero se hacían cada
vez más oscuras y los flashes adornaban el camino del héroe. Hasta que llegó el
primer tropezón. Y luego otro… Y pasaron meses donde el ostracismo se hizo
moneda corriente. Los medios se habían olvidado de él. Ya tenían otra promesa a
la cual manipular. Se dio cuenta que solo quedaron pocas manos para levantarlo.
En un abrir y cerrar de ojos, el castillo se había derrumbado. El sol dejó de
salir y los vestuarios volvieron a tener ese frío que no te dejaba pensar. Y no
tuvo más opción que escapar. Irse lejos, a donde era un desconocido. Volver a
ser aquel pibe que viajaba en el bondi desvencijado. Aunque ya rondaba los veintitantos.
La promesa se marchitó antes de florecer. Los seguidores ya eran todos
conocidos de carne y hueso. La billetera gastada llevaba unos pocos pesos con
lo que le alcanzaba a llegar a fin de mes. A su compañera de años poco le
importó, siempre había estado a su lado. El amor fugaz ésta vez fue eterno. El,
cada tanto pasaba a saludar a los borrachos y prostitutas de ese barrio que lo
había cobijado como uno más. Brotaban anécdotas y las risas volvían a salir
naturalmente. Sin embargo, dentro de todo, era feliz. En la indiferencia y el
anonimato pudo volver a ser él. Y después de todo, dejó de ser ese lobo
solitario al que todos querían cazar. Ya se había prometido que nadie más le iba a
arrancar la sonrisa.
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE LA SOLEDAD DEL
CORREDOR DE FONDO
Renunciar no siempre es ir a menos. Vamos a intentar decirlo de otra manera: Ganar, muchas veces, no es haber salido primero. Cuando miro a mi alrededor, festejo la falta de ciertos trofeos porque su ausencia marca el brillo oculto de otras pocas victorias anónimas, victorias solitarias y silenciosas, desconocidas por todos. Han quedado en la historia de nuestra memoria renunciamientos que valieron más que cualquier triunfo. Renunciamientos heroicos, inteligentes, estratégicos, simples pasos al costado en el abismo de todo ego. Recuerdo con inmensa emoción a esa mujer, aquella que en el camino dejó jirones de su propia vida, la que, desde lo alto de un balcón, mirando a los ojos de una masa descamisada, con el dolor pétreo a flor de labios dijo con valentía de heroína: yo no quiero otra cosa que este cariño, y con ello renunciaba a un puesto de privilegio. Hubo más gloria en aquel gesto que en ningún otro premio, que en ningún otro cargo. Viene a mi memoria también, aquel otro renunciamiento a la libertad, a la vida, de nuestro hermano Vanzetti, hablándole con cruda honestidad a aquellos verdugos disfrazados de jueces. Sabiendo que su sentencia de muerte ya estaba dictada, aquel hombre no tembló al decirles que, si había una razón por la cual él estaba en esa sala como reo, si había una razón por la cual en unos minutos ellos iban a condenarlo, no era otra que por su lucha contra los crimines que la ley oficial y la moral oficial no condenaban y por el contrario santificaban: la explotación del hombre por el hombre. Aquel gesto se convirtió en una bandera de lucha que supo capitalizar las demandas y los sueños de la masa trabajadora toda. El no como renuncia a lo más sagrado, como entrega absoluta a la propia lucha, como la piedra indispensable para arruinar el engranaje y herir de esa forma al sistema.
En este mismo sentido, nuestro
amigo Alejandro Dolina, nos convidó
hace mucho tiempo ya con un breve relato sobre el niño que fue a menos. El texto dice lo siguiente:
La señorita Claudia le pregunta
a Ferro:
—¿Quién fundó la ciudad de
Asunción?
Ferro lo ignora y lo confiesa.
La maestra intenta por otros rumbos.
—Tissot.
—No sé, señorita.
—Rossi.
Silencio. El ambiente se pone
pesado porque quizá la señorita Claudia enseñó aquello el día anterior.
—Maldonado.
Nada. Claudia frunce el ceño y
ensaya unos reproches generales.
Frezza, el tano Frezza, lo
sabe de algún modo misterioso. Es extraño el camino que siguen las nociones:
suelen alojarse donde menos se lo piensa.
—Nuñez. López. Dall'Asta.
Tampoco. Frezza espera,
sobrador, sin levantar la mano. Cosa de manyaorejas, piensa.
La señorita Claudia se dirige
a las niñas y pronuncia el nombre amado. Frezza está muy lejos para soplar y la
morocha que lo enloquece no puede contestar. De pronto, la maestra lo mira.
—Frezza.
Y el niño taura, que tal vez
necesita anotarse un poroto, se levanta, mira hacia el banco de la morocha y
dice casi triunfal:
—No lo sé.
Si es que nadie lo sabe estará
bien no saberlo. Frezza se sienta y se oye entonces, como en una horrible blasfemia,
la voz de Campos, injuriosa:
—¡Juan de Salazar!
Pasaron los años. La morocha
no conoció el amor de Frezza ni tampoco su gesto elegante y generoso. Si
alguien califica estas lecciones en alguna Libreta Celeste, Frezza tendrá un
nueve. Y si ni siquiera existe esa Libreta, entonces tendrá un diez.
The Loneliness of the Long Distance Runner, del director Tony Richardson, es el inteligente
relato sobre la historia de un tipo que da un paso al costado, de alguien que
rechaza los privilegios porque entiende que la salvación nunca es individual.
El film posee una estructura no lineal y se sirve de la herramienta del racconto para narrar el conflicto padecido
por el personaje principal. De esta manera, trabajará sobre la información
narrando primero la consecuencia para
luego detenerse a desarrollar la causa.
Comenzará entonces con Smith preso,
para luego llegar a la narración misma del hecho por el que se lo culpa. Se lo
mostrará en el inicio reacio, frio y distante, para luego centrarse en el
relato de aquella transición. La composición narrativa en planos no aportará
demasiado desde el punto de vista del lenguaje audiovisual pero aun así será la
correcta para contar visualmente la historia. La trama trabajará sobre la
metáfora construida alrededor de dos deportes: las carreras de fondo y el
futbol. Habrá en este tratamiento una resignificación simbólica del
individualismo y del trabajo en grupo, del logro personal por sobre el
beneficio de muchos. Smith lo
descubrirá y actuará en consecuencia arruinando el cielo de sus captores,
renunciando a sus beneficios, rechazando todos los privilegios. Smith entenderá que aquella renuncia lo
acercará más a los valores de su verdadera pelea, al origen genuino de todas
sus tristezas. En algún momento alguien le preguntará si al cometer su delito
no sintió miedo. Smith lo mirará
sorprendido y le responderá que no, que si hubiera tenido miedo no lo hubiera
hecho. Aquella fortaleza del personaje será la que lo lleve a su triunfo
solitario, a su gloria personal que casi nadie entenderá. A ganarse el odio y
el desprecio de sus verdugos, por que como bien sabemos, alguien sin
miedo, es siempre alguien temerario.
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO RICHARDSON
Nació el 5 de junio de 1928 en Shipley, Yorkshire, Inglaterra. Graduado en Oxford fue, junto con Lindsay Anderson y Karel Reisz, fundador de la revista cinematográfica Sequence. Richardson desarrolló el ideario de formación de la English Stage Company, junto a sus amigos George Goetschius y George Devine. Desde 1958 dirige el Royal Court Theatre de Londres, donde dio a conocer dos obras de John Osborne que posteriormente llevaría a la pantalla: Look Back in Anger y The Entertainer. Ese mismo año debutó en el mundo del cine con el largometraje Mirando hacia atrás con ira, la historia de un hombre culto que, a pesar de su educación universitaria, apenas puede conseguir un trabajo en una tienda de caramelos. Así, Jimmy considera su vida personal y profesional muy frustrante, y vive, además, lleno de amargura a causa de la sociedad que le rodea. Obtuvo excelentes críticas. Poco después, fundó la productora Woodfall Films junto con el dramaturgo John Osborne. Luego llegaron El animador, donde Laurence Olivier fue nominado al Oscar por su papel de un showman que va camino al fracaso y en 1961 filma en Estados Unidos Réquiem por una mujer, una adaptación de la novela de William Faulkner que narra las desventuras de una rica heredera. En 1961 llega Un sabor a miel, adaptación para el cine de una obra teatral de Shelagh Delaney que narra las relaciones entre una adolescente embarazada y un homosexual. La acidez de esta historia, y la visión sombría de la sociedad británica que contiene, la integran en el Free Cinema. Con La soledad del corredor de fondo y Tom Jones (Oscar al mejor director y a mejor película en 1963) se convierte en uno de los más destacados representantes del movimiento, que fue paralelo a la Nouvelle Vague francesa y que significó la renovación del cine de la Gran Bretaña y el principio de su evolución a lo largo de los últimos 30 años. Tom Jones cuenta las correrías y juergas de un libertino bastardo educado como un caballero durante el siglo XVIII.
Se radica en los Estados Unidos, donde
rodó Los seres queridos, La última carga y Ned
Kelly (con Mick Jagger como
protagonista) su filmografía quedó prácticamente limitada al academicismo.
Otros films de esa época fueron El marinero
de Gibraltar, Fuegos de verano, Risa en la oscuridad y una versión de Hamlet. En 1962 se casó en secreto con
la actriz Vanessa Redgrave, y con la que tuvo dos hijas, las actrices
Natasha Richardson y Joely Richardson. También tuvo otra
hija, Katherine Grimond. Se divorció
en 1967, divorcio que pidió ella tras los rumores sobre el adulterio de su
esposo con la actriz francesa Jeanne Moreau. Entre los ´70 y los
´80 dirigió varios films que pasaron sin pena ni gloria, salvo por alguna
nominación para sus protagonistas, que eran estrellas en su mayoría. Así fueron
pasando: Un equilibrio delicado con Katherine Hepburn, Certificado de defunción con Judi
Dench, Joseph Andrews con Ann-Margret, La frontera con Jack
Nicholson y Harvey Keitel, y Secretos de hotel con Jodie Foster, Rob Lowe y Natassja Kinski.
Tony Richardson falleció el 4 de noviembre de 1991 en el hospital de San
Vicente, en Los Ángeles, por complicaciones debidas al sida. Sin
embargo, quedó un último film, que salió a la luz en 1994, titulado Blue Sky, aquí se llamó Las cosas que nunca mueren, con Jessica Lange (que ganó el Oscar) y Tommy Lee Jones, un drama apocalíptico
mezclado con tintes románticos.
FICHA TÉCNICA
Título original: The Loneliness of the Long
Distance Runner
Año: 1962
Duración: 99 min.
País: Reino Unido
Dirección: Tony
Richardson
Guion: Alan
Sillitoe
Música: John
Addison
Fotografía: Walter Lassally
Reparto: Tom Courtenay, Michael Redgrave,
James Bolan, Avis Bunnage, Alex McCowen
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