SINOPSIS
Mona (Sandrine
Bonnaire) es una joven vagabunda que es encontrada muerta. La historia
mostrando en flashback sus últimos meses de vida, su desarraigo social y sus
relaciones con la gente que conoció. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
La ciudad es aquella línea recta que la naturaleza desconoce. La ciudad son calles y edificios, son esquinas y baldosas. Es aquel asfalto del color del barro que no es barro. La ciudad es todo aquello que pretende ser lo que no es. Es una simulación controlada, con sus árboles mutilados y sus plantas consentidas. Es aquel control de semáforos coreográficos, aquel sincronismo en su recorrido en donde sin darte cuenta, día tras día, pisas sobre tus huellas de ayer. Es el triste plan de jamás volver a perderte. El dolor ahogado bajo el pesado y solido concreto. Aquel concreto que un millar de personas pisara sin misericordia ni tiempo alguno. Pisará por pisar, con un abismo gélido por mirada, con un hueco maldito en lugar de corazón. Aquellos pasos indiferentes que pisan cualquier pena, avanzando sobre su camino inescrupuloso hacia la nada. El dolor en la ciudad es siempre más corrosivo, más desolador que en cualquier otro lado. El escenario está preparado allí para nosotros, con sus luces resplandecientes, con sus espejos de colores que ensayan un progreso torpe que siempre anuncia más de lo que logra. La desilusión es precisa, la soledad segura. El dolor de estar allí, entre una muchedumbre enceguecida por aquel rumor del futuro, que les promete un papel picado que jamás lograrán tocar.
Que
les da de beber un vino hechos por otros, unos alimentos procesados a base de
fe. Que les asegura una felicidad ficticia, efímera, una felicidad de anécdota
de cola de supermercado. El dolor de saberse entre miles de personas
adormecidas por una tecnología social que funciona de manera performativa y
tiene a su servicio aquel conjunto de instituciones tanto lingüísticas como
médicas o domesticas que constituyen finalmente la real maquina ontológica. El
verdadero relato que el legítimo poder narra. Aquella sentencia naturalizada,
aquel poder instalado allí donde nadie lo ve, donde el cuestionamiento no llega,
allí, en la oscuridad misma del engranaje. El dolor de sentir nuestros cuerpos
nombrados, atravesados por un lenguaje que nos resignifica, amenazados por el
ineludible peso de la palabra que define, que se entromete en cualquier
esencia, en toda elección. El dolor, tal como dice Enrique, de estar
aquí, en donde los pájaros aprenden a leer y escribir las leyes que le prohíben
volar.
Lucas Itze.-
Canción elegida
para la editorial
IMPRESIONES SOBRE SIN TECHO NI LEY
A veces nos
preguntamos, y lo hemos hecho varias veces desde este recinto, si la libertad
es sinónimo de felicidad. Creernos libres, en cierta parte, nos hace sentirnos
un poco menos despreocupados y así, más cercano a eso que entendemos por
felicidad. Aunque bien sabemos, que ese también es un auto engaño para
rebelarse un poco. Como decía Rousseau,
hay un valor ético y político de rebelarse. Porque a pesar de todo, somos
personas que estamos atravesados por una comunidad. Un barrio, un pueblo, una
ciudad, una provincia hasta que esa comunidad se transforma en
La película empieza con un plano general de un campo. Luego a través de un travelling de derecha a izquierda seguiremos a un trabajador que recolecta ramas. Será este buen hombre quien encuentre un cadáver en una zanja. “Como nadie reclamó el cuerpo, éste pasó de la zanja a la fosa común. La muerte natural no dejaba rastro. Me pregunto quién se acuerda de ella entre los que la habían conocido de niña. Pero los que la conocieron hacia el final sí la recordaban. Gracias a ellos puedo contar sus últimas semanas. Ella les había impresionado. Hablaban sin saber que estaba muerta. No quise decírselo. Ni que se llamaba Mona Bergeron. Yo misma sé muy poco de ella. Aunque me parece que venía del mar”. La voz de la directora mientras el plano de la cámara sigue el recorrido de la arena hasta encontrarse con el mar, es el comienzo de esa historia que empieza por el final. A partir de allí, al igual que Varda, intentaremos conocer un poco más acerca de Mona, a través de un racconto de su vida. El guión será lineal pero estará armado como si fueran episodios donde iremos observando los últimos meses de vida de Mona. Como si de una road movie se tratara, seguiremos el camino de nuestra desgraciada heroína y las personas con las que se ha cruzado. La directora transformará el film por momentos en un documental, mostrando sus dotes de su extensa filmografía. Con ella escondida detrás de cámara, irán dando sus testimonios quienes la vieron con vida en sus últimos momentos. Se romperá más de una vez la famosa cuarta pared cuando sus personajes le hablen a la cámara directamente. La fotografía utilizará colores fríos y otoñales para remarcar el duro invierno que se avecina.
Habrá varios actores no profesionales para darle más realidad a la trama. La banda musical funcionará muy bien con las imágenes. Imágenes que elegirán bien que mostrar y que no, para que el espectador arme su propio rompecabezas. La puesta en escena no será casualidad. Siempre habrá algo para contar. Porque la muerte siempre estará latente. La cámara la seguirá con esos travellings como una testigo de esa vida errante donde la naturaleza parece morir de a poco, anticipando el final. Máquinas abandonadas, árboles cayendo, pallets amontonados serán la marca registrada de un ojo que mira cada detalle. Y ella en su soledad en medio de la belleza campestre, pequeña ante la inmensidad. Mona será rebeldía, enjundia, belleza, caos y ternura en un alma indudablemente punk. Un trabajo extraordinario de una adolescente Sandrine Bonnaire, que nos convence con cada gesto, con cada mirada. La veremos haciendo autostop, buscando algún trabajo para ganarse el pan o durmiendo donde pueda para escapar de esa rutina que casi no conocemos (apenas sabemos que antes era secretaria). Será ni más ni menos que otra sucia marginal vagando por las calles. Será, también, una crítica feroz a ese sistema patriarcal donde ellas siempre tienen que estar bien vestidas para la sociedad. Aparecerá el miedo a lo desconocido y las reacciones negativas ante su presencia. Algunos empatizarán con ella pero pronto también acabarán desechándola. Sólo un inmigrante sabrá su nombre. Será al único que le demostrará un cariño sincero. Será el quien se quede sin palabras al recordarla. Porque a veces las palabras están de más. Allí estará también otra crítica marcada sobre esa sociedad.
Los olvidados de siempre, los
que no tienen nombre y son sólo un número más en una fosa común de un
cementerio (de donde la han echado tiempo antes). Los pobres, los inmigrantes,
los diferentes. “Quiero irme de aquí. La chica que vino por agua es libre y va donde
quiere”, dice una joven mientras su madre sirve la mesa, quien responde
“No
comerá todos los días lo que le sirve su madre” a lo que la joven
responde aferrándose a su idea: “A veces sería mejor no comer… Yo quiero ser
libre”. Haciendo una crítica a las instituciones y a lo establecido,
porque bien sabemos que en la inocencia, también se esconden ciertas verdades.
El final ya lo sabemos pero no hacemos más que apartar la mirada cuando empieza
a confirmarse. A pesar de que nosotros tampoco la conocimos, solo la vimos pasar.
Agnes Varda también nos interpela y nos hace las mismas preguntas que a sus
personajes. Encuentra poesía y glamour en la rebeldía, en contra de la
sugerencia de los mandatos sociales. Y hace de su film, algo tan cercano a su
protagonista. Será contestataria, valiente y orgullosa ante la hipocresía y el
oportunismo social. Y es allí encontraremos esa libertad que buscamos hace tiempo...
Marcelo De
Nicola.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO VARDA
Agnès
Varda nació en Bruselas, Bélgica
el 30 de mayo de 1928. Es considerada por algunos críticos de cine la “abuela de
La felicidad (1965), Las criaturas (1966), Lion´s Love (1969), cuestionan la rigidez de la sociedad burguesa. Destaca además Una canta, otra no (1977), con un estilo jovial transformando las luchas feministas en una danza de colores kitsch. Uno de sus trabajos más destacados fue Sin techo ni ley (1985), protagonizado por Sandrine Bonnaire, dando vida a una vagabunda que sobrevive sometida al azar. En la película cohabitaron actores y personas del lugar, siendo el germen de toda una corriente de cine realista contemporáneo, encabezado por los hermanos Dardenne y Ken Loach. A su vez, nunca dejó de filmar documentales, varios considerados de los mejores del cine europeo, entre los que se encuentran: Salud a los cubanos (donde filma los primeros años luego de la revolución), Panteras Negras (1968), sobre el arresto de Huey Newton, uno de los fundadores de Panteras Negras, tras el supuesto asesinato de un policía., Daguerrotipos (1975), donde filma la calle Daguerre, en el distrito 14º de París, donde ella vivía. Filma a los comerciantes, al carnicero, a la panadera, al tendero de ultramarinos, al peluquero, a sus vecinos. Trasciende la vida apacible del francés medio. Hace un homenaje a lo cotidiano, Murs, murs (1980), sobre los murales de la ciudad de Los Ángeles, Jane B. par Agnès V. (1987), sobre la vida de Jane Birkin, Cinévardaphoto (2004), sobre el poder de la fotografía, por no hablar de Los espigadores y la espigadora... y su secuela Dos años después (2002), donde entrevista a gente que recolecta cosas de la basura ya sea por necesidad o por arte.
La mayoría de ellos están considerados
por la crítica pequeñas obras maestras del género y testimonios históricos y
del paso del tiempo. En 2017 presentó su película, Caras y lugares, realizada junto al artista gráfico urbano y
fotógrafo JR (Jean René), y en la que vuelve a plantear esa intersección entre
documental, juego y exploración social de su cine, que ya es considerada una de
las mejores películas de los últimos tiempos. La película logró financiarse a
través de un crowdfunding y el apoyo de su hija que buscó financiación en el
MoMA que compró una copia para su fondo archivístico antes de que empezase el
rodaje y
Agnès volvió de EE.UU. para rodar Una canta, la otra no, su primera
película explícitamente feminista que fue un absoluto éxito de taquilla en
Francia y que cuenta la amistad de dos amigas desde los 15 años, su relación
con el trabajo, con el amor y la amistad entre el 62 y el 72, mientras que la
historia de la mujer evoluciona. “Quería revalorizar la amistad entre mujeres
como un sentimiento que incorpora violencia, ternura, coherencia y
solidaridad”, contó en su día a Cahiers du Cinéma. Convencida de que las
mujeres debieran ser más tolerantes dentro del feminismo, es imposible no ser
partidaria del que defiende ella misma. El de la felicidad de ser mujer, lejos
del victimismo y el revanchismo de otras feministas. “Peleé mucho para que
muchas mujeres pudieran ver una película sobre mujeres. Mujeres al sol, como
dice Molly Haskell. ¡Eso me gusta! Es donde deben estar las mujeres, no en las
sombras”, contaba en Cinéaste. Por último, dejaba su idea en una entrevista: "Sí,
claro, yo soy feminista. En la historia siempre que se da un paso hacia
adelante, se da otro hacia atrás. Pero si comparamos la situación de la mujer a
principios del siglo pasado con la de ahora, hay un gran progreso: hemos
luchado por cosas básicas como el derecho a tener niños deseados. En cuanto al
cine, si miras la cantidad de directoras que había cuando yo empecé, ahora hay
50 veces más. O mujeres en puestos de responsabilidad, en la política o la
judicatura... Se puede discutir mucho al respecto, pero las cosas van
avanzando. ¡Pero no hay que parar! En Caras y lugares, por ejemplo, hablamos
con los estibadores de Le Havre, hombres muy machos, luchadores, que han ido a
la huelga, pero yo les pregunto por las mujeres. Y dicen que sus prejuicios han
cambiado... El feminismo hoy hay que hacerlo con los hombres, es difícil, pero
es lo interesante." Su último documental fue en 2019, llamado Varda por Agnès sobre su experiencia
como directora, brindando una visión personal de lo que ella llama
"escritura de cine", viajando desde
FICHA TÉCNICA
Título original: Sans toit ni loi
Año: 1985
Duración: 105 min.
País: Francia
Dirección: Agnès Varda
Guión: Agnès Varda
Música: Joanna Bruzdowicz
Fotografía: Patrick Blossier
Reparto: Sandrine Bonnaire, Macha Méril, Yolande
Moreau, Stéphane Freiss, Marthe Jarnias, Joël Fosse, Yahiaoui Assouna, Patrick
Lepcynski, Gabriel Mariani Flaksman