domingo, 27 de marzo de 2022

SANSHO, EL GOBERNADOR - SANSHO DAYU DE KENJI MIZOGUCHI

PROGRAMA 361 (18-03-2022)

 

SINOPSIS

 

A finales de la Época Heian en el siglo XII, el gobernador de un pueblo es enviado al exilio. A pesar de que su familia quiere ir con él, ninguno podrá acompañarle, pues, engañados por una vieja que se hace pasar por sacerdotisa, son vendidos como esclavos por separado: la madre por un lado y los hijos por otro. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

 

Aun con los ojos vendados podía verlo. Estaba seguro de sus labios finitos y de su corta visión del ojo derecho. Todos sus golpes caían en diagonal sobre mi costado diestro. Tenía la mano pesada, aun con sus sesenta y pico, y disfrutaba con el dolor que le causaban sus nudillos hinchados. Se los masajeaba después de cada entrevista y sonreía. Sonreía con esos labios finitos y se masajeaba. Podía verlo aun con los ojos vendados. Mis ojos se inflamaban tanto que la venda generaba una presión tan insoportable que terminaba abriendo más mis heridas. Luego vomitaba del dolor y me desmayaba. Cuando se pasaba de rosca, dejaba desinflamar la mano por unos días y mandaba a hacer la entrevista a los milicos más jóvenes. Es evidente cuando uno solo cumple una orden y cuando uno disfruta realmente lo que hace. A los pibes les faltaba sadismo, porque pegar pegaba cualquiera, pero la piña que se goza, que se disfruta de verdad al pegarla, esa es la piña que realmente duele. No es un tema de fuerza sino de modos. Los miliquitos te salseaban, pero tenían la viveza de dejarte con aire, de dejarte despierto hasta el final de la entrevista. El Mudo no, y después de un tiempo en el pozo, entendí el por qué. Más allá del placer que aquel hijo de puta sentía, había algo que lo diferenciaba de los nuevos, de los miliquitos recién llegados. Él ya no esperaba respuestas. Los otros te daban y mientras lo hacían gritaban las preguntas. Te volvían a sentar, volvían a preguntar a los gritos y te volvían a dar. Era cíclico, tenía hasta cierto ritmo. En cambio, al mudo lo descubrías cuando tocaba la puerta. No había gritos, no se daba manija para llegar a la excitación necesaria para atenderte. No, el no hacia eso. El aire lo excitaba. El olor a mierda de la cueva, a sangre seca. Entraba en silencio, despacio y se sentaba a gozar de todo aquello. La humedad y oscuridad le armaban un escenario orgásmico. Se sentaba y se quedaba sin decir nada, sin hacer nada. 



Solo estaba ahí y captaba todo el entorno con cada uno de sus sentidos. Le dedicaba ese tiempo. Yo las primeras veces no soportaba el silencio y me meaba encima del miedo. Eso le encantaba, aun con los ojos vendados podía verlo, se levantaba, corría la silla y caminaba hasta donde estaba yo. Se agachaba y con dos dedos tocaba el charco que había generado mi orina y frotándolos contra el pulgar lo olía. Recién ahí el mudo te atendía. Nunca fui creyente, pero no miento si digo que no recuerdo las veces que le pedí a dios morirme. Desmayarme y no despertar más. Terminar yo lo que ellos tarde o temprano terminarían. Pero siempre había otro puto día que le seguía al anterior. Siempre la consciencia volvía, el corazón seguía latiendo obsesivamente y el dolor te comía hasta las ganas de llorar. Después de un tiempo, que pudieron haber sido 4 horas o dos años, no lo sé, la cosa cambio. El mudo dejó de entrevistar y un buen día alguien me pregunto mi nombre para llevarme a una cárcel que quedaba en la provincia de Tucumán. Un tucumano bajito y gordo, vestido de cana, me descubrió después de no sé cuánto tiempo los ojos y su cara fue lo primero que vi. Tenía el pelo negro y no me miraba. 



Me empujó dentro de la celda y se fue. La luz me causaba un dolor insoportable en la vista. Veía borroso y solo de un ojo. El derecho no pude abrirlo más. En la cárcel ya nadie te entrevistaba y te daban de comer. Un médico de ellos, cana, se ocupó de devolverme cierta forma humana. Me cosió, me entablilló, me enyesó la pierna derecha y el tórax, las costillas rotas hacían que casi no pudiera respirar. Un tal Gellatti se apareció un día y después de todo un discurso que casi no escuché me prometió que iba a poder irme, y cumplió. Afuera la soledad era absoluta, la gente era toda desconocida, los amigos estaban muertos y las direcciones ya no existían. No tenía dinero, tampoco techo ni comida. Pero era libre… Me tendría que haber muerto. Dios resulto tan pelotudo como los milicos por no matarme. Hoy camino entre la gente como un fantasma, sin identidad ni forma. Por las noches, a veces todavía me acurruco en alguna plaza y bajo la capucha de mi buzo hasta tapar mis ojos. Muchas veces me parece escuchar al mudo moviendo la silla para sentarse enfrente mío sin decir una palabra y el cuerpo entero se me caga de miedo. Pero al rato nomás se me pasa y me duermo, porque yo tengo la certeza que aun con los ojos vendados, podía verlo.

 

Lucas Itze.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE SANSHO, EL GOBERNADOR


 

Desde estas trincheras siempre nos preguntamos hasta donde es capaz de llegar el ser humano. El descubrimiento de nuevas tierras fue carne de cañón para que los poderosos hiciesen y deshiciesen las cosas a su antojo. La llegada a África les sirvió para lograr encontrar materia prima de primera mano. ¿Caucho, piedras preciosas, nuevos tipos de maderas? No... lo más importante para los nuevos reyes del mundo eran los seres de carne y hueso, los nadies que habitaban esas tierras vírgenes de colonialistas. Así, se expandió el tráfico de esclavos a distintas partes de Europa y luego, con el descubrimiento de América y la aniquilación de los nativos, ese tráfico se intensificó mucho más. Aunque parezca mentira, recién siglos después, en el año 1926, se firma en Ginebra, Suiza, la convención sobre la esclavitud, un tratado internacional propuesto por la Sociedad de Naciones, que luego pasaría a formar parte de la ONU. Sin embargo, mucho tiempo antes que los esclavos sean relacionados con los africanos traficados por los colonialistas, varios imperios asiáticos hacían de estas transacciones algo común y corriente. En Japón aparecieron los primeros esclavos hacia el siglo III y eran llamados Seiko. Más adelante, a partir del siglo VIII, los esclavos fueron llamados Nuhi. Estos esclavos cuidaban granjas y trabajaban alrededor de las casas y se estima que eran el 5 por ciento de la población. Además, las mujeres eran vendidas generalmente para ser prostituidas. Algo que se evidenció más, siglos después durante la Segunda Guerra Mundial cuando crearon el término “Mujeres de Consuelo” un eufemismo usado para describir a las mujeres que eran forzadas a la esclavitud sexual por parte de los militares japoneses y que venían utilizándolo desde décadas anteriores. 



En ese mundo horrible y opaco, la poesía muere antes de nacer. Pero son pocos quizás los artistas que pueden ver esa poesía aun en la misma muerte. Es por eso que Kenji Mizoguchi encontró en ese cuento escrito por Mori Ōgai, un poco de sol entre tanta oscuridad. Recordando quizás sus propias memorias, alguien que de niño que sufrió al ver que su hermana fuera vendida como geisha y que ya de hombre filmaba sus últimas grandes películas peleando contra una dura enfermedad que le ganaría la batalla. Toda esa lucha está presente en Sansho, el gobernador, filmada sólo dos años antes de su muerte. Si Kurosawa fue la maestría de planos y montaje y Ozu fue el fiel reflejo de la contemplación japonesa, Miyoguchi fue la mezcla exacta de esos dos genios. Cómo hablamos hace un tiempo en los Cuentos de la luna pálida, el director utilizará una hermosa fotografía en blanco y negro, nuevamente a cargo de Kazuo Miyagawa. Esta vez no servirá de partes más iluminadas o lúgubres como el film anteriormente mencionado sino que siempre seguirá una escala de grises. Si trabajará con la profundidad de campo como en casi toda su carrera. Además, encontraremos planos largos pero la cámara se moverá en forma lenta pero constante en varios pasajes del film. En muchos casos, como el comienzo en ese sendero del bosque, la cámara será testigo oculto hasta que alguien sale de cuadro y decide cambiar el plano o generar pequeños travellings para seguirlos. Los encuadres tendrán esa perfección japonesa y el montaje será más parecido al occidental que al oriental. No dudará en pasar de un plano general para mostrar la aldea a una cámara a la altura de ser humano para ver la violencia que se vive ahí dentro. 



Será, también, una película de silencios. La banda musical, con sonidos típicos de oriente, aparecerá en su justa medida, para ciertos momentos en particular. Y habrá, como dice la canción, belleza en ese caos. Encontraremos escenas de una poesía visual maravillosa aún en la más terrible de las muertes. Estamos ante una historia de un padre exiliado, una madre llevada a prostituirse y separada de sus pequeños hijos vendidos como esclavos. Nada hermoso puede salir de ahí. Sin embargo, Mizoguchi logra momentos de violencia que crean un quiebre emocional sin recurrir nunca a los golpes bajos. El guión estará firmado por dos de sus colaboradores más cercanos: Yoshikata Yoda y Yahiro Fuji. Yoda recordó alguna vez “Cuando me pedía escribir un guión, siempre me decía: «No olvides el contexto social». Para nosotros, hombres de izquierda, este aspecto era esencial. Durante toda su vida, Mizoguchi se rebeló contra la fuerza y la opresión (…) Nunca cambió. Todos sus filmes abordan un problema social”. Y eso estará todo el tiempo presente. Elegirá ciertos raccontos para recordar el pasado y se apoyará en las elipsis temporales para continuar la historia. Nos sumergirá de lleno y nos hará sufrir con ellos pero también nos dará ganas de rebelarnos. Nos gritará despacio pero sutilmente en la cara cómo es el ser humano cuando alguien afirma “Pero el mundo era mucho más cruel de lo que yo me imaginaba. De nada sirve la voluntad de una persona. Al ser humano le son indiferentes las desgracias cuando no le afectan directamente. La piedad se rinde ante el egoísmo”. Un frase que engloba todo su pensamiento, a la que se agrega "Si una persona no siente la caridad, no es una persona. Incluso ante tu enemigo hay que sentir la caridad". El film ahondará en tragedias y momentos de una amarga agonía. Y llegará ese final y con él esas lágrimas sin fechas de vencimiento, en el que también nos recuerda que siempre hay un lugar para la redención, que no es otra cosa, que devolver algo de caridad.

                       

Marcelo De Nicola.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO MIZOGUCHI

 


Nacido el 16 de mayo de 1898 en Tokio, crece en una familia complicada. La pobreza que los asola luego de la crisis de 1904, hace que se tengan que trasladar al barrio más pobre de Tokio. El padre, carpintero de profesión, se comporta violentamente con su madre y termina vendiendo a su hermana como geisha. Empieza a interesarse en el mundo de la pintura, donde consigue un título en la Academia de dicho arte. Empieza a trabajar como ilustrador publicitario en Kobe pero es despedido a causa de participar en los disturbios producidos como consecuencia de la Revolución Rusa. Al cine ingresa en 1920 primero como actor y luego como asistente de dirección. Su primera película la dirige en 1922 bajo el título El día en el que regresó el amor, que es censurada por el gobierno por sus inclinaciones socialistas. Además, como sería algo ya clásico en su carrera, recurriría a personajes femeninos como protagonistas, cosa poco habitual y por la que tuvo que pelear con la productora. En 1923 un terremoto asola Tokio y Mizoguchi aprovecha para filmar escenas de su film En las ruinas. Entre las décadas del ´20 y el ´30 filma Papel de sedaLa marcha de Tokio y Una profesora de canto, que marca su primera colaboración con su amigo de la infancia el escritor Matsutaro Kawaguchi. No estará exento de polémica, ya que No hay guerra sin dinero, que fue una crítica al ejército, y Sinfonía de la gran ciudad, que fue censurada por su trasfondo marxista. Pese a su amor por las mujeres en el plano cinematográfico, eso no se condecía con su vida real, donde por ejemplo debido a su carácter mujeriego, en 1925 fue acuchillado por una amante a la que abandonó y lo dejó seis meses sin poder caminar, cosa que marcó a fuego su carácter irascible y exigente. Mientras, rueda alrededor de 70 películas con varias adaptaciones de Eugene O'NeillLeón Tolstói o versiones de películas expresionistas alemanas, que se perdieron con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.  En la década del ´30 filma la primera película sonora de Japón, llamada La tierra natal, pero no tendría éxito porque en el país seguían teniendo enorme popularidad los llamados Benshi (alguien que se encargaba de la narración de películas extranjeras que se proyectaban para una audiencia que no podía entender los rotulos). En esos años filma Osen de las cigüeñasDios guardián del presenteElegía de Naniwa y Hermanas de Gion, la que para él fue su primer film serio, en 1936. A partir de ahí su trabajo se acerca al neorrealismo gracias a films como La historia del último crisantemo o Los cuarenta y siete ronin



Siguiendo con su veta personal, en esa época le contagia sífilis a su mujer, quien ingresa periódicamente a hospitales para tratarse, mientras Kenzi termina saliendo con su cuñada. Japón disfruta después de 1945 de un movimiento de libertad del que Mizoguchi es testigo privilegiado en sus películas militantes a favor del voto femenino como La victoria de las mujeres y Arde mi amor. Luego de la segunda guerra mundial, empieza a ser conocido en Occidente sobre todo gracias al crítico y director Jacques Rivette, allí llegan sus films más destacados, siempre con las mujeres como protagonistas: El amor de la actriz SumakoEl retrato de madame YukiLa señorita Oyu y La vida de Oharu, con el que obtuvo el máximo galardón en Venecia, y que repetiría más adelante con El intendente Sansho y Cuentos de laluna pálida



Sus últimos años tuvieron otros films de renombre como Los amantes crucificados y sus únicos films en color: La emperatriz Yang Kwei Fei y El héroe sacrílego. Vuelve al blanco y negro con La calle de la vergüenza, sobre un grupo de prostitutas, tema central de su filmografía. Su camino será seguido por Yasujirō Ozu y luego por Akira Kurosawa. Más tradicionalmente japonés que sus compatriotas, Mizoguchi emociona por la sutilidad de su poesía, que sin embargo no oculta la sordidez, a través de un universo en blanco y negro en el que era un verdadero maestro. Mientras preparaba la que hubiera sido su película número 90, Historia de Osaka, a Mizoguchi le diagnosticaron leucemia. Finalmente tuvo que ser ingresado en el hospital de Kyoto, donde murió, el 24 de agosto de 1958.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Sansho Dayu (Sansho the Bailiff)

Año: 1954

Duración: 123 min.

País: Japón

Dirección: Kenji Mizoguchi

Guion: Yoshikata Yoda, Yahiro Fuji. Cuento: Mori Ōgai

Música: Fumio Hayasaka

Fotografía: Kazuo Miyagawa (B&W)

Reparto: Kinuyo Tanaka, Yoshiaki Hanayaki, Kyôko Kagawa, Eitarô Shindô, Akitake Kôno, Masao Shimizu, Ken Mitsuda, Kazukimi Okuni

 

PELÍCULA COMPLETA

 

 

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