SINOPSIS
Japón, siglo XVI.
Durante la guerra civil, los aldeanos Genjuro y Tobei pretenden hacer fortuna:
Genjuro como alfarero y Tobei como samurai. Ambos dejan a sus esposas
abandonadas para cumplir con sus ambiciosos sueños. La misteriosa Lady Wakasa,
otra víctima de la guerra, se cruzará en el camino de Genjuro. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
La noche se
quiebra en un destello como el relámpago de una espada que vence la sutil
resistencia de una fina tela. Entre aquellos jirones nace el bosque. Los
secretos de cada piedra, de cada hoja, de cada insecto murmuran en equilibrio
bajo el manso refugio cósmico de la oscuridad acogedora. El astro azulado ha
vencido al fin la muerte, su luz palidece las hojas de los arboles con la
belleza de un recuerdo. Su fantasmagórica mano blanca ya sin tiempo vagabundea
en el universo vistiendo las ropas de la inefable evocación. Su voluntad excede
su esencia. Su deseo fluye incontenible a través de sus orillas vencidas hace
siglos. La estrella ha muerto, pero la noche aun es blanca. Aquella luz es a
pesar de ya no ser, y aun así su belleza se mantiene intacta, imperturbable en
aquella persistencia del existir más allá de sí mismo. Tal vez lo bello esté en
aquella terquedad desbordante del ser, en aquella permanencia insolente que
excede a la propia materia y ya no tiene entonces ni lugar ni tiempo.
La
fotogenia milagrosa de la forma aun en la ausencia de ella. Un frágil pétalo de
hielo me acaricia y el rio calla advirtiendo lo que siento. Hoy miro el bosque
bajo la luz de aquella estrella que me recuerda lo bello y lo ausente que
quizás no sea más que la misma cosa. Una lágrima recorre mi rostro y cae sobre
una hoja seca. Es otoño aquí y afuera. Quisiera ser poeta para contarte este
paisaje que ya vimos tantas veces y que hoy miro por vez primera. Quisiera
verlo con tus ojos y sentirlo a tu manera para desprenderme de esta angustia,
de toda esta ausencia que es noche y es otoño pero también es estrella. La luna
baila sobre el rio la silenciosa música de mis sentidos. La luna se llevará con
ella toda la noche y nuestra historia se hará en su boca. Se oirán nuestros
nombres, lo juro, luego de un feroz trueno, y encarnaremos lo triste de la
belleza en aquellos cuentos de la pálida luna después de la lluvia.
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE LOS CUENTOS DE LA
LUNA PÁLIDA DESPUÉS
DE LA LLUVIA
Las luces de sus
ciudades irradian belleza a toda hora. Por las noches, resplandece ese brillo
que hace que parezcan eternas. Los sabores y olores contrastan con los mágicos
colores que imaginamos a cada paso. La vida organizada y sus empresas mundialmente
famosas los erigen como los perfectos aldeanos de este mundo globalizado.
Resurgidos de las tinieblas después de guerras, terremotos y años de marginaciones.
Desde ser un imperio hasta la llegada de las bonanzas económicas. Y luego la
Segunda Guerra Mundial haciendo estragos en su pequeña isla para más adelante
volver a renacer. Japón fue siempre una tierra de encuentros y desencuentros.
El imperio del sol naciente logró reponerse a todo. Y fue Kenji Mizoguchi quien retrató quizás como nadie el país a lo largo
de su historia. Cuentos de la luna pálida nos llevará al Japón del siglo XVI.
El film estará basado en cuentos homónimos de Ueda Akinari publicado en 1776 y el guion estará firmado por Matsutaro Kawaguchi y Yoshikata Yoda. La película arrancará con
un plano general de un poblado mientras un cuadro de texto nos anuncia la época
y el lugar donde se plantea la historia. La cámara bajará mostrando el paisaje
hasta estacionarse frente a las aldeas. El director utilizará una gran
profundidad de campo para que el espectador no se pierda detalle de lo que pasa
alrededor.
Porque a lo largo del metraje tendremos que ver lo que pasa también
más allá. Ya en ese comienzo la banda sonora empezará a darnos indicios de lo
que se viene, con ruidos de disparos que vaticinan la guerra. La música con
sonidos propios de oriente, serán también parte del relato. Como casi en toda
su filmografía, el film será rodado en blanco y negro bajo una excelente
fotografía de Kazuo Miyagawa. Con un
muy buen montaje que luego perfeccionó su compatriota y admirador Akira Kurosawa, Kenji sigue la historia
de Genjuro
y Tobei,
dos aldeanos ambiciosos que quieren dejar atrás la pobreza. El primero quiere
comercializar sus cerámicas. El segundo convertirse en samurái. Mizoguchi
seguirá la andanza de ambos y también el desarraigo que sufrirán sus esposas (Miyagi
y Ohama)
luego de que el ejército arrase con la ciudad. El director utilizará
travellings o planos secuencia para seguir la travesía de sus
protagonistas. Los encuadres estarán
compuestos de manera milimétrica, tanto para las escenas externas como las
internas. Será el escape en una balsa en el medio de la bruma lo que cambiará
para siempre a las dos familias. Una sutil voz cantando de fondo y la aparición
de un moribundo en una barca anunciarán un sutil desenlace. Será el paso entre
la vida y la muerte.
Entre la realidad y la fantasía Genjuro dejará a su mujer y a su hijo del
otro lado de rio para ir a vender cerámicas mientras Tobei se desprenderá de su
mujer en busca de convertirse en samurái. La aparición de una fantasmagórica
mujer cambiará la vida de Genjuro. Será cuestión del espectador también
descubrir cuánto hay de realidad y cuanto de fantástico, ya que Mizoguchi
viajará de un lado a otro hasta el final del film, donde se contrastará desde
la fotografía, la iluminada nueva vida de Genjuro y la lúgubre oscuridad en la
que se esconde su esposa. La ambición y el deseo librarán un duelo mental ante
la idea de volver al pueblo. Un pueblo que sufre la humillación de los
invasores que destruyen todo a su paso, inclusive la dignidad de sus mujeres.
Ohama y Miyahi serán atacadas en dos de las escenas más impactantes del cine
japonés. Mizoguchi demostrará el horror de la guerra en una escena donde la
música y la imagen se magnifican. Porque cuando parece que la crudeza nos va a
romper los ojos, el director decide no mostrar nada aunque el espectador lo sepa
todo. Pero no se conforma y va por más, ya que minutos después si nos dejará
ver lo peor de la guerra en una secuencia de dos minutos mientras el llanto del
bebé nos revuelve las tripas. No faltará un final poético y trágico, clásico
del cine japonés. Porque a fin de cuentas siempre seremos capaces de encontrar
un motivo para seguir luchando entre tanta oscuridad.
Marcelo
De Nicola.-
Canción
post impresiones
UNIVERSO MIZOGUCHI
Nacido el 16 de
mayo de 1898 en Tokio, crece en una familia complicada. La pobreza que los
asola luego de la crisis de 1904, hace que se tengan que trasladar al barrio
más pobre de Tokio. El padre, carpintero de profesión, se comporta
violentamente con su madre y termina vendiendo a su hermana como geisha.
Empieza a interesarse en el mundo de la pintura, donde consigue un título en la
Academia de dicho arte. Empieza a trabajar como ilustrador publicitario en Kobe
pero es despedido a causa de participar en los disturbios producidos como
consecuencia de la Revolución Rusa. Al cine ingresa en 1920 primero como actor
y luego como asistente de dirección. Su primera película la dirige en 1922 bajo
el título El día en el que regresó el
amor, que es censurada por el gobierno por sus inclinaciones socialistas.
Además, como sería algo ya clásico en su carrera, recurriría a personajes
femeninos como protagonistas, cosa poco habitual y por la que tuvo que pelear
con la productora. En 1923 un terremoto asola Tokio y Mizoguchi aprovecha para
filmar escenas de su film En las ruinas.
Entre las décadas del ´20 y el ´30 filma Papel
de seda, La marcha de Tokio y Una profesora de canto, que marca su
primera colaboración con su amigo de la infancia el escritor Matsutaro Kawaguchi. No estará exento
de polémica, ya que No hay guerra sin
dinero, que fue una crítica al ejército, y Sinfonía de la gran ciudad, que fue censurada por su trasfondo
marxista. Pese a su amor por las mujeres en el plano cinematográfico, eso no se
condecía con su vida real, donde por ejemplo debido a su carácter mujeriego, en
1925 fue acuchillado por una amante a la que abandonó y lo dejó seis meses sin
poder caminar, cosa que marcó a fuego su carácter irascible y exigente.
Mientras, rueda alrededor de 70 películas con varias adaptaciones de Eugene O'Neill, León Tolstói o versiones de películas expresionistas alemanas, que
se perdieron con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En la década del ´30 filma la primera
película sonora de Japón, llamada La
tierra natal, pero no tendría éxito porque en el país seguían teniendo
enorme popularidad los llamados Benshi (alguien que se encargaba de la
narración de películas extranjeras que se proyectaban para una audiencia que no
podía entender los rotulos). En esos años filma Osen de las cigüeñas, Dios
guardián del presente, Elegía de
Naniwa y Hermanas de Gion, la
que para él fue su primer film serio, en 1936. A partir de ahí su trabajo se
acerca al neorrealismo gracias a films como La historia del último crisantemo o Los cuarenta y siete ronin.
Siguiendo con su veta personal, en esa
época le contagia sífilis a su mujer, quien ingresa periódicamente a hospitales
para tratarse, mientras Kenzi termina saliendo con su cuñada. Japón disfruta
después de 1945 de un movimiento de libertad del que Mizoguchi es testigo
privilegiado en sus películas militantes a favor del voto femenino como La victoria de las mujeres y Arde mi amor. Luego de la segunda
guerra mundial, empieza a ser conocido en Occidente sobre todo gracias al
crítico y director Jacques Rivette,
allí llegan sus films más destacados, siempre con las mujeres como
protagonistas: El amor de la actriz
Sumako, El retrato de madame Yuki,
La señorita Oyu y La vida de Oharu, con el que obtuvo el
máximo galardón en Venecia, y que repetiría más adelante con El intendente Sansho y Cuentos de la luna pálida.
Sus últimos
años tuvieron otros films de renombre como Los
amantes crucificados y sus únicos films en color: La emperatriz Yang Kwei Fei
y El héroe sacrílego. Vuelve al
blanco y negro con La calle de la
vergüenza, sobre un grupo de prostitutas, tema central de su filmografía. Su
camino será seguido por Yasujirō Ozu y luego por Akira Kurosawa. Más
tradicionalmente japonés que sus compatriotas, Mizoguchi emociona por la
sutilidad de su poesía, que sin embargo no oculta la sordidez, a través de un
universo en blanco y negro en el que era un verdadero maestro. Mientras
preparaba la que hubiera sido su película número 90, Historia de Osaka, a
Mizoguchi le diagnosticaron leucemia. Finalmente tuvo que ser ingresado en el
hospital de Kyoto, donde murió, el 24 de agosto de 1958.
FICHA TÉCNICA
Título original:
Ugetsu monogatari
Año: 1953
Duración: 96 min.
País: Japón
Dirección: Kenji
Mizoguchi
Guion: Matsutaro
Kawaguchi, Yoshikata Yoda
Música: Fumio
Hayasaka, Tamekichi Mochizuki, Ichiro Saitô
Fotografía: Kazuo
Miyagawa (B&W)
Reparto: Machiko
Kyô, Mitsuko Mito, Kinuyo Tanaka, Masayuki Mori, Eitarô Ozawa, Eigoro Onoe,
Ichisaburo Sawamura, Ryôsuke Kagawa, Sugisaku Aoyama
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