EDITORIAL
Una risa se escucha en un pasillo. El
silencio se estremece. La puerta se abre lentamente. Los ojos se posan en ella.
Sus cachetes son como dos manzanas. En cada uno ellos se forman un pequeño
hoyuelo que enamora hasta al más fuerte. Su sonrisa incompleta ante la mirada
ajena derrocha simpatía. Un corazón empieza a latir como nunca antes lo hizo y
quizás, como nunca más lo hará. El primer gran amor ha nacido. Vendrán juegos a
escondidas y palabras nunca dichas. Años que pasan como si el calendario
quisiera despegar todas sus hojas. Llega quizás el tiempo de ese adiós a la
niñez en forma de viaje a algún sitio hasta entonces desconocido. Es el momento
de actuar y sacar a luz cientos de emociones pero la cobardía muestra su ancho
de espadas y el primer juego termina en derrota. Llega la despedida. Algunos
harán su camino juntos y otros seguirán su ruta. Ella, desde su rebeldía
innata, elegirá la tercera opción. El destierro hacia algún sitio lejano. Miles
de veces los sueños vuelven a ese momento inolvidable donde no todo pasa. El
lugar eterno en el que nos queremos quedar. En cada colectivo se buscará esa
mirada. En cada nuevo sitio visitado se soñará con encontrar esa voz
inolvidable. Los años pasan y empiezan las dudas. Pasan los amores y los
desamores. Los encuentros fugaces y las citas misteriosas. Pasan miles de almas
y cada noche la pregunta es la misma: ¿Y si la tuve enfrente y no la reconocí?
Hora pico. El subte avanza a paso de hombre
como de costumbre. A lo lejos, una silueta perfectamente imperfecta se divisa
entre la multitud. Los ojos se estremecen. El corazón vuelve a latir como hace
más de quince años. El ruido y la gente no dejan movilizarse. El grito queda
ahogado ante las voces que se quejan de vivir en el infierno. La silueta se
escapa como un fantasma entre miles de cuerpos. El vagón se convierte en una
prisión donde salir no es tan sencillo. Una vez afuera, las baldosas escupen la
mugre de la ciudad sin el menor inconveniente. Los minutos pasan de golpe. Ya
es tarde. La duda será eterna. Se repetirán horarios y se pondrá especial
atención a esa estación. La silueta se irá deformando de a poco. El fantasma ha
ganado la batalla…
Luces parpadean como un corazón a punto de
apagarse. El humo lo envuelve todo. Miles de caderas se menean ante una música
que taladra los oídos. Es el último trago. La hora de volver. Llega esa última
recorrida para reunir a los sobrevivientes. De repente, el mundo deja de girar.
Las luces se prenden y la música se silencia. Los cuerpos parecen en pausa. La
mirada se clava en un vestido negro, pero lo que importa es el envase. Está
ahí, a metros de cometer el crimen más feroz e inevitable. Como una presa a
punto de ser acechada por el animal más salvaje. La cara se desordena al ver
que hay una coincidencia pasajera entre la víctima y el victimario. La mente
quiere avanzar pero el cuerpo retrocede. Un vaso rueda al piso y todo vuelve a
la normalidad. El primer paso está dado. El acercamiento es inevitable. El
efecto sorpresa de ella al escuchar nuevamente su nombre logra el efecto
deseado. La víctima está a salvo. Se vendrá lo más complicado. Jugar las cartas
que quedan en el mazo. Y despojarse de una vez por todas de los malditos
estigmas y así dejar de lado al cobarde para amar.
Marcelo De Nicola.-
Canción post editorial
Los Ramones también le cantaron al
amor
IMPRESIONES
SOBRE SUEÑOS DE UN SEDUCTOR
Fue nuestro gran amigo James Whistler quien alguna vez reflexionando sobre los procesos
creativos dijo con compleja sencillez aquello de que el arte sucede (art
happens). Tal como hemos charlado alguna vez en este mismo foro, aquel concepto
notable, puede aplicarse también al amor. Mis queridos amigos, el amor, al
igual que el arte, sucede. Desempeñaremos un rol decadente y por qué no triste
en esa canallesca tentativa de doblegar voluntades, será violenta nuestra
insistencia en aquel acto abrumador e invasivo de la conquista. Escribiremos
mala poesía y nos volveremos miserables. Aun así, una voz nos susurrará al oído
aquella verdad filosa como la mirada de una pantera, nos dirá para nuestro
espanto: no insista, por favor no lo haga, el amor sucede. Será entonces cuando
no suceda o deje de suceder, cuando para nosotros solo exista el rechazo y la
nada sea la copa de la que bebamos, el momento más oportuno para correr. Correr
para salvarnos de aquel tormento, correr dos veces más rápido que el dolor,
para tal como señalaba Oscar Wilde,
poder encontrar aquel amor perdido en otra mujer.
Regresar, aunque vivamos en
la convicción de que nadie regresa a ningún lado, a aquella que es ausencia, en
otra mujer. Y no será otra cosa lo que haga Allan, aquel personaje encarnado
por un gran amigo de esta casa, el señor Woody
Allen, en el film Sueños de un
Seductor. La película tendrá una estructura lineal la cual será brevemente
afectada por distintos flashes oníricos que narraran las fantasías
alucinatorias del protagonista. En ellas será el mismo Humphrey Bogart quien
entrará y saldrá de escena para aconsejar a Allan sobre la seducción de
mujeres. El film será dirigido correctamente por Herbert Ross, quien apostará a la solidez del guion elaborado por
Allen y se limitará a poner la cámara a disposición del relato escrito. Algunas
secuencias poseerán ciertas desprolijidades que serán salvadas sin mayores
dificultades por la efectivadad de los Gags humorísticos sobre los que la mayoría
del film descansa. Allen es Groucho Marx,
es Chaplin y Buster Keaton, pero también es Bergman
y Kurosawa, aunque en la juventud de
este film aquella faceta no aparezca. La fotografía manejará una paleta de
colores dentro de los marrones que luego será un clásico en casi toda la
filmografía del guionista y director y mantendrá a través de la construcción en
planos aquel espíritu teatral originario del relato.
Se pondrá a la mujer en un
lugar reprochable en el comienzo de la obra para finalmente revalorizarla y
dejar en claro la visión crítica de la que el film se sirve para narrar. La
película avanzará a través de la dosificación de un conflicto interno del
personaje mucho más fuerte y rico que aquel otro externo que servirá de
disparador al plantear la separación de la pareja. Notaremos los tres actos
aristotélicos clásicos y el recorrido realizado por el protagonista a través de
sus decisiones y puntos de giros llegando al final de la obra modificado y con
un saber diferente. Allan, tomará coraje y la dejará ir a ella, y en ese ella
estará tanto su ex mujer como aquel amorío fugaz con la mujer de su amigo.
Estará allí, escondido en aquella actitud, la grandeza de esta película. Será allí,
donde los que hoy ocupamos esta mesa, levantaremos nuestra copa y brindaremos
con aquel tipo que en un solo gesto se ha convertido en un caballero. El amor,
queridos amigos, es peligro y solo nos queda salir mejores de aquellas arenas
para certificar su autenticidad, de lo contrario seguiremos viviendo la farsa
efímera y vacía que jamás superara a la seguridad aparente del sueño.
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
Seamos nosotros…
UNIVERSO
ROSS
Nacido en Brooklyn, empezó como actor en la obra Macbeth haciendo de bruja.
Luego empezó a actuar como actor en Broadway y más tarde como coreógrafo. En
1968, Ross trabajó junto a Barbra
Streisand como coreógrafo y director de números musicales para el film Funny Girl. Al siguiente año, debutó
como director con la versión musical del clásico Adiós, Mr. Chips, protagonizado por Peter O'Toole y Petula Clark.
Luego siguieron Perdida en la ciudad
(T.R. Baskin) (1971) y La gatita y el
búho (The Owl and the Pussycat) (1970), hasta que en 1972 filmó Sueños de
un seductor.
El film de Sheila fue
el siguiente y en 1975 dirige Funny Lady
que obtiene varias nominaciones al Oscar. Sigue con films como La pareja chiflada, Elemental Dr. Freud, Paso decisivo, La chica del adiós, California
Suite, Nizhinski, Dinero caído del cielo, Soy tu hija ¿Te acuerdas? y Hola Mr Dugan hasta lograr éxitos en
los ochenta como Footloose, Dancers, El secreto de mi éxito y quizás su película más importante: Flores de acero, con un gran reparto
femenino como Sally Field, Julia Roberts, Shirley Mac Layne y compañía. Luego
realizó cuatro films más con Solo ellas,
los chicos a un lado como el último en 1995. Falleció seis años después en
Nueva York.
FICHA
TÉCNICA
Título original:
Play It Again, Sam
Año: 1972
Duración: 87 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Herbert Ross
Guion: Woody
Allen (Teatro: Woody Allen)
Música: Billy Goldenberg
Fotografía: Owen Roizman
Reparto: Woody
Allen, Diane Keaton, Tony Roberts, Jerry Lacy, Susan Anspach, Jennifer Salt,
Allelon Ruggiero, Joy Bang.
SINOPSIS
La película narra los frustrados intentos
por encontrar pareja de un cinéfilo neurótico e inseguro -interpretado por el
propio Woody Allen-, tras haberse divorciado recientemente. La vivaz
imaginación del desdichado, de nombre Allan, le lleva a tener visiones de
Humphrey Bogart, en las que éste le da consejos de cómo seducir a las mujeres.
Una pareja de amigos, Dick y Linda, intentan ayudar a Allan presentándoles a
chicas con las que podría congeniar, pero las citas no fructifican. La relación
entre los tres se complica cuando Linda y Allan empiezan a sentir una atracción
mutua.