EDITORIAL
Hojas que caen desparramándose en el suelo.
Árboles que con sus ramas escalan hasta el infinito. Cielos que reflejan el
futuro del universo. Nubes que chocan en busca de alguna conexión divina. Gotas
que caen para cristalizar la tierra. Cantos que se oyen desde los cuatro puntos
cardinales. Ojos que buscan amores correspondidos. Aromas que florecen desde lo
más profundo de la tierra. Versos que escupen frases poéticas. Guitarras que
aúllan verdades. Sonrisas que vencen cualquier enojo. Caricias que tocan el
alma. Relojes que no desesperan. Naturaleza viva. Naturaleza humana.
La calma que precede a la tormenta. El caos
como consecuencia de todo. La violencia como antídoto salvaje.
Miradas que huyen de persecuciones
siniestras. Voces que gritan historias sin final. Miedos que callan a los más
débiles. Egos que celebran victorias inmorales. Culturas mutiladas por el paso
de los años. Especies extinguidas por la avaricia de los más poderosos. Bosques
desmantelados como hojas de papel. Mares contaminados por un puñado de
billetes. Corazones que sangran por adioses incomprensibles. Sitios que se
encuentran cara a cara con la muerte. Playas devastadas por tsunamis
rencorosos. Ciudades enterradas por bombardeos mesiánicos... Naturaleza muerta,
naturaleza humana.
Causa y efecto. Nuestro karma…
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
Seguimos con el karma
IMPRESIONES
SOBRE TIO BOONME RECUERDA SUS VIDAS PASADAS
Fue el escritor y poeta Michael Houellebecq quien reprodujera
alguna vez aquella pregunta formulada por el psiquiatra francés Jean Didier Vincent que cuestionaba con
lucidez la costumbre de los roedores. Preguntaba entonces Vincent: ¿Qué es lo
que hace una rata al despertar? Olisquear. Como ya hemos charlado más de una
vez en este foro, los que hacemos este programa, creemos ver aquel destello
chispeante y prometedor que es la inteligencia no en las respuestas, sino en
las preguntas. Uno responde desde la memoria, las preguntas, sin embargo surgen
del instinto. Olfatear, husmear, preguntar no es otra cosa que desconfiar.
Cuestionar aquello que nuestros ojos ven, que nuestras manos palpan, cuestionar
a las malditas rectas, a los colores que mienten rojos o amarillos, cuestionar
cada limite, cada nota, cada palabra. Cuestionar para construir lo que
derribaremos mañana. A principios del siglo pasado, Máximo Gorki escribía en su obra “Los bajos Fondos” que un
hombre puede creer o no creer, eso es cosa suya. Porque es su propia vida la
que apuesta por la fe, la incredulidad, el amor y la inteligencia. Y no hay
sobre la tierra otra verdad más grande para el espíritu humano que esta
gloriosa y humilde condición.
El hombre arriesga su propia vida cada vez que
elige y eso lo hace libre. Y esa libertad es el único lugar que debemos buscar
dentro de este mundo que duerme en el arrullo constante de aquellas leyes que
como el más triste de los prospectos nos enseña la libertad. La película que
hoy nos reúne, del mítico director tailandés Apichatpong Weerasethakul, manejará esta misma idea de libertad
desde su inicio. La oscuridad se quebrará primero desde el sonido. Oiremos,
pájaros, insectos, la selva. Vendrán luego las imágenes. Un buey amarrado a un
árbol mientras sus dueños comen al aire libre. El buey lucha por soltarse y lo
logra. El animal corre por instinto pero a los pocos metros se detiene sin
saber qué hacer con aquella libertad jamás experimentada. El hombre lo atrapa.
La cinta trabajará durante todo su devenir, este concepto de intentar liberar
los sentidos, las culpas, los karmas. Aparecerá aquella idea budista de la
causa y el efecto. Aparecerán fantasmas, algunos de aspecto temible, que
vendrán a contarnos sobre aquello que no vemos, que no sentimos.
El film buscará
romper estructuras establecidas e impuestas todo el tiempo. Desde el
convencionalismo genérico se quebrará aquella idea de presentación de
personajes típicas del género de terror, desde lo narrativo, veremos un quiebre
en ciertas secuencias que tomaran el formato de leyendas, quebrando no solo la
estética, sino también el verosímil planteado por el director. La fotografía
será muy cuidada, planteando cuadros armónicamente compuestos y equilibrados.
Las tomas, en general, serán largas, rompiendo allí también el dinamismo
establecido por el cine comercial propio de la industria. Estaremos casi dos
horas frente a un film metafórico, que hará referencias a códigos de una
cultura que no es la nuestras. Quizás a veces quedaremos afuera de los
conceptos allí expuestos, pero esto no será un inconveniente para el disfrute.
Prevalecerá con suerte aquella seductora sensación del sonido de los cimientos
de nuestros sentidos al romperse. Nos creeremos libres, aunque sea por un
instante.-
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
También sonó este gran tema de ANIMAL
Y nos despedimos con esto
FICHA TÉCNICA
Título
original: Lung Boonmee raluek chat (Uncle Boonmee Who Can Recall His Past
Lives)
Año: 2010
Duración: 113 min.
País: Tailandia
Director: Apichatpong Weerasethakul
Guion: Apichatpong Weerasethakul
Música: Varios
Fotografía: Yukontorn Mingmongkon, Charin Pengpanich,
Sayombhu Mukdeeprom
Reparto: Thanapat Saisaymar, Jenjira
Pongpas, Sakda Kaewbuadee, Natthakarn Aphaiwonk, Geerasak Kulhong, Kanokporn Thongaram, Samud
Kugasang, Wallapa Mongkolprasert, Sumit Suebsee, Vien Pimdee
SINOPSIS
El Tío Boonmee sufre una insuficiencia
renal aguda y decide acabar sus días entre los suyos en el campo.
Sorprendentemente, los fantasmas de su mujer muerta y de su hijo desaparecido
se le aparecen y lo toman bajo sus alas. Mientras medita sobre los motivos de
su enfermedad, Boonmee atraviesa la jungla con su familia hasta llegar a una
cueva en la cima de una colina, el lugar donde vino por primera vez al mundo.
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