EDITORIAL
Sobre
la noche de mis días escribo estas líneas, allá donde el horizonte ya no miente
caminos. Allá en la cuna de las verdades, donde el único dios habita, detrás de
la sombra del abismo. La luz es sobre el misterio, el dios sobre todas las
verdades. La muerte implacable, el fin definitivo. Mi ser converge oscuro e
inconjugable sobre aquel filo del instante ya sin brío. Caen al fin mis ropas
en el olvido, se apagan lentas las estrellas y la noche pierde para siempre su
abrigo, el mar se derrama sobre la arena en la disfonía de su último rugido. Pienso
en la melancólica belleza del último beso, en la ternura de aquellos rostros
que morirán conmigo. Abrázame fuerte antes de que me vaya, tal vez sea este el
último sacrificio.-
Lucas
Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE
SACRIFICIO
La
tarde agoniza lenta, despojándose sin prisa de cada uno de sus colores,
consumiendo su ser lentamente bajo la anónima oscuridad de la noche. La tarde
muere, me digo, con el anhelo del nuevo día, involucrando involuntariamente a
la fe, jodiendo aquel ritual ancestral con el pasado que se inyecta en el
futuro como el más letal de los venenos a través de aquella traición de la
existencia que es la esperanza. Miro las sombras devorando árboles o edificios
y siento la angustia de andar el camino apostando estas migajas a aquellos
puntos suspensivos que nos traicionaran cualquier día en un punto final.
Recuerdo al filósofo de Salamanca en
aquel párrafo repleto de lucidez confesando: “Ese pensamiento de que me tengo
que morir y el enigma de lo que habrá después es el latir mismo de mi
conciencia. Contemplando el sereno campo verde o contemplando unos ojos claros,
a que se asome un alma hermana de la mía, se me hinche la conciencia, sintiendo
la diástole del alma y me empapo en vida ambiente, y creo en mi porvenir; pero
al punto la voz del misterio me susurra – ¡dejaras de ser! – Me roza con el ala
el ángel de la muerte, y la sístole del alma me inunda las entrañas
espirituales en sangre de divinidad”. Será tal vez este pensamiento, o las
preguntas que dé el surgen, lo que se desprenda de la premisa argumental de
aquella obra de arte, de aquel objeto único y de colección que es el film
Sacrificio de nuestro hermano Andrei Tarkovski.
Transitar una obra del cineasta ruso, pienso aquí también en El Espejo o en
Nostalgia, es una experiencia de la que por suerte, como suele suceder con
aquellas que realmente valen la pena, no se sale sin marcas. Cumple con aquella
finalidad sagrada del arte de conmovernos, movilizarnos, aunque algunas veces
este movimiento nos lleve a costas terribles y solitarias. Se conjugaran en
Sacrificio todos los elementos para lograr que el lenguaje cinematográfico
brille como tal vez estos ojos jamás hayan visto en otras obras
cinematográficas. Quizás aquel destello aparezca también en algunas obras de Von
Trier, Bergman o Kubrick. El film buscará indagar sobre el ser y su
angustia existencial componiendo aquel material con bellas metáforas visuales,
diálogos profundos, complejos y teóricos. Se desarrollará el relato en el
intento de festejo del natalicio de Alexander,
marcando en el final de cada escena la proximidad de la tragedia evidente a
través de distintos recursos. Una tormenta comenzará marcando la urgencia,
luego la presión aparecerá en el sonido o en la tensión generada por medio de
la composición de los distintos planos, dando como resultado una fotografía
exquisita e inteligente. Las escenas estarán planteadas con cierta
intencionalidad teatral en la disposición misma de los objetos, logrando una
economía de planos que, lejos de resultar tediosa, no harán más que agregar
dramatismo al relato. Comenzará la película con el protagonista y su joven hijo
plantando un árbol, que uno creería a simple vista seco. Alexander contará
entonces una historia sobre un monje el cual regará durante tres años un árbol
similar sorprendiéndose un día al encontrarlo repleto de nuevos brotes.
He
allí, tal vez, una de las metáforas que podría representar la temática de la
película, su intención, su mensaje. Será esta película la última del maestro
ruso. Será consciente al filmarla de su muerte inminente, a causa del
padecimiento de un cáncer terminal. Buscará en ella hablarnos a todos sobre su
concepción de la vida y de la muerte, pero el espectador ideal de esta obra de
arte, no será cualquiera. Tarkovski
no estará hablando en general. Le hablará a su hijo. Le hablará de sus miedos
más oscuros y de la tristeza de las perdidas. De la muerte y la guerra, las
feroces e inútiles guerras que lo devastarán todo. Le hablará de su madre, del
arte y lo bello. Le hablará de lo inevitable y de la necesidad imperiosa de
prender fuego la casa, la propia casa, para poder seguir avanzando
personalmente. Y se despedirá con valentía, saludando a los suyos desde aquel
pasillo oscuro que conduce a la nada, que no es otra cosa más que la muerte.
Besará a su hijo tiernamente dedicándole el film con las siguientes palabras: Para
Andriosha, con esperanza y confianza, seguramente con la certeza de que sus
ramas brotaran verdes y fuertes tras el triste otoño que se avecina.
Lucas
Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO TARKOVSKY
Nacido
en Rusia en 1932, hijo del poeta Arséni Tarkovski, tuvo una infancia difícil
que le dejaría una profunda huella. Después de estudiar Música y dedicarse tres
años a la pintura, cursó Árabe en el Instituto de Lenguas Orientales, y también
Geología – que le llevaría a trabajar en Siberia (1956-1960) – y finalmente
Cine en el famoso VGIK, donde se formó al lado de Mikhaíl Romm.
Empezó
con algunas películas como estudiante, como Asesinos, basada en la novela de Ernst Hemingwey en 1958. Ese año
también dirigió Concentrado y siguió
con los filmes Hoy no se licenciará y La
apisonadora y el violín, film con el que se graduó en la Universidad.
Su
primera película oficial fue La infancia
de Iván en 1962, la historia de un niño ruso de 12 años que trabaja
espiando a los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Ganó el Leon de Oro en Venecia, convirtiéndose
en la primera ópera prima en lograrlo.
En
1966 dirigió Andrei Rublev, la
biografía del pintor ruso que pintó la Catedral del Kremlin y ahí se dio cuenta
de las torturas, crímenes y matanzas que sufría su pueblo, film secuestrado por
el régimen soviético.
En
1972 dirigió Solaris, basada en un
clásico del escritor polaco Stanislaw
Lew, sobre un científico es enviado a la estación espacial de un remoto
planeta cubierto de agua para investigar la misteriosa muerte de un médico.
Ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes.
Tres
años después llega El Espejo, donde
mezcla parte de su vida, su autobiografía, la historia de su padre, y lo que
está pasando en su país, a través de imágenes, relatos y poemas del propio
director. Un film lleno de simbolismos.
En
1979 dirige La Zona (Stalker), en la
que en un lugar de Rusia llamado "La Zona", hace algunos años se
estrelló un meteoro. A pesar de que el acceso a este lugar está prohibido, los
"stalkers" se dedican a guiar a quienes se atreven a aventurarse en
este inquietante paraje.
En
1983 filma Nostalgia, la vida de
Andrei Gorèakov, un poeta ruso, que recorre Italia en compañía de Eugenia con
la intención de investigar la vida de un compositor del siglo XVI. En su viaje
se encontrarán con el apocalíptico Domenico. Para muchos, lo más cercano a la
poesía que se vio en el cine. Ganó el Premio
a Mejor director en Cannes.
En
1986 dirigió Sacrificio, el film que
dejó un legado difícil de igualar, a pesar de su escasa filmografía, 9 meses
antes de su muerte.
Su
estilo está vinculado a la tradición lírica y patriótica del cine soviético,
más próximo a Aleksandr Dovjenko que
a Sergei M. Eisenstein. Al respecto,
dijo sobre este maestro: “Me parece que su estética me es ajena y francamente
contraindicada”. Humanista y místico, defensor de la creación individual del
artista, en su narrativa cinematográfica rechazó la unidad dramática
tradicional. Polémico y un tanto sofisticado como cineasta, sus ambiciosos
filmes -estructurados como capítulos de novela o cantos de una epopeya-
necesitaron grandes presupuestos.
Con
sólo siete películas largas en 25 años, hoy está reconocido como uno de los
grandes “clásicos” del cine contemporáneo. Destacó por su uso del
plano-secuencia y la lentitud narrativa para reflexionar la imagen y participar
activamente en la creación de la obra de arte. Poco después de morir de cáncer
a los 52 años, en plena capacidad como creador, apareció publicado el diario de
trabajo y sus teorías en forma de libro: “Esculpir
en el tiempo”, donde dialoga con los problemas reales que se le presentaban
en su tarea artística. Las generaciones actuales han manifestado un creciente
interés por este genio de la pantalla.
Les
dejamos sus diez películas favoritas que enumeró en abril de 1972
1. Diario de un cura rural (Le journal d'un
curé de campagne, 1950) de (Robert Bresson)
2. Los comulgantes (Nattvardsgästerna, 1962)
de (Ingmar Bergman)
3. Nazarín (1958) de (Luis Buñuel)
4. Fresas salvajes (Smultronstllet, 1957) de
(Ingmar Bergman)
5. Luces de la ciudad (City lights, 1930) de
(Charles Chaplin)
6. Cuentos de la luna pálida (Ugetsu
monogatari, 1953) de (Kenji Mizoguchi)
7. Los siete samuráis (Shichinin no samurai,
1954) de (Akira Kurosawa)
8. Persona (1966) de (Ingmar Bergman)
9. Mouchette (1967) de (Robert Bresson)
10. La mujer en la arena (Suna no onna, 1964) de
(Hiroshi Teshigahara)
Había un loco en una
calesita
casi desnudo y con la
vista enferma
y daba vueltas y se
sonreía
y silbaba bajo por no
molestar
y Dios es una máquina de
humo
Nos despedimos con el gran Bob
FICHA TÉCNICA
Título
original: Offret
Año:
1986
Duración:
145 min.
País:
Suecia
Director:
Andrei Tarkovsky
Guión:
Andrei Tarkovsky
Música:
J.S. Bach
Fotografía:
Sven Nykvist
Reparto: Erland Josephson,
Susan Fleetwood, Valerie Mairesse, Allan Edwall, Gudrun Gildottir, Sven Wolter
SINOPSIS
Alexander
es un ex actor y crítico de arte que vive angustiado por el mundo desolador que
lo rodea. Ama a su hijo más pequeño, quien perdió el habla durante una
operación. En el día de su cumpleaños número 50, su familia se reúne para
celebrarlo con él, pero mientras ven la tele, llega la noticia de un inminente
conflicto nuclear que acrecienta los pensamientos de Alex. Mientras se acerca
el final, él está con su esposa, sus hijos, un amigo, las criadas y un cartero,
quien lo convence de que una de sus criadas es una bruja, y debe acostarse con
ella para salvar al mundo, mediante un último sacrificio.
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