PROGRAMA 144 (10-06-2016)
EDITORIAL
El
amor, visto a través del tiempo, quizás haya sido la única moneda
verdaderamente legítima (y por eso tal vez la más valiosa) en esta cadena de
sucesos mal contados al que todos llamamos historia. Como tal, ha sabido
movilizar gracias a su valoración en el mercado de la humanidad, sólidos
intereses de diversas características. Por amor a un dios, se han aniquilado
pueblos y culturas, se han violado mujeres y niños dando como único resultado
de aquel insoportable brío de cariño no la salvación eterna sino la
inescrupulosa expansión del poderío. Por amor se ha engañado al hermano y se
han dejado cicatrices feroces que supuraran la pus de la traición hasta que
demos el último respiro. Por amor a algo tan abstracto y absurdo como la patria
hemos empeñado nuestra libertad de andar las tierras sin rumbo alguno,
disfrutando de ser parte y no soberano de lo que la naturaleza propone, y hemos
generado aquella derrota de la existencia que es la identidad, aquel pánico
cuyo único bálsamo es el embustero sentimiento de pertenencia, y por este
veneno hemos empuñado armas y odios.
Por amor han encerrado nuestra naturaleza
bajo las pétreas garras organizativas de la familia, haciéndonos parte de aquel
macabro plan que es la sociedad. Algo de antídoto había en aquello de que la
patria es el otro, pero no supimos defenderlo por la maldita avaricia de perder
el manojo, de compartir aquello absurdamente acumulado. Entonces llegó aquello
de que amar a la patria era ver morir al hermano y de que por amor a todos,
debían caer algunos. El veneno ya estaba en nuestras venas y por amor,
aceptamos el hambre y la pobreza. Citando a Freud, un amigo de esta casa dijo alguna vez que el amor era un imposible porque el hombre busca en la mujer el amor
de su madre y la mujer busca en el hombre a dios. El amor ha venido a estas
tierras tal vez con el único objetivo de unir a las individualidades en masas
entregándolas así ferozmente al anonimato de la homogeneidad. La fe, la otra
cara de la moneda, también continua celosamente aquel objetivo. Resta mirar,
entonces, el camino propio y analizar con silenciada sinceridad las atrocidades
que hemos cometido por aquellas calles en donde un día pasó el amor.-
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE LAS
AVENTURAS DEL PRINCIPE ACHMED
Tal
vez una errada concepción del amor, y la mala poesía ha hecho sus valiosos
aportes a esto, nos ha inculcado la temible idea de la conquista. Aquella idea
por la cual entendemos que luego de un camino repleto de periplos, nos esperará
el reparo cálido de un sol que con su brillo notable nos liberará finalmente de
la soledad de la que está hecha el universo. Bajo este fallido concepto, las
almas más sencillas, se han aventurado ciegamente a la escritura apresurada de
ampulosos versos, han tarareado milongas enteras por indómitos callejones o han
caído en la ignominia feroz del cepillado bucal dos veces al día. Se ha
pensado, entonces, en el amor como una conquista, una recompensa por las
habilidades demostradas y quizás jamás adquiridas. Aquel logro siniestro
conlleva, naturalmente, la idea lógica de posesión. Como no sentirse poseedor
de aquel trofeo adquirido luego de tanto sacrificio, luego de tanto sudor
esparcido sobre aquella arena feroz del cortejo.
Y estará entonces también
aquella otra idea de que por habernos costado tanto ese beso contendrá el sabor
de todos los besos, de que aquella caricia, será el arquetipo platónico de las
caricias. Miseria. El amor, mis queridos amigos, sucede hasta que
inevitablemente, deja de hacerlo. Más allá de nuestras gracias y habilidades,
que nunca están demás para hacer de nosotros personas más complejas, el amor, o
como quieran llamarlo, será el descuido más sabroso. Llegará, con su piel de
seda, a burlar por algunos instantes a la muerte. Achmed, aquel príncipe de las mil y una noches transitó la idea del
amor bajo este mismo razonamiento. El film, adaptado y dirigido por la alemana Lotte Reiniger, narrará con un
laborioso y hasta obsesivo método, las travesías realizadas por el príncipe
para lograr el amor del hada Paribanou.
Entendamos aquel camino del héroe, en términos de Campbell, tal vez como la
búsqueda desesperada del protagonista de las respuestas a las simples, aunque
siempre profundas, preguntas de quién soy y que es lo que quiero.
Será la
ansiedad de aventuras ante una vida fácil y homogénea lo que lo impulse a salir
al camino y apostar lo único que realmente posee: su vida. Será aquel viaje
iniciático necesario para ampliar su visión y asimilar así nuevas aristas de
las que se compone la complejidad del mundo. Volverá entonces a su pueblo
renovado, traerá nuevas verdades y en aquellas iluminaciones habrá ampliado,
sin saberlo, su caverna. Ella se quedará con él, reavivando así el fantasma de
la conquista. Nosotros, preferiremos ver en ella, la delicada metáfora de la
superación personal, la belleza adquirida a partir del enfrentamiento con la
complejidad del mundo. Metaforizarla a ella estará lejos de ser producto de una
visión nostálgica o nihilista del amor. Para los que este programa hacemos, la
búsqueda del amor será eterna, ya que su logro, como dijimos anteriormente, es
imposible. En aquella falta, en aquella búsqueda situaremos inevitablemente al
arte. Será esta nuestra visión, y partiremos pensando que siempre detrás de
cada luz, llegará el apagón.
Lucas
Itze.-
Canción
post impresiones
Un gran clásico...
UNIVERSO REINIGER
Charlotte (Lotte) Reiniger,
nació en Berlín-Charlottenburg, Imperio Alemán, en 1899 y murió en la República
Federal Alemana en 1981. Fue cineasta alemana (posteriormente nacionalizada
británica), famosa por sus películas de animación con siluetas, especialmente Las aventuras del príncipe Achmed (1926).
Con
dieciséis años aspiraba a algo más que cumplir el deseo de sus padres, y pronto
le interesaron las películas de Georges
Méliès, por sus efectos especiales, y las de Paul Wegener (El estudiante de Praga, El golem), al que oyó en una
conferencia en 1915, sobre las posibilidades del cine de animación. Entró en el
grupo de teatro de Max Reinhardt, al
que pertenecía Wegener, en el que se dedicó a confeccionar las siluetas de los
otros actores del grupo en sus respectivos papeles. Pronto empezó a trabajar
con Wegener, realizando los subtítulos de la película Der Rattenfänger von Hameln (El flautista de Hamelín).
En
el Institut für Kulturforschung (Instituto de Innovaciones Culturales), un
estudio berlinés dedicado a las películas de animación experimentales, realizó
su primera película de siluetas, Das
Ornament des verliebten Herzens (El ornamento del corazón enamorado, 1919).
En dicho estudio conoció también a Carl Koch, con el que se casó en 1921, y que
colaboró con ella en casi todas sus películas.
En
los años siguientes realizó seis cortometrajes, todos ellos con producción y
fotografía de su marido. Al mismo tiempo, trabajó en anuncios publicitarios. El
encanto de su trabajo y su interés por encontrar nuevas formas de expresión en
el medio fílmico llegó a oídos de la UFA -Universum Film Aktien Gesellschaft-,
la gran industria nacional de cine alemán, y el mismo Fritz Lang la invitó a
crear el sueño de Kriemhield en Los
Nibelungos (diseñó la silueta de un halcón para una secuencia onírica de la
primera parte).
Entre
1923 a 1926, escribió el guión y dirigió Las
aventuras del príncipe Achmed, el más antiguo largometraje animado que se
conserva, de 65 minutos de duración, para la que se realizaron 300.000 imágenes
individuales. El banquero judío Louis Hagen, admirador de su obra, le ofreció
financiarle un largometraje, que realizaría en un estudio construido encima de
su garaje, cerca de su casa de Potsdam, a cambio de que ella y su marido se
encargaran de la educación de sus hijos. Es una trama sobre varias historias
relacionadas con Las mil y una noches.
El
éxito le dio la oportunidad de realizar el mediometraje Doktor Dolittle und seine Tiere (El doctor Dolittle y sus animales,
1928) basada en la primera de las novelas de la serie dedicada al personaje
por el autor inglés de literatura infantil Hugh
Lofting. La música fue compuesta en esta ocasión por Kurt Weill, Paul
Hindemith y Paul Dessau.
Un
año más tarde, Reiniger codirigió, con Rochus Gliese, su primera película de
imagen real, Die Jagd nach dem Glück (La
búsqueda de la felicidad, 1929), un relato sobre una compañía de teatro de
siluetas. En la película interpretaban papeles Jean Renoir y Berthold Bartosch,
e incluía una representación de siluetas de 20 minutos, diseñada por Reiniger.
Por desgracia, el filme se terminó cuando el sonido acababa de llegar a
Alemania, y su estreno tuvo que demorarse hasta 1930 para añadir las voces de
los actores.
En
1933, coincidiendo con el ascenso nacionalsocialista, Lotte Reiniger y Carl
Koch decidieron emigrar de Alemania, y se establecieron en varios lugares pues
ningún estado quiso concederles los visados necesarios para establecerse de
forma permanente. Viajaron de uno a otro país, permaneciendo en cada uno todo
el tiempo que el visado les permitía. Durante esta época, produjeron unas doce
películas. Entre las más conocidas están Carmen
(1933) y Papageno (1935),
basadas respectivamente en las óperas Carmen de Bizet y La flauta mágica de
Mozart.
En
1949, Reiniger y Koch pudieron por fin trasladarse a Londres. Tras realizar
algunos proyectos para la Oficina General de Correos, crearon la empresa
Primrose Productions, para la que rodó películas de cuentos de diez minutos de
duración; entre otras, Calif la cigüeña,
Pulgarcita o El saltamontes y la hormiga. Todas ellas rebosantes de su
talento manual.
Por
la adaptación del cuento El sastrecillo
valiente recibió el premio al mejor largometraje en la Bienal de Venecia de
1955. A partir de ese año experimentó con películas de siluetas en color y
concibió el documental The Art of Lotte
Reiniger, en el que explica la creación de una película de siluetas, a
partir del ejemplo de Papageno.
Carl
Koch murió en 1962, pero Lotte Reiniger siguió trabajando. Durante esta época,
realizó veinte películas de siluetas, la mayoría de ellas para la BBC, y casi
todas basadas en cuentos de hadas clásicos.
En
1972 se le concedió en Alemania la Cinta de Oro. En 1980 se le entregó en
Londres la Cruz federal del Mérito. En 1976 se desplazó a Canadá, donde realizó
la película Aucassin et Nicolette para el National Film Board y en 1979 su
última película en color, The Rose and
the Ring.
Murió
en Dettenhausen, Alemania, el 19 de junio de 1981, a los 82 años.
Lo que se ve, se ama, se pierde
Hasta la próxima semana
FICHA TÉCNICA
Título original: Die Abenteuer
des Prinzen Achmed (The Adventures of Prince Achmed)
Año:
1926
Duración:
65 min.
País:
Alemania
Director:
Lotte Reiniger
Guión:
Lotte Reiniger
Música:
Wolfgang Zeller
Fotografía:
Carl Koch (B&W)
SINOPSIS
Un
hechicero africano crea un corcel volador como regalo al rey de una ciudad. Su
intención es usarlo como moneda de cambio y contraer matrimonio con la hija del
patriarca. Así, se dirige a la ciudad, donde el Rey está celebrando su
cumpleaños, y le ofrece el trato tras demostrar las habilidades del animal.
Para facilitar el asunto, engaña a Achmed, hermano de la princesa, y lo monta
sobre el corcel, llevándole lejos del lugar, quitándose una posible resistencia
de encima. A partir de este punto seguimos la historia de Achmed, de una bella
princesa y del propio hechicero, enlazando hasta con el mismísimo Aladín.
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