EDITORIAL
Gente
apiñada en la estación, algunos relojean el fondo del túnel, a ver si aparece
por milagro esa pequeña luz. Cuando el ciempiés de metal estaciona, varios
intentan entrar como pueden, formando una especie de tetris humano donde nadie
puede encastrar. Otros tendrán que esperar un tiempo más. Empujones, protestas
y algún que otro grito son parte del folclore diario de la furibunda mañana
semanal en la ciudad.
Celulares,
auriculares y unos pares de libros desorientados son parte del decorado,
mientras de fondo algún vendedor ofrece los productos al menor precio.
Pero
a pesar de toda esa parafernalia que los rodea, todos son presos de sus propias
ilusiones, y caminan hacia la última estación atravesando su propio destino.
Si, admitámoslo, la soledad es nuestra principal compañera. A pesar de que
tengamos una vida social agitada, en el fondo estamos solos.
Inventamos
un hotel con habitaciones vacías, buscando sueños para alojar. Cada habitación
tendrá un colchón de palabras que esperan ser diseminadas por esos pasillos
grises, para que no queden olvidadas en un sótano cerrado. Pero nuestros miedos
tendrán la llave que encerrará cualquier frase que quedará desteñida con el
tiempo.
Porque
son nuestras las decisiones que uno elige a lo largo del camino. Porque es uno
el que revuelve el azúcar de la taza de café por las noches, tratando de
encontrar respuestas. Y después de ese café, llegará la batalla con la almohada
para intentar conciliar el sueño, mientras la película que no queremos ver se
repite una y otra vez en tu mente. No importa si dormís solo o acompañado,
porque la guerra interna sabe bastante de balas perdidas y perdigones
incrustados.
Después
de un sueño profundo, te levantas a la mañana intentando una vez más ser vos,
evitando el maldito pero necesario egoísmo que nos vigila, siempre al acecho.
Nuevamente escucharás esas voces que salen desde tu más profundo sentimiento y
que juegan una y otra vez con tu mente, impidiendo relajarte por la ajetreada
rutina. Voces que en cierto momento se transformarán en gritos para escapar de
esa tensa calma que nos contiene, encerrados en una mera ilusión cínica.
Quedaremos atrapados en ese vendaval de ruidos, deseando de una vez por todas
llegar a nuestro propio desierto, reclamando que el egoísmo haga su presencia estelar.
Gritaremos solos buscando algún abrazo que nos calme y nos lleve a esa infancia
que perdimos hace tiempo, donde la mayor preocupación era que llegue la hora
para salir a jugar. Será en ese apretón cuando desearemos siempre la compañía y
por fin, se nos ilumine una sonrisa, cuando nos demos cuenta que, entre tantos
murmullos, se escuche el eterno sonido del silencio…
Marcelo
De Nicola.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE EL
SILENCIO
En
la oscuridad más profunda de la noche se encuentran los traidores. Están allí,
viviendo sus miserables vidas, obteniendo de ella experiencias miserables.
Esconden sus pieles bajo la anónima tibieza de un par de soles bastardos,
jugando sus cartas manchadas, siempre lejos de cualquier borde. Están allí,
soñando aquel sueño de ser un lobito más en esta manada sin luna, con la triste
esperanza de poder caminar algún día esta calle olvidando para siempre su
sombra, con la vista fija, al fin, en aquel instante vertiginoso que se presta
a morir. Será su traición el olvido, y lo será también cualquier nombre, y se
esconderá en todos los números y se oirá para siempre en la indiferente voz del
tintinar de tres monedas de oro. El aliento de todo su decir empañará,
oportunamente, el culo opaco sobre el que descansa la fría copa del silencio. Y
serán otras las palabras que amanezcan en la muerte de aquellas otras nunca
dichas, serán otras las anécdotas y callaran los colores, y en aquel ruido
bastardo también sonará, abrasivo, el silencio. Sabio silencio que ilumina,
oportuno silencio distante, melancólico silencio de adoquines húmedos y fantasmagóricas
neblinas, humillante silencio que engaña verdades, que oculta al desaparecido
que grita también su silencio desesperado bajo un asfalto pesado de angustiosas
preguntas, misterioso silencio que preside a la vida y que nos espera agazapado
allí en la oscuridad de la muerte.
Del mismo modo que el lenguaje brota de la
necesidad de comunicarse el hombre con los demás hombres, el pensamiento como
lenguaje interior, consiste en la comunicación del hombre consigo mismo y en
aquel silencio de la palabra hablada serán otros los signos que participen en
la ilusoria aventura de la comunicación. Marshall
Mc Luhan dijo que el medio era el
mensaje, esto nos hace pensar, entonces, que en aquel silencio de la
palabra hablada el mensaje, no habrá muerto, sino que recaerá sobre el cuerpo
que calla valorándolo ahora como signo del enunciado. De esta manera funcionará
el silencio dentro del minucioso relato guionado y dirigido por aquel inmenso
artista que demostró ser nuestro querido amigo Ingmar Bergman. Callará en la cinta el lenguaje hablado, serán
breves los diálogos y solo aparecerán ante la imposibilidad de la imagen de
comunicar el mensaje buscado. Jean
Claude Carrier, en su libro The End,
dice respecto a la escritura de diálogos, que es la herramienta común del guionista
perezoso, y agrega luego que el dialogo aparecerá solo para contar aquello que
la imagen no puede. Hablaran entonces los cuerpos, las miradas, actuará en su
esplendor el lenguaje cinematográfico todo, con sus luces y planos, con su
montaje y angulaciones, susurraremos en teleobjetivo y sentiremos la furia del
grito con los gran angulares. Profundizará Bergman
sobre la idea del silencio instalándolo también allí donde emisor y receptor no
conectan porque la simbología utilizada difiere entre ellos. Lo que debería ser
comunicación, entonces, será solo ruido.
En aquel ruido donde Bergman sitúa a sus personajes,
descubriremos finalmente una lograda imagen de la soledad que ellos padecen.
Habrá silencio entre Anna y Ester y cuando dialoguen,
tampoco lograran comunicarse. Será el ruido sus evasivas, sus pocas ganas de
enfrentar el conflicto que tanto las lastima. Anna buscará alguna respuesta a
través del reclamo y el agravio, hablando siempre desde el resentimiento y el
odio. Ester poco dirá y se lamentará profundamente tanto por Anna como por Johan,
su sobrino. Habrá cierto olor a traición entre ellas, se callaran verdades y el
dolor se lo comerá todo. Dice Unamuno
que todo lo vital es irracional y todo lo
racional es antivital, porque la razón es esencialmente escéptica. La
razón, la lógica y las leyes que rigen a ambas tienen como objeto de
conocimiento lo que ya está muerto, pues lo vivo, lo que es absolutamente
inestable, lo absolutamente individual es, en rigor, ininteligible. La
inteligencia humana, busca lo muerto, pues lo vivo se le escapa. La razón
movilizará a Ester y también lo hará, en menor medida, con Anna. Intentaran
rescatar desde aquel pasado muerto alguna verdad, pero la ruidosa distancia de
sus soledades le impedirá llegar a algo. Quedaran ellas allí, en esa búsqueda
desesperada, hurgando en lo muerto, racionalizando lo que ya no son, lo que tal
vez algún día fueron. El film culminará de golpe, casi sin aviso, como se van
los que saben, dejándonos tal vez aquel mismo sabor que experimentamos con Bukowski
cuando nos dijo que la mejor manera de terminar un poema como este es quedarse
de pronto… callado.-
Lucas
Itze.-
Canción
post impresiones
Canciones con idiomas inventados, como aquí creó Charly García...
Vonlenska, el idioma inventado por la banda islandesa Sigur Rós...
FICHA TÉCNICA
Título
original: Tystnaden
Año:
1963
Duración:
96 min.
País:
Suecia
Director:
Ingmar Bergman
Guión:
Ingmar Bergman
Música:
Bo Nilsson, J.S. Bach
Fotografía:
Sven Nykvist (B&W)
Reparto: Ingrid Thulin, Gunnel
Lindblom, Jörgen Lindström, Haakan Jahnberg, Leif Forstenberg, Biger Malmsten
SINOPSIS
Ester,
su hermana Anna y su sobrino Johan atraviesan en tren un país extranjero y
sombrío, probablemente en guerra. Los tres vuelven a casa, pero tienen que
interrumpir el viaje y detenerse en una ciudad a descansar en un oscuro y
destartalado hotel, ya que Ester, que sufre una crisis vital, se ha puesto
enferma. Mientras Ester trata de reprimir la atracción sexual que le inspira Anna,
ésta sale en busca de sensaciones que la liberen del tedio y la angustia. La
total incomunicación entre las dos hermanas hace que su relación sea una
extraña mezcla de odio exacerbado y patológica dependencia, situación a la que
asiste como testigo mudo el niño.
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