EDITORIAL
La
noche no perdonaba ni un sueño en aquella mesa del bar Británico. Yo, sin
esperar nada ni a nadie, desparramaba mi diminuta existencia junto a la ventana
que custodia en silencio a la calle Brasil. Desde enfrente, el parque Lezama se
erguía como un morro oscuro y monstruoso. Las caras de los pocos clientes que
entonaban aquel silencio de tumba que colmaba al bar, prometían tan poco como
la mía. Algunos, los más cachorros, ensayaban el cliché de la bebida fuerte y
las lágrimas derramadas por la que se fue. Otros, desde un gesto entumecido,
dejaban ver las marcas de una vida de penas y oscuras injusticias. Ellos ya no
necesitaban lágrimas. Si su cuenta, aun no estaba paga, cuando menos, estaba
empatada. A veces, podías encontrar alguno desorientado en su tiempo, curtiendo
una bohemia vencida y amarillenta, empuñando, con la vista algo perdida, una
bic, la cual atacaba esporádicamente un minúsculo papelito, prometiendo un
poema, o tal vez un cuento. Aquella noche era particularmente espesa y húmeda.
Las pequeñas baldosas desorganizadas del Británico, transpiraban a la par de
los parroquianos. A mí nadie me observaba, pero eso no era cosa nueva. Tenía
casi una vida transitada como fantasma y no estaba mal. Detestaba a aquellos
llorones ahogados en el océano de la tristeza al descubrir que X no recordaba
su nombre o tal vez la fecha de su cumpleaños. Señores, X es tan ruin y
miserable como cualquiera de nosotros. Compadezco profundamente a la almohada
del señor X.
He visto también, a aquellos miserables observar desde la lejanía
a sus amores imposibles. Los he escuchado susurrar por los pasillos la
destacada belleza triste de aquellos ojos inalcanzables. Malditos cobardes
detestables. Inefables desperdicios, incapaces hasta del suicidio. Tristes
escorias genuflexas. ¿Cómo carajo esperan ver al árbol si lo pierden en sus
raíces? Jamás ellos entendieron la belleza del fantasma. El arte de ausentarse
de los imbéciles, de los gestos de inventario, de las minas que de todas
maneras jamás nos hubieran durado ni un café. Ser fantasma, después de todo, es
brillar en la autenticidad. Lo doloroso, quizás, es que este mundo jamás fue
autentico y eso hace que juguemos la partida con cartas diferentes. Allí,
naturalmente, nace el dolor. Aquella noche, no ameritaba más que observar.
Desde la pegajosa oscuridad, solo observar. Fue entonces cuando la puerta chilló
despacio y dejó entrar a un tipo robusto, vestido en un desprolijo negro, algo
calvo y mirada penetrante. El tipo gano rápidamente la barra del bar. Cruzó
algunas palabras inaudibles con el gallego y pronto apareció una ginebra que
aniquiló al instante. Habrán pasado 15 minutos, o quizás un poco menos, cuando
aquel sujeto se acercó a mi mesa y se sentó ruidosamente y sin anuncios. Miró
directo a mis ojos desconcertados y pude sentir como aquella intensa mirada
calaba hasta los misterios más ocultos de mis huesos. Quise hablar y me detuvo
con un gesto único. Fue entonces cuando lo confesó todo. Con una mirada que se
volvía cada vez más fría y se perdía más allá de mis ojos, aquel ser robusto,
confesó, no sin melancolía, ser yo mismo. Relató situaciones de mi pasado con
absoluta precisión y delicadeza. Juro que intenté reconocerme en aquellas
palabras que me buscaban. Intenté olerme en aquel aliento, creí descubrirme en
alguna torpeza que después reconocí completamente ajena.
El sujeto, ante mi
desconcierto, intentó vagamente demostrarme que él era todo aquello de lo que
yo carecía. Que en donde en mi existía la duda, en el brillaba la certeza. En
donde yo tropezaba, su paso era firme y seguro. Cara y seca. Me excusé
inmediatamente de aquel siniestro caballero y caminé hacia la puerta de salida.
Antes de retirarme del bar, pude escuchar su voz aconsejándome: - Cuídese mi
amigo, y recuerde que por más que corra, yo existo en su sombra. Sea prudente y
tenga siempre presente que en mi sonrisa descansa su desilusión. La puerta se
cerró detrás de mí y eché a andar por Brasil rumbo a Constitución. No volví a
ver jamás a aquel sujeto enigmático. Niego firmemente reconocerlo en cualquier astucia
azarosa o en cualquier argumento que amerite alguna de mis lágrimas. Mi vida es
esta, vacía o completa. Prefiero irme de este circo con la certeza de haber
decidido cada uno de mis errores. De haber sido yo quien se moría en tus labios
aquella noche de abril. De ser yo quien titubea cada paso que doy por esta
calle desierta y se levanta en cada tropiezo sin pensar en el mañana. De ser yo
el que niegue tu olvido, yo y no mí doble.-
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES PARA EL DOBLE
La
vida, finalmente, es solo aquello que nos animamos a hacer de ella. Las paredes
y la seducción de los atajos estarán ahí para tentar al viajante. Eso está
claro. Veremos, entonces, a los que busquen transitar este quilombito por las
rápidas autopistas de las emociones. Allí se agruparan, con seguridad, en la
velocidad de su viaje, en lo efímero de los sentidos, estos seres huyendo de
las lágrimas, escapándole a ese amor que jamás olvidaremos. El doble aborda
claramente nuestra vida en todas nuestras decisiones. Tomamos este camino,
olvidando para siempre su antagónico. Decidimos besar aquellos labios solo con
nuestra boca, sabiendo que si lo hiciéramos con todos nuestros sentidos, aquel
beso se convertiría en luz para siempre y cargaríamos con él el resto de
nuestros pasos. Decidimos vivir en un mundo creado por otros, con todas sus
reglas, aceptando todos sus límites, llorando sus penas, en vez de decidir de
una buena vez a crear el nuestro. Crearlo a nuestra medida, digo, liberándonos
para siempre de aquella percepción del mundo que nos impusieron. De ese mundo
que nos enseñaron a ver y a interpretar al nacer, alejándonos de nuestra
esencia, unificando conceptos, convirtiéndonos en perfectos futuros dictadores
perceptivos para las nuevas generaciones.
Podemos transitar este mundo también,
sintiendo cada uno de sus golpes, explorando todos nuestros temores,
aprendiendo del olor y la dureza que habita en el fondo del pozo. Allí habrá
respuesta también, para el que decida tomarlas. Quizás, en aquel viaje hacia la
oscuridad de nuestro ser, decidamos definitivamente cortar los hilos que mueven
nuestros brazos y piernas imitando aquella triste entrega del muñeco con su
amo. Allí, sin duda nos sentiremos más libres y más complejos. Allí, tal vez,
nuestros ojos recuperen algo de aquel brillo perdido hace ya tanto tiempo. Y
quizás ese sea el día en que como Simon James, decidamos dejar de ser Pinocho y
disfrutar de nuestras decisiones. El Film “El Doble”, dirigido y guionado por
Richard Ayoade, adaptación del libro homónimo escrito por un gran amigo de esta
mesa, el señor Fiodor Dostoievski, plantea abiertamente la idea de dualidad en
las elecciones de cada uno. En el film se respirará cierto aire surrealista. De
este movimiento, el director, tomará ciertas herramientas que utilizará para
colorear la estética del relato, sin profundizarlas demasiado. Distinguiremos
entonces, algún quiebre en la linealidad de su estructura, veremos en algún
momento perdido del film aquel operar propio del inconsciente en la
condensación y desplazamiento de ciertos caracteres. La propuesta fotográfica
será oscura y esto ayudará a conectar al espectador con aquel viaje siniestro a
las profundidades más ocultas de nuestro protagonista. Podremos distinguir en
el devenir del film, algunas ambientaciones, estéticas y hasta tratamientos
tanto de escenas como de personajes propios de otros directores, todos ellos
compañeros habituales de esta tertulia.
Descubriremos algún legado Lyncheano en
el tratamiento de aquellos personajes ancianos visitados por Simon. Habrá algo
de Terry Gilliam en la construcción del verosímil o en la elección de aquel
presente sin tiempo para el desarrollo del relato. El afiche del film nos
recordara inevitablemente a Fritz Lang con su Metrópolis y algunos subtemas de
la trama quizás recuerden a temáticas típicamente trabajadas por el
expresionismo alemán. Habrá también algo de Scorssese que perfume la
incertidumbre vivida por nuestro protagonista, ese héroe que transitara con
valentía poco evidente aquel conflicto interno del que seremos espectadores.
James, finalmente, saltará al vacío y en aquel salto sentiremos algo de
liberación contenida. Sentiremos el romper de viejas cadenas. Veremos un cambio
en la percepción de aquel mundo agobiante que era la vida del señor James y
sentiremos una invitación desesperada a revisar nuestro propio mundo. Una
invitación a avanzar en aquella búsqueda interna del conocimiento propio, una
invitación que nos sugiere, no buscarnos ya en el umbral.-
Lucas
Itze
Canción
post análisis
Alguna vez Cordera hizo una canción para su doble
Jim Morrison también mencionó algo así en...
También sonó Radiohead
No podía faltar algo de Fito
Joaquín Levington nos cantaba sobre sus personalidades...
Y siempre, hay que ser nosotros mismos
FICHA TÉCNICA
Título
original: The Double
Año:
2013
Duración:
93 min.
País:
Reino Unido
Director:
Richard Ayoade
Guión:
Richard Ayoade, Avi Korine (Novela: Fiódor Dostoievski)
Música:
Andrew Hewitt
Fotografía:
Erik Wilson
Reparto: Jesse Eisenberg, Mia
Wasikowska, Noah Taylor, Wallace Shawn, James Fox, Cathy Moriarty, Yasmin
Paige, Chris O'Dowd, Sally Hawkins, Paddy Considine, Rade Serbedzija, Phyllis
Somerville, Gemma Chan, Craig Roberts
SINOPSIS
Adaptación
contemporánea de la novela de Dostoievski sobre un burócrata que empieza a
perder la cabeza cuando un doble exacto a él aparece trabajando en su misma
oficina y parece tener intenciones de suplantarle.
TRAILER
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