martes, 20 de enero de 2015

EL DOBLE - THE DOUBLE


EDITORIAL

La noche no perdonaba ni un sueño en aquella mesa del bar Británico. Yo, sin esperar nada ni a nadie, desparramaba mi diminuta existencia junto a la ventana que custodia en silencio a la calle Brasil. Desde enfrente, el parque Lezama se erguía como un morro oscuro y monstruoso. Las caras de los pocos clientes que entonaban aquel silencio de tumba que colmaba al bar, prometían tan poco como la mía. Algunos, los más cachorros, ensayaban el cliché de la bebida fuerte y las lágrimas derramadas por la que se fue. Otros, desde un gesto entumecido, dejaban ver las marcas de una vida de penas y oscuras injusticias. Ellos ya no necesitaban lágrimas. Si su cuenta, aun no estaba paga, cuando menos, estaba empatada. A veces, podías encontrar alguno desorientado en su tiempo, curtiendo una bohemia vencida y amarillenta, empuñando, con la vista algo perdida, una bic, la cual atacaba esporádicamente un minúsculo papelito, prometiendo un poema, o tal vez un cuento. Aquella noche era particularmente espesa y húmeda. Las pequeñas baldosas desorganizadas del Británico, transpiraban a la par de los parroquianos. A mí nadie me observaba, pero eso no era cosa nueva. Tenía casi una vida transitada como fantasma y no estaba mal. Detestaba a aquellos llorones ahogados en el océano de la tristeza al descubrir que X no recordaba su nombre o tal vez la fecha de su cumpleaños. Señores, X es tan ruin y miserable como cualquiera de nosotros. Compadezco profundamente a la almohada del señor X. 


He visto también, a aquellos miserables observar desde la lejanía a sus amores imposibles. Los he escuchado susurrar por los pasillos la destacada belleza triste de aquellos ojos inalcanzables. Malditos cobardes detestables. Inefables desperdicios, incapaces hasta del suicidio. Tristes escorias genuflexas. ¿Cómo carajo esperan ver al árbol si lo pierden en sus raíces? Jamás ellos entendieron la belleza del fantasma. El arte de ausentarse de los imbéciles, de los gestos de inventario, de las minas que de todas maneras jamás nos hubieran durado ni un café. Ser fantasma, después de todo, es brillar en la autenticidad. Lo doloroso, quizás, es que este mundo jamás fue autentico y eso hace que juguemos la partida con cartas diferentes. Allí, naturalmente, nace el dolor. Aquella noche, no ameritaba más que observar. Desde la pegajosa oscuridad, solo observar. Fue entonces cuando la puerta chilló despacio y dejó entrar a un tipo robusto, vestido en un desprolijo negro, algo calvo y mirada penetrante. El tipo gano rápidamente la barra del bar. Cruzó algunas palabras inaudibles con el gallego y pronto apareció una ginebra que aniquiló al instante. Habrán pasado 15 minutos, o quizás un poco menos, cuando aquel sujeto se acercó a mi mesa y se sentó ruidosamente y sin anuncios. Miró directo a mis ojos desconcertados y pude sentir como aquella intensa mirada calaba hasta los misterios más ocultos de mis huesos. Quise hablar y me detuvo con un gesto único. Fue entonces cuando lo confesó todo. Con una mirada que se volvía cada vez más fría y se perdía más allá de mis ojos, aquel ser robusto, confesó, no sin melancolía, ser yo mismo. Relató situaciones de mi pasado con absoluta precisión y delicadeza. Juro que intenté reconocerme en aquellas palabras que me buscaban. Intenté olerme en aquel aliento, creí descubrirme en alguna torpeza que después reconocí completamente ajena. 


El sujeto, ante mi desconcierto, intentó vagamente demostrarme que él era todo aquello de lo que yo carecía. Que en donde en mi existía la duda, en el brillaba la certeza. En donde yo tropezaba, su paso era firme y seguro. Cara y seca. Me excusé inmediatamente de aquel siniestro caballero y caminé hacia la puerta de salida. Antes de retirarme del bar, pude escuchar su voz aconsejándome: - Cuídese mi amigo, y recuerde que por más que corra, yo existo en su sombra. Sea prudente y tenga siempre presente que en mi sonrisa descansa su desilusión. La puerta se cerró detrás de mí y eché a andar por Brasil rumbo a Constitución. No volví a ver jamás a aquel sujeto enigmático. Niego firmemente reconocerlo en cualquier astucia azarosa o en cualquier argumento que amerite alguna de mis lágrimas. Mi vida es esta, vacía o completa. Prefiero irme de este circo con la certeza de haber decidido cada uno de mis errores. De haber sido yo quien se moría en tus labios aquella noche de abril. De ser yo quien titubea cada paso que doy por esta calle desierta y se levanta en cada tropiezo sin pensar en el mañana. De ser yo el que niegue tu olvido, yo y no mí doble.-

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES PARA EL DOBLE


La vida, finalmente, es solo aquello que nos animamos a hacer de ella. Las paredes y la seducción de los atajos estarán ahí para tentar al viajante. Eso está claro. Veremos, entonces, a los que busquen transitar este quilombito por las rápidas autopistas de las emociones. Allí se agruparan, con seguridad, en la velocidad de su viaje, en lo efímero de los sentidos, estos seres huyendo de las lágrimas, escapándole a ese amor que jamás olvidaremos. El doble aborda claramente nuestra vida en todas nuestras decisiones. Tomamos este camino, olvidando para siempre su antagónico. Decidimos besar aquellos labios solo con nuestra boca, sabiendo que si lo hiciéramos con todos nuestros sentidos, aquel beso se convertiría en luz para siempre y cargaríamos con él el resto de nuestros pasos. Decidimos vivir en un mundo creado por otros, con todas sus reglas, aceptando todos sus límites, llorando sus penas, en vez de decidir de una buena vez a crear el nuestro. Crearlo a nuestra medida, digo, liberándonos para siempre de aquella percepción del mundo que nos impusieron. De ese mundo que nos enseñaron a ver y a interpretar al nacer, alejándonos de nuestra esencia, unificando conceptos, convirtiéndonos en perfectos futuros dictadores perceptivos para las nuevas generaciones. 


Podemos transitar este mundo también, sintiendo cada uno de sus golpes, explorando todos nuestros temores, aprendiendo del olor y la dureza que habita en el fondo del pozo. Allí habrá respuesta también, para el que decida tomarlas. Quizás, en aquel viaje hacia la oscuridad de nuestro ser, decidamos definitivamente cortar los hilos que mueven nuestros brazos y piernas imitando aquella triste entrega del muñeco con su amo. Allí, sin duda nos sentiremos más libres y más complejos. Allí, tal vez, nuestros ojos recuperen algo de aquel brillo perdido hace ya tanto tiempo. Y quizás ese sea el día en que como Simon James, decidamos dejar de ser Pinocho y disfrutar de nuestras decisiones. El Film “El Doble”, dirigido y guionado por Richard Ayoade, adaptación del libro homónimo escrito por un gran amigo de esta mesa, el señor Fiodor Dostoievski, plantea abiertamente la idea de dualidad en las elecciones de cada uno. En el film se respirará cierto aire surrealista. De este movimiento, el director, tomará ciertas herramientas que utilizará para colorear la estética del relato, sin profundizarlas demasiado. Distinguiremos entonces, algún quiebre en la linealidad de su estructura, veremos en algún momento perdido del film aquel operar propio del inconsciente en la condensación y desplazamiento de ciertos caracteres. La propuesta fotográfica será oscura y esto ayudará a conectar al espectador con aquel viaje siniestro a las profundidades más ocultas de nuestro protagonista. Podremos distinguir en el devenir del film, algunas ambientaciones, estéticas y hasta tratamientos tanto de escenas como de personajes propios de otros directores, todos ellos compañeros habituales de esta tertulia. 


Descubriremos algún legado Lyncheano en el tratamiento de aquellos personajes ancianos visitados por Simon. Habrá algo de Terry Gilliam en la construcción del verosímil o en la elección de aquel presente sin tiempo para el desarrollo del relato. El afiche del film nos recordara inevitablemente a Fritz Lang con su Metrópolis y algunos subtemas de la trama quizás recuerden a temáticas típicamente trabajadas por el expresionismo alemán. Habrá también algo de Scorssese que perfume la incertidumbre vivida por nuestro protagonista, ese héroe que transitara con valentía poco evidente aquel conflicto interno del que seremos espectadores. James, finalmente, saltará al vacío y en aquel salto sentiremos algo de liberación contenida. Sentiremos el romper de viejas cadenas. Veremos un cambio en la percepción de aquel mundo agobiante que era la vida del señor James y sentiremos una invitación desesperada a revisar nuestro propio mundo. Una invitación a avanzar en aquella búsqueda interna del conocimiento propio, una invitación que nos sugiere, no buscarnos ya en el umbral.-

Lucas Itze

Canción post análisis


Alguna vez Cordera hizo una canción para su doble


Jim Morrison también mencionó algo así en...


También sonó Radiohead


No podía faltar algo de Fito


Joaquín Levington nos cantaba sobre sus personalidades...


Y siempre, hay que ser nosotros mismos



FICHA TÉCNICA

Título original: The Double
Año: 2013
Duración: 93 min.
País: Reino Unido
Director: Richard Ayoade
Guión: Richard Ayoade, Avi Korine (Novela: Fiódor Dostoievski)
Música: Andrew Hewitt
Fotografía: Erik Wilson
Reparto: Jesse Eisenberg, Mia Wasikowska, Noah Taylor, Wallace Shawn, James Fox, Cathy Moriarty, Yasmin Paige, Chris O'Dowd, Sally Hawkins, Paddy Considine, Rade Serbedzija, Phyllis Somerville, Gemma Chan, Craig Roberts

SINOPSIS

Adaptación contemporánea de la novela de Dostoievski sobre un burócrata que empieza a perder la cabeza cuando un doble exacto a él aparece trabajando en su misma oficina y parece tener intenciones de suplantarle.


TRAILER


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