Programa 69 (15-08-2014)
EDITORIAL
Vuela
esta canción para ti, Lucía, la más bella historia de amor que tuve y tendré.
Es una carta de amor, que se lleva el viento pintado en mi voz, a ninguna
parte, a ningún buzón. No hay nada más bello, que lo que nunca he tenido. Nada
más amado, que lo que perdí. Perdóname si hoy busco en la arena, una luna llena
que arañaba el mar. Si alguna vez fui un ave de paso, lo olvidé pa' anidar en
tus brazos. Si alguna vez fui bello y fui bueno, fue enredado en tu cuello y
tus senos. Si alguna vez fui sabio en amores, lo aprendí de tus labios
cantores. Si alguna vez amé, si algún día, después de amar, amé, fue por tu
amor, Lucía, Lucía. Tus recuerdos son cada día más dulces, el olvido sólo se
llevó la mitad, y tu sombra aún se acuesta en mi cama con la oscuridad, entre
mi almohada y mi soledad.
Joan Manuel Serrat
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE LUCÍA Y
EL SEXO
He
asesinado a la bestia… después de todo, escribir, quizás no sea otra cosa.
Transitar nuestras tinieblas, ir de frente contra la ola, buscar desesperado
aquel mar embravecido, rearmar nuestras cenizas, curiosear en aquel polvo del
que están hechos los sueños, jamás me ha resultado placentero. El proceso es
padecimiento, de eso no hay dudas. Mauricio Kartun, alguna vez me revelo que el
placer, en realidad, solo se encuentra en la reescritura. Escribir
es llenarse de preguntas, es atormentarse con imágenes, sonidos, travestir
nuestro cuerpo en otros, apuñalar nuestro cerebro con una palabra desconocida,
es abrazarse fuerte a una trama, para luego, quizás, descubrir su traición, es
retroceder. Es, como dice Tito Cossa, aquel sabor amargo de descubrir que la
maravilla que uno escribió con la última ginebra de la noche, es una terrible
bazofia con el primer mate de la
mañana. Y en todo eso, también está la historia. Aquella
pesadilla que se abrazará a nuestras vísceras y no nos dejará en paz hasta
lograr, según términos freudianos, la sublimación. Matar
a la bestia, ese es el juego. En aquel crimen solo nos mantendrá a salvo
nuestra capacidad lúdica, como bien nos aconseja nuestro querido amigo
Nachmanovitch.
Por otro lado, Rilke también nos sentencia, en aquel abrazo
paternal que son las Cartas a un Joven Poeta, diciéndonos que las obras de arte son soledades infinitas. Sin pérdida de tiempo, más adelante agrega: Todo es gestar y después parir. Permitir que
llegue a madurar cada impresión, cada germen de un sentimiento por completo en sí
mismo, en lo oscuro, en lo indecible, en lo inconsciente, en lo inalcanzable
para el propio entendimiento, y aguardar con profunda humildad y paciencia la
hora del parto de una nueva claridad. Y será cada uno de estos
padecimientos y esta espera, parte del conflicto interno que deberá transitar
Lorenzo, protagonista del genial film Lucia y el Sexo, relato escrito y
dirigido por Julio Medem. Lorenzo deberá sumergirse en aquellos pantanos de la
creación para poder redimir la historia más dolorosa, la suya. Tendrá un
ayudante, según términos de Campbell, para tal siniestro objetivo. A diferencia
de lo apuntado por Joseph, este ayudante será una bella mujer. Será Lucia.
Lucia, que nos enamorará desde el comienzo, por su belleza, su simplicidad, por
aquella osadía de frenar a alguien, mirarlo a los ojos y exigirle que se vayan
a vivir juntos en ese instante. Eso no es amor, dirá el caballero sensato que
nunca falta entre los locos, y con ello creerá estar definiendo algo, creerá
marcar límites. Lucia excederá todo, será un faro en aquella tempestad. Será
sexo, pasión, complicidad. Hará de su amor un arte, entregará su propia vida en
aquella obra y en su acción entenderemos que quizás no haya otra manera de
amar.
El film cuenta con una fotografía exquisita. Será justo con las sombras y
preciso con las sobreexposiciones. Julio Medem quebrará desde el relato la
linealidad de la
narración. Jugaremos el juego propuesto por Lorenzo en la
elaboración de su novela. Cuando parezca que lleguemos al final, escucharemos pugggggggg
y un hoyo se abrirá en la arena y caeremos en él para volver nuevamente a la
mitad del relato. Eso nos salvará de la angustia insostenible de la muerte de
la niñez, eso nos ayudará a abrazar una vez más a Lucia y así, volver a verla
amanecer de nuevo a nuestro lado. Eso nos regalará un nuevo final para Luna, la
hija de Lorenzo, quien no dejará de brillar nunca en nuestra memoria. Quizás no
podamos cambiar nunca ciertos finales, y eso hará que nuestras angustias
oscurezcan nuestras almas invitándolas a la noche más oscura. Pero siempre
tendremos a Lucia. De nosotros depende aceptar irnos a vivir con ella cuando la
petición nos sorprenda. Sin planes ni preámbulos. Quien les habla, aceptó la
propuesta hace ya más de diez años. Las tinieblas nublaron el camino varias
veces, pero en la soledad de aquel bosque, solo bastó levantar la mirada y
verla a ella, brillante como un faro, invitando a continuar el camino a pesar
de sus dificultades. Sacudiendo en cada caricia el polvo olvidado de cierta
pesadilla, las partículas nostálgicas de alguna perdida, el barro
tal vez.
Lucas
Itze.-
Canciones post análisis
También sonó
Y seguimos con Spinetta
Y nos despedimos
FICHA TÉCNICA
Título
original: Lucía y el sexo
Año:
2001
Duración:
129 min.
País:
España
Director:
Julio Medem
Guión:
Julio Medem
Música:
Alberto Iglesias
Fotografía:
Kiko de la Rica
Reparto:
Paz Vega, Tristán Ulloa, Najwa Nimri, Daniel Freire, Javier Cámara, Silvia
Llanos, Elena Anaya, Diana Suárez, Juan Fernández, Arsenio León, Javier
Coromina
Sinopsis
Lucía
es una joven que trabaja como camarera en el centro de Madrid. Tras la
misteriosa desaparición de su novio Lorenzo, un escritor, decide marcharse a la
tranquila isla de Formentera. La libertad que siente allí la lleva a
enfrentarse a los aspectos más oscuros de su pasada relación, como si se
tratara de una novela.
Trailer
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