Programa 61 (20-06-2014)
EDITORIAL
La violencia
engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la
industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en
objeto de consumo. Eso nos dijo alguna vez
nuestro gran amigo y escritor uruguayo, Don
Eduardo Galeano, y no hacemos más que confirmarlo cada día, en cada
esquina, en cada charla, en cada canal de televisión.
Y esa industria de la violencia de la que hablamos, es alimentada
por los medios, por las fuerzas de seguridad, y por las grandes empresas que se
ven beneficiadas para vender más y más, mientras se miran su propio ombligo y
se regodean entre ríos de sangre.
Y nosotros, lamentablemente, compramos todo eso. Quizás, porque ya
viene con el combo de la sociedad en que vivimos.
Sin dudas, los que más lo sufren, son los relegados, los que menos
tienen. Los que generalmente, son marcados con el dedo por la sociedad, porque
saben que no pueden defenderse, ya que están excluidos del sistema.
Aquellos que quizás no tienen algo que todos merecemos, como lo es
una vivienda digna para vivir, a la que defenderemos con uñas y dientes, con
nuestro propio cuerpo. Aunque en la mano de enfrente, esté esa inmobiliaria que
nos cobrará en moneda extranjera, por un pedazo de tierra con ladrillos
unificados, dispuestos a todo. Eso, también genera violencia.
Pero no violencia en el sentido de romper o matar, sino en un
sentido más estrictamente moral o ético, o simplemente de justicia.
Una justicia que generalmente se va para el lado de los que más
tienen, mientras muchos miran para el costado.
Por eso muchas veces la injusticia y la violencia van de la mano,
si pudiéramos encontrar lograr equilibrar estos polos opuestos, todo sería
mucho más simple, pero es un imposible en este mundo colonialista. Porque para
que haya ricos, se necesitan pobres para poder explotarlos, y si se resisten,
pobres de ellos, serán eliminados de toda opción de progreso.
En este siglo XXI uno creía que esa diferencia iba a ser cada vez
menor, pero lamentablemente está pasando todo lo contrario. Esperemos que algún
día, llegue el tiempo de tener que ponernos todos del mismo lado, y patear la
misma pelota.
Llegará el momento que esa palabra sea sólo una palabra más en el
diccionario, y no algo que sirva para agrandar las arcas de los que más tienen,
ojala festejemos un día poder cambiar opiniones, sin tener necesidad de llegar
a eso que tanto nos hace daño, la violencia.
Marcelo De Nicola
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE PERROS DE PAJA
Alguna vez, una
mujer hermosa, con ojos sinceros y emocionados me dijo: “lloramos nuestros fantasmas”.
Aquellos temibles espectros perfuman nuestros vinos y hasta enceran el piso
donde bailamos nuestras milongas. Serán estas manos intangibles las que muchas
veces hagan tropezar nuestras caricias, inviten a salir a escena a aquellas
palabras que reservaba para otras personas, nunca para vos, o transformen mi
voluntad en un cuchillo oscuro y sediento. Reaccionaremos muchas veces con
violencia para intentar repeler el delicado trabajo de estos macabros y
siniestros hechiceros, alimentados y alentados por nuestra infinita estupidez,
siempre. Nacerá la violencia en el instante en que nuestra razón se ciegue y
nuestra voluntad sienta imprescindible una única idea, una única bandera.
Brotará nuestra violencia más sincera, al descubrir desnuda y clara sobre una
mesa, la especulación de un viejito perverso disfrazado de ley, escupiremos
violencia a borbotones al ver en la frialdad de sus ojos y sus palabras la
excitación que le provoca el saber que en el golpe de su martillo descansa el
destino de un país entero, el hambre de un pueblo, la maldita esclavitud de la
inocencia. Allí, seguramente, también nazca la violencia.
Esta misma violencia
es la que se respira, ya desde el inicio
del relato, en el film “Perros de Paja” del director Sam Peckinpah. Los
personajes serán presentados por separado de manera clara y contundente. La
veremos aparecer a ella, Amy, provocativa, seduciéndonos desde el primer
fotograma. Los hombres del pueblo seguirán cada movimiento de su cuerpo en
aquel andar, las mujeres también la observarán escondiendo sus pensamientos en
el leve anonimato que entrega la visión de reojo, nosotros mismos, los
espectadores, no querremos ver otra cosa. Entonces, aparecerá él, David Summer,
interpretado deliciosamente por el genial Dustin Hoffman. Aparecerá con una
torpeza delicada, con una inocencia genuina. En aquella secuencia inicial, el
director nos narrará claramente que ella es el deseo y que él no pertenece a su
mundo. Ella lo besará, salvajemente, en la boca y nos costará a todos salir de
la sorpresa de saberlos pareja. En esta sorpresa se inicia, quizás la
violencia. El primer acto violento lo daremos nosotros, los espectadores al
ejercer aquella estúpida creencia de la inconsistencia de los dispares. Nos
enteraremos con el devenir del primer acto del film que ellos han llegado al
pueblo escapando del miedo y el crimen reinante en la ciudad. Aparecerá,
entonces, un lugareño fornido que se presentara ante David como una ex pareja
de Amy. Él formara parte del grupo de trabajadores que ayudarán a la pareja a
terminar la casa en la que se hospedan. Comenzará aquí el desarrollo del
conflicto. Se generaran situaciones de seducción entre ella y los obreros.
Seremos espectadores de actos de exhibicionismo por parte de ella, de actos
perversos por parte de ellos. Él intentará trabajar, ella no lo dejará, lo
buscará sexualmente todo el tiempo. Amy pedirá que los despida, que los enfrente,
el intentará ser correcto. Este juego tendrá un costo altísimo, su Everest será
la violación, situación de la que David nunca se enterará.
Aquí, la estructura
del relato se romperá por primera vez. Su linealidad se verá afectada por una
serie de flashbacks. Habrá una desaparición y un pequeño grupo, empapados en
whisky barato, querrá cobrar venganza. El supuesto culpable se ocultará de
manera fortuita en la casa de David y Amy. El grupo querrá lincharlo y aquí el relato tendrá un punto de giro
importante. Nuestro protagonista, tomará la decisión de no entregarlo sin antes
llamar a las autoridades. Ella lo tratará de cobarde nuevamente y él le
demostrara que la cobardía es otra cosa. Las bestias comenzarán a romper su
casa salvajemente. David la protegerá con todas sus fuerzas. Intentará actuar
correctamente todo el tiempo, será el único que valore la vida humana en esa
cena de lobos. Veremos aquí la transformación del personaje. La casa quizás sea
una metáfora de la personalidad de David, que ahora se derrumba con cada
ventana rota, con cada cortina incendiada. Jesús, creo que mate a todos, dirá el nuevo David, con sus anteojos
rotos y sus ropas ensangrentadas. David terminara yéndose, lo veremos alejarse
sin rumbo alguno, sin saber el camino hacia su casa, según sus propias
palabras. Ese quizás sea el deseo más profundo que intenta expresar cada
viernes esta mesa. Esa quizás sea nuestra única promesa. Levanto mi copa desde
esta silla y brindo con la única intención de que la próxima vez que miren en
nuestros ojos, se den cuentan que jugar con nosotros, no es otra cosa que jugar
con fuego.-
Lucas Itze.-
Canción post análisis
También sonó algo de Manal
Y nos despedimos con algo de Bersuit
FICHA
TÉCNICA
Título original: Straw Dogs
Año: 1971
Duración: 113 min.
País: Reino Unido
Director: Sam Peckinpah
Guión:
David Zelag Goodman & Sam Peckinpah (Novela: Gordon M. Williams)
Música: Jerry Fielding
Fotografía: John Coquillon
Reparto:
Dustin Hoffman, Susan George, David Warner, Peter Vaughan, T.P. McKenna, Del
Henney, Sally Thomsett, Peter Arne, Colin Welland, Donald Webster, Jim Norton,
Ken Hutchison, Len Jones
Sinopsis
El astrofísico americano David Sumner (Hoffman) se traslada a
vivir al pueblo de su mujer, en Gran Bretaña. Es un hombre reservado y tímido
que vive absorto en sus investigaciones y procura evitar cualquier disputa. Sin
embargo, la violencia de ciertos individuos del pueblo llega a tal extremo que
Sumner, situado entre la espada y la pared, reacciona con las mismas armas que
sus agresores para defender a su mujer y su hogar...
Trailer
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