Programa
21 (05-08-2013): https://www.youtube.com/watch?v=03EjeOZIEbs
EDITORIAL
“Vago,
borracho, egoísta, demente, desecho de la sociedad”… De esta manera es
calificada la gente que se desprende de “la vida correcta” e intenta ser feliz
buscando otras alternativas. Quizás no quieran vivir con el corazón al límite
de sus pulsaciones. Seguramente prefieren esperar el colectivo vacío para
disfrutar de los paisajes urbanos y no salir a correr al que ya no le entra
ningún hueso más, para mezclarse luego en una masa de malhumor. Puede ser que
deseen tener un hogar lejos de la locura metropolitana, pero prefieran
conformarse creando un diminuto paisaje natural de 40mts cuadrados, bajas
expensas, aunque cerca de las personas que quiere. Seguramente les gusta
colgarse escuchando sonidos en algún bosque, selva, o la música que hace el
viento al chocar contra algo, en lugar de perderse en algún barato y
entretenido chimento televisivo o seguir el caso de alguna desgracia ajena, o
mirando cuanta pelotudez encuentre hasta que se olvide de que vivir es
diferente a ver vivir.
“Pero
que agradables, que simpáticas son aquellas personas, eh.” –Diría alguna
persona normal- “siempre y cuando no se las vea sumergidos en ese cuelgue
desesperante, como si estuviesen bajo el efecto de algún sedante. Colgados,
lentos, perdidos, no saben lo que es la vida, pobres diablos...”
Muchas
personas creen que es mejor no verlos. Evitan hacerlo y no porque
verdaderamente les genere repugnancia o lastima aquel “vago”, sino porque
probablemente les hagan caer en su propia realidad y se dan cuenta de que no
son tan libres como creen serlo. Que esa sensación de sentirse realizados con
sus trabajos estables de 8 horas diarias, su elegancia refinada y correcta, su
sobriedad, todas sus cuotas al día, sus mueble con fármacos y cremas, como una
sede farmacéutica hogareña, que le proporciona estabilidad psíquica y física.
Que aquella estabilidad sólo depende de alguien con cara de pervertido al que
le gusta afilar el sable en carne humana para engordar su billetera y acabar
marcando los límites a su parecer. “Pobres y malditos diablos libres”…
Mientras pienso en las diversas formas y
estilos de vida con las que me cruzo día a día, la luna esta a punto de
alcanzar su punto más alto, muy lejos estoy de los bosques y aquella avenida
hace que decenas de motores tapen por completo algún viento armonioso. Todo
esto ocurre mientras la soga de tu cuello tira menos que hasta hace un par de
horas, o mientras recordas que te dejaste la sonrisa olvidada en aquel cajón de
la oficina. Todo ocurre mientras nos ponemos de acuerdo en que lo importante es
no perder la libertad de poder pensar pese a cualquier condición externa. Luego
de lograr eso, que la vida nos lleve donde sea…
Alan
Beneitez
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE EL GRAN LEBOWSKI
Para
usted, yo soy ateo. Para dios, soy Leal a la Oposición. Esto
dijo alguna vez Woody Allen y una estrepitosa carcajada me sacudió el cuerpo
durante varios minutos. La risa nos jura que no estamos muertos, de eso no hay
dudas. Por pocos segundos logramos abolir al tiempo y a través de esa danza casi
epiléptica, llena de estallidos espasmódicos, acompañada en el mejor de los
casos de húmedas lágrimas, de rostros al rojo vivo, haciendo alarde de feroces
dientes y sonoros gritos chamánicos, logramos espantar a ese cuervo nefasto que
se alimenta de nuestras angustias, miedos y cotidianeidades. Generar aquel
mágico estallido es quizás cualidad que solo unos pocos son capaces de lograr.
Joen y Ethan Coen poseen, sin duda, esta cualidad de la que les hablo. Tienen
entre sus bolsas de conjuros aquellas sustancias que mezcladas son capaces de
generar la risa. “El gran Lebowski” defiende a cada segundo esto que digo. Es
un relato en donde estos hechiceros dejan a la vista lo mejor de sus magias.
Pero detengámoslos un segundo aquí e indaguemos unos instantes sobre el origen
de este género maravilloso. Inicialmente, entendamos al cine como un hecho
comunicacional del que surgen los actores Emisor y Receptor. De la relación de
ambos, surge la creación del verosímil, a lo que Aristóteles definió como
aquello que se adapta a las leyes de un género preestablecido. Por lo tanto, un
género se nutre de verosímiles. Yendo un poco más allá, podemos decir que estos
no dejan de ser convenciones y por lo tanto están conformados por pautas que se
reiteran a través del tiempo planteando límites propios y esenciales. Podríamos
nombrar dos géneros que de forma distinta influyen sobre todos los demás. Estos
son La tragedia y la
Comedia. En su poética, y hablo de la poética como el estudio
de las partes, Aristóteles plantea que la comedia responde a la imitación de
los peores, pero no ciertamente de toda la maldad, sino de lo risible, lo cual
es una especie de lo feo.
El filosofo Bergson agrega que parece ser que lo
cómico surge cuando un grupo de hombres reunidos fijan su atención sobre uno de
ellos, mientras enmudecen su sensibilidad y actúa solamente su inteligencia.
Aquí, inevitablemente surge la crítica. “El gran Lebowski” nada por estas aguas
todo el tiempo. Posee personajes sólidos, tridimensionales, excelentemente
construidos. Esta “El DUDE”, ese hippie al que tanto le envidiamos su libertad,
también esta WALTER, el gigante sin términos medios y DONNIE, el frágil muchachito
al que siempre hacen callar. Son personajes rápidamente reconocibles y con los
que generamos empatia sin ninguna clase de problemas. Personajes clavados en el
pasado y ahí, quizás, empiezan a funcionar sus metáforas. El DUDE, seguirá con
su cabeza junto a los hippies de los 70, aunque se halla convertido en el
cliché de su época. WALTER también vivirá en el pasado todo el tiempo, no podrá
superar nunca su separación, aunque haya sucedido 5 años atrás, tampoco Vietnam
lo dejara en paz ni un solo segundo.
Y DONNIE… bueno, cállate DONNIE!!. Stephen Nachmanovitch nos advierte desde su
maravilloso libro Free Play que la musa más potente de todas es nuestro niño
interno. El poeta, el músico, el artista, continua toda su vida en contacto con
el niño, el yo que todavía sabe jugar. Y remata, sabiamente, diciendo que es en el juego y solo en el juego que el niño
o el adulto como individuo son capaces de ser creativos y de usar el total de
su personalidad, y solo al ser creativo el individuo se descubre a si mismo. No
me cabe ninguna duda, que estos magos, Ethan y Joe Coen, escondan sus pócimas
en ese lugar, muy cerca de aquel niño que todavía juega, desposeído de toda
regla, libre como el DUDE, inestable como WALTER, inocente como el frágil
DONNIE. Me voy pensando que ahí esta la magia, en esa risa de chico que pocos
se animan a atender. De ahí surgen las grandes obras, los mejores chistes, de
esos momentos en que bajamos la guardia y olvidamos de una maldita vez esas
reglas que no hacen más que poner en macetas ese bosque que somos. Te lo digo
yo, que me quito el sueño todos los días pensando que la dicha, no es una cosa
alegre…
Lucas
Itze.-
Tema post análisis
Uno de los temas de la peli:
El tema dedicado a Jesús Quintana:
Y nos despedimos con el genio de Dylan:
FICHA
TÉCNICA
Título
original: The Big Lebowski
Año:
1998
Duración:
117 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Joel Coen
Guión:
Joel Coen, Ethan Coen
Música:
Carter Burwell
Fotografía:
Roger Deakins
Reparto:
Jeff Bridges, John Goodman, Julianne Moore, Steve Buscemi, David Huddleston,
Philip Seymour Hoffman, Sam Elliott, John Turturro, Tara Reid, Ben Gazzara,
Peter Stormare, Mark Pellegrino, Jon Polito, David Thewlis, Flea
Argumento
The
Dude, (Jeff Bridges), es un vago que vive en Los Angeles, no trabaja y es
fanático de los bolos. Un día, es confundido con Jeff Lebowski (David
Huddleston), un millonario con el que sólo comparte apellido, y un par de
matones entran a la casa, lo golpean y hasta le orinan en la alfombra, lo que
origina que The Dude, empiece la búsqueda del millonario para saldar deudas (y
de paso, conseguir una alfombra nueva).
Una
vez que lo encuentra, surgirá un trato: recibirá una recompensa si encuentra a
Bunny (Tara Reid), la mujer del magnate que fue secuestrada.
The
Dude les cuenta el trato a sus compañeros de bolos, el frágil y despistado Donny
(Steve Buscemi) y el huraño veteraño de Vietnam, Walter (un genial John
Goodman), pero este último está completamente seguro que el secuestro es una
farsa, e insiste en que tienen que quedarse con el dinero del rescate (un
millón de dólares), por lo que cuando van a pactar la entrega del maletín,
arroja uno con su ropa sucia.
Como
la jugada les sale mal, el grupo de nihilistas matones vuelve a la carga para
castigar a The Dude quien además vuelve a sufrir un robo de su alfombra, en
este caso a manos de Maude (Julianne Moore), la hija del millonario Lebowski.
Luego
de una charla en el bar, The Dude sale y se da cuenta que su auto ha sido
robado, con el dinero adentro. Maude le ofrece un trato: si The Dude recupera
el dinero del rescate, ella le entregará el 10% del dinero recuperado, excepto
la alfombra, la cuál le quitó ya que es un regalo de la madre de ella, quien es
la verdadera millonaria en la familia.
Finalmente,
se descubre que Bunny no ha sido secuestrada, y que Lebowski nunca le había
dado dinero en el maletín.
Luego
de una discusión a la salida de la bolera con los nihilistas, Donny fallece de
un infarto fulminante, es cremado y terminan esparciendo sus cenizas en un
acantilado del Pacífico. Los dos amigos terminan otra vez en la bolera, ya que
se juegan su pase a la final de bolos…
TRAILER
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