Programa
22 (12-08-2013)
EDITORIAL
A
lo largo de la vida pasamos por diferentes momentos, conocemos gente de todo
tipo, algunos quedan en el camino, otros seguirán a lo largo de los años. Cada
paso que damos puede convertirse en una nueva historia.
La
vida se construye a través de ellas: buenas, malas, de todo tipo, pero todas
tienen algo en común: son reales… y son nuestras.
A
veces jugamos a imaginar que esas historias que nos pasaron, perduren por los
siglos de los siglos, y las contamos una y otra vez. Y siempre, pero siempre,
se le agrega algo más, quizás por el simple hecho de que trascienda tu pequeño
universo.
Ni
hablar cuando sos un niño, y tu padre, tu abuelo, o algún tío te contaba esas
leyendas imposibles en los cuales eran los protagonistas, y que vos no sólo
creías, sino que además se las ibas transmitiendo a todos tus amigos,
exagerándola a niveles siderales, como tenía que ser, para que quede claro
quien era el héroe en ese relato.
Y
ni hablemos de los sueños, no los que soñamos cuando estamos durmiendo, sino
esos que se presentan mientras estamos despiertos.
Ese
oceano de sueños que se transforman en mares de fantasía mientras crecés, poco
a poco, navegando las aguas de la imaginación, para llegar al puerto de las
ilusiones. Ese lugar al que todos imaginamos ir, no para todos es igual, claro.
Yo
siempre imaginé un lugar con mucho verde, con algún arco iris de fondo, rodeado
de lagos, donde habitaban peces de todos los colores. Donde el tiempo no
pasaba, las personas no envejecían, las flores no se marchitaban y el sol… el
sol siempre estaba. Porque no quería que oscurezca nunca, simplemente porque
cuando todo se apagaba, pensaba que el pez gigante que habitaba en ese lago
saldría y nos comería de un bocado a todos mientras estábamos durmiendo.
En
otros casos no sería un pez, sino algún viejo de la bolsa, una mujer que llora,
un lobo o miles de otros personajes nefastos que nos obligaban a portarnos
bien, a comer y a bañarse antes de dormir.
Así,
mientras vamos creciendo, nos damos cuenta que ese mundo de fantasía es sólo
parte de nuestra imaginación. Que la vida es mucho más compleja, y que el mundo
está lleno de peces gigantes que devoran todo lo que está a su alcance.
Que
el mundo perfecto no existe, ni va a existir, porque, en mayor o en menor
medida, estamos rodeados de envidia, mentira, desamor, soledad e intolerancia.
Por
eso preferimos quedarnos con ese universo irreal que soñamos, donde ansiamos no
crecer nunca, pero a la vez, creando miles de historias donde somos nuestros
propios héroes, como los que nos contaban cuando eramos chicos. Para que
después, esas historias pasen de generación en generación, hasta que algún día,
alguien, cansado del mismo temor de siempre, decida ir al lago en plena noche,
tomar coraje, y de una vez por todas, atrapar al GRAN PEZ.
Marcelo
De Nicola
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE EL GRAN PEZ
Si
mal no recuerdo, llegué a Tim Burton a través de aquella obra maravillosa llamada “A nightmare before Christmas” o,
según su siempre pifiada traducción, “El extraño mundo de Jack”. Yo venía de
caminar el curioso barrio del
“Expresionismo Alemán”, esa extraordinaria vanguardia que nos narro los
años 20 como nadie, y de la que ya te hablamos varias veces. Tuve el placer de
transitar por la obra de Robert Wiene, con su inolvidable “Gabinete del Dr.
Caligari”, “Las manos de Orlac” me robo el sueño por unos cuantas noches.
También paso Murnau con “Nosferatu, el
vampiro” y con “Phantom”. Crucé temeroso, por esas avenidas que son “El Golem”
de Meyrink y “Metropolis” del siempre maravilloso Fritz Lang. Me quedó, sin
embargo, en el tintero “Raskolnikow” la versión de “Crimen y Castigo” realizada
por Wiene. Nunca la pude conseguir, pero no bajo los brazos. Sé que nos vamos a
encontrar en algún momento y va a ser maravilloso, lo sé. Desde la pintura,
enloquecí con aquellas escenas siniestras y grotescas de rostros enmascarados,
que parecían inmortalizar carnavales escupidos desde la peor de nuestras
pesadillas. El padre de todo ese quilombito no fue otro que el genial artista
James Ensor. También me estremecí y angustie con aquel grito, ese que todavía
no se ahoga, que nos mostro hace ya
tiempo, nuestro gran amigo Eduard Munch.
Y un día, entonces, apareció Burton…
Nos entendimos al instante. Es que hablábamos el mismo idioma, veníamos de
transitar las mismas calles, nuestros zapatos tenían el mismo barro. Dialogar
con su obra no tenía aquella solemnidad académica o esas trampas absurdas del
pensamiento que suelen aparecer en aquellas aburridas charlas con ciertos
estudiantes, esos tristes productos del bar de la facultad de Diseño de Imagen
y Sonido, fastidiosas computadoras repletas de fechas y datos que no conmueven
a nadie, tan irreales como el vino que convidan. La obra de Burton era distinta,
era novedosamente antigua, sensualmente oscura, inteligentemente filmada. Jorge
Wagensberg, escritor e investigador español, nos dice que el hecho artístico es
un hecho binario, es una relación entre el que escribe, el que pinta o el que
hace música y el que consume ese arte. El dice, que ambas personas deben
parecerse un poco, siquiera en la complejidad de su mente. Quien lee a
Dostoievski debe tener una complejidad parecida a la de Dostoievski, ya que si
su complejidad fuera mayor o tal vez menor, caería, inevitablemente, en el
aburrimiento. Algo de esto me sucedía en aquellas épocas con Burton. Sin duda,
teníamos intereses en común.
Quizás nos hacíamos preguntas parecidas. Tal vez,
le escapábamos a las mismas sombras. La hostilidad de ese mundo externo nos
empujaba a vivir nuestra soledad bajo las mismas tinieblas. Pasaron varias de
sus obras. Paso “Beetlejuice” paso “Batman”, “Edward Scissorhands” hasta “Ed
Wood”. Y un día llego “The Big Fish”. La primera obra que yo veía de Tim Burton
que se alejaba de aquel idioma con el que charlábamos tan fluidamente. Ya no
estaban esos blancos y negros, esos planos aberrantes haciendo alarde de la
oblicuidad de sus horizontes, ya no estaban esas fugas intimidatorias. A pesar
de esas ausencias, el hecho binario, seguía intacto, no había dudas. Las
palabras eran otras, el mensaje el mismo. El Gran Pez narra la siempre difícil
historia de un hijo con su padre, pero va mas allá… el padre se está muriendo y
el hijo exige respuestas. Will, hijo de aquel héroe de fabula que es Edward
Bloom, exigirá en el lecho de muerte de su padre, respuestas concretas sobre la
historia que los une. Burton cambiara por completo su paleta de colores y
trabajara con una increíble fotografía en tonos pasteles. La estructura del
relato escapara a lo lineal. Se servirá del Racconto, aquel momento en que la
narración se detiene a contar los acontecimientos sucedidos en el pasado, para
relatar la historia del protagonista. Esta estructura, nos dará la sensación de
estar asistiendo a la placentera narración de varios cuentos cortos que
finalmente convergerán en la mágica historia de Edward Bloom. Will representa
la razón y quizás Edward, su padre, la fantasía. Will, que pronto tendrá su
propio hijo, le exige absurdamente a su padre que le cuente su verdadera
historia, pero que lo haga de una maldita vez sacando de su relato la ilusión,
los bosques tenebrosos, las brujas con ojos capaces de contarnos cómo
moriremos, los amigos gigantes como edificios, los poetas que se fueron para
nunca volver. Los jardines repletos de narcisos, los amores apasionados.
Todos
le pediremos entre lágrimas a Will que despierte a ese chico que lleva adentro.
Entenderemos, también, que la vida sin gigantes, sin brujas, sin narciso o
amores, es posible, pero no es la que queremos para nosotros. Hace pocos días
fue el cumpleaños número 60 de mi papá. Mi regalo fue un libro, el cual
recomiendo abiertamente, “La hermandad de la uva” de John Fante, gran novela,
que justamente narra la difícil relación de un padre con su hijo. En esa hoja
en blanco que tienen todos los libros, la cual nos invita a jugar un rato con
las palabras, a jugar al escritor, deje mi dedicatoria. Escribí algo así como:
Siempre es bueno reencontrarse, aunque uno se sepa a la vuelta de la esquina.
Cuando di mi regalo, quizás la idea de aquella frase no fue comprendida del
todo. Tal vez, mi cabeza aprovechó ese momento para dejar un mensaje, de esos
que uno debe decir mirando a los ojos del otro, con un café de por medio y
nunca se anima. Estuve lejos de aquel: que en estos 60… etc o que en este
cumpleaños bla bla bla. Sus 60 años hicieron revisar mi vida. Mi vida como
hijo, como su hijo. Me hicieron acordar la cantidad de veces, que de distintas
maneras yo le exigí que me contara la historia sin gigantes ni fantasmas. Me
hizo pensar en que muchas veces los fantasmas o gigantes que yo quería, no eran
los que él sabía narrar. Me hizo pensar, absurdamente, que los fantasmas y
gigantes que yo era capaz de generar eran, quizás mejores que los que él
proponía.
Y todo esto, me hizo comprender que si ahora estoy escribiendo o
contándoles a ustedes esta historia, es por él. Por su amor a la escritura. Por
su inmensa pasión por la lectura. Entendí, que esos eran los verdaderos
fantasmas y gigantes que él me estaba dando, los cuales le agradezco
infinitamente. De estos reencuentros hablaba papá en la dedicatoria. De
descubrirte en mis silencios, en mis rituales, de saber que estas allí, en mis
descuidos más sabrosos. Esos son los reencuentros que quiero festejar, los que
dan cuenta del inmenso amor que nos tenemos. A pesar de que muchas veces no nos
entendamos. A pesar de que muchas veces de tan cerca que estamos se nos
imposibilite vernos tal cual somos. Te dejo aquel abrazo que nos dimos, o
quizás hoy nos debamos uno más fuerte. Es difícil ser padre… claramente no voy
a ser yo el que venga a enseñar nada. Te lo aseguro, no voy a ser yo.
Lucas
Itze.-
Canción post análisis:
Homenaje a la relación entre Edward y su mujer:
Hablaba de lo bueno que puede ser, tener fe y no tener religión...
También sonó esta hermosa verisón:
Y nos despedimos con dos temazos:
FICHA
TÉCNICA
Título
original: Big Fish
Año:
2003
Duración:
126 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Tim Burton
Guión:
John August (Novela: Daniel Wallace)
Música:
Danny Elfman
Fotografía:
Philippe Rousselot
Reparto:
Ewan McGregor, Albert Finney, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman,
Helena Bonham Carter, Steve Buscemi, Danny DeVito, Marion Cotillard, Jeff
Campbell, Missi Pyle, Robert Guillaume, David Denman, Loudon Wainwright, Deep
Roy, Miley Cyrus
Sinopsis
William
Bloom (Billy Crudrup), vuelve a su casa, para visitar a su padre moribundo.
Edward (Albert Finney), es un contador de historias, y es querido por
absolutamente todos, menos por su hijo, quien está cansado de escuchar esos
relatos de ficción. Durante su vida, su padre fue el chico más popular de
Ashton, se hizo amigo del gigante Karl, compró un pueblo llamado Spectre,
trabajó en un circo tres años para encontrar a Sandra, el amor de su vida, y
fue a la guerra de Corea donde conoció a dos siamesas. En sus últimos días, su
hijo tratará de reconciliarse con él, y de paso, tratará de descubrir cuanto
hay de ficción, y cuanto de realidad.
TRAILER
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