Programa
34 (04-11-2013)
EDITORIAL
A
veces me pregunto cual es el límite entre la cordura y la locura. Siempre
partiendo de la base o las convenciones pactadas en la sociedad que dicen que
existen seres de mentes sanas y los que no. Los que no controlan determinados
impulsos y actúan de forma ¿peligrosa? Como para convivir con el resto deberán
ser sometidos, en primer lugar, a decirle adiós a su libertad de caminar por
los lugares que acostumbraba y que le servían como baldío de pensamientos
desgarradores. Aquellos pueden ser un parque, una calle oscura o poco
transitada, siempre con la luna de acompañante de lujo. Tal vez un bar, que
cobija con la humedad de su ambiente noctámbulo y recicla la basura diaria de
la “normalidad cotidiana”. Sin embargo, esa seria la parte menos pesada del
asunto. La segunda parte consiste en el proceso de despedirse de uno mismo.
Porque si hay algo peor que estar encerrado entre cuatro paredes es que esas
paredes estén construidas alrededor de tu cerebro. No serán tus ojos los que
vean aquellos muros sino tus ideas. Eso es lo que me hace pensar a veces que
estamos mandando a la hoguera a la gente equivocada, y que el hecho de que
oculten de nuestra vista a aquellas personas negándose a ser adiestradas de una
forma cobarde es porque no quieren que las veamos. Porque en realidad son aquellas personas los héroes y nosotros
simples tipos cobardes y sumisos preocupados por el brillo del tapizado de
nuestro auto ultimo modelo, hablando del clima, del precio de la moneda y
cuanta estupidez se nos cruce por nuestros engañosos 5 sentidos. Engañados por
nosotros mismos, oscureciendo el brillo de una verdad.
Por ello es que disfruto de tanto en tanto la
sensación de que me voy de mi y nadie entiende lo que estoy hablando. De que
todos van hacia una dirección y yo en la vereda de enfrente riendo y gritando.
Vomitando verdades crueles, esas que nadie quiere escuchar. Merecedoras de
hacerme encerrar y obligarme a empastarme hasta que el cerebro me quede como
una gelatina. Pero lo que más disfruto es que en aquella vereda siempre me
encontraré con las personas más fascinantes. De allí es de donde sacaré a mis
amigos, en aquel lugar voy a aprender de qué se trata todo esto. Allá es
peligroso. Si, pero que linda la sensación de retomar el control luego de haber
temido no volver a apoyar los pies. Que agradable saber que aquellos
desequilibrados son los que piensan que hacen las cosas que corresponden y no
ven que se dirigen hacia un lugar del que no se vuelve. Aquel lugar cómodo que
equivocadamente buscan sólo les bloqueará el camino hacia lugares nuevos. Será
muy tarde el día que quieran volver y cruzar aquella calle porque estarán en la
soledad de la multitud. Atrapados. Sin salida…
Alan
Beneitez.
Canción elegida para la editorial
Canción post análisis
Una canción que es más que un homenaje
Y nos fuimos con Charly, tratando de encontrar la salida
FICHA
TÉCNICA
Título
original: One Flew Over the Cuckoo's Nest
Año:
1975
Duración:
133 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Milos Forman
Guión:
Bo Goldman, Lawrence Hauben (Novela: Ken Kesey)
Música:
Jack Nitzsche
Fotografía:
Haskell Wexler
Reparto:
Jack Nicholson, Louise Fletcher, Brad Dourif, William Redfield, Will Sampson, Sydney
Lassick, Christopher Lloyd, Danny DeVito, Dean R. Brooks, William Duell,
Scatman Crothers, Mews Small, Nathan George, Delos V. Smith, Vincent
Schiavelli, Josip Elic
Sinopsis
Randle
McMurphy (Jack Nicholson), un violador de espíritu libre, que vive
contracorriente, es recluido en un hospital psiquiátrico. La inflexible
disciplina del centro acentúa su contagiosa tendencia al desorden, que acabará
desencadenando una guerra entre los pacientes y el personal de la clínica con
la fría y severa enfermera Ratched (Louise Fletcher) a la cabeza. La suerte de
cada paciente del pabellón está en juego.
Trailer
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