SINOPSIS
En un tranquilo
pueblo de provincias, una comunidad de Testigos de Jehová es atacada por un
grupo extremista. En pleno conflicto, el mundo de Yana, la esposa del líder de
la comunidad, se desmorona lentamente. La insatisfacción interior de Yana crece
mientras lucha por encontrar sentido a sus deseos. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
El silencio trajo la noche inmensa. Esa noche en la que pasamos los días enloquecidos en nuestra propia oscuridad, atrapados como ratones que corren en su rueda hasta morir de cansancio, arrojados torpemente en los rincones de nuestra arrogancia. Fueron nuestras manos las que apagaron las estrellas. Con aquella calma homicida, una a una, en ese erotismo propio de la sangre, en la perversión infinita de todo aullido. Fue con el poder de nuestros mitos, con la magia misteriosa de nuestros fantasmas; la proyección de nuestros temores encendió sus fauces y quemó para siempre sus rituales. Fue allí que llenamos este paraíso de soledades y de ausencias. ¿No ven nuestras manos llenas de sangre? ¿No huelen aquel olor a muerte que acompaña toda nuestra existencia, que camina a nuestro lado como una sombra ineludible, como una marca insoportable que proyecta sobre la tierra aquello que realmente somos? Nos abrimos paso sobre sus caminos, sobre sus metas, sobre sus cuerpos. Fueron compañía y nos aburrimos, fueron barro y lo pisamos, fueron costilla y la quebramos. Les trajimos el infierno porque nunca soportamos el nuestro. Pero entonces cambiaron los tiempos. Nos convencimos un día que ya no éramos los mismos, que éramos mejores. Que habíamos evolucionado. Que la época había cambiado y que nos exigía nuevas respuestas, nuevos desafíos. Miseria. Tristes mentiras para hombres tristes.
Nos cansamos de nuestra propia farsa e inventamos una nueva. Matamos a
dios y encendimos el sol. ¿Para qué? Ya
no importaba el silencio, en la palabra misma se escondía la muerte. En su
sentencia, en aquello que enunciaba y regulaba, en aquello que iluminaba o
arrojaba para siempre a la sombra del olvido. Allí estaba su filo, su peligro
inminente. La palabra perversa, la palabra normativa, la palabra violenta, la
palabra performativa y la palabra especulativa. La palabra que condena, la
palabra que nombra y la que deshumaniza, la palabra que crea pero también aquella
que encierra y conceptualiza. La palabra que ama “hasta que la muerte nos separe”, la palabra que nos hace el uno para el otro, y que nos
bautiza y la palabra, claro, que nos da el perdón. La palabra que nos declara
sanos o nos nombra locos. La palabra que nos autoriza o silencia para siempre
nuestro yo. Desde allí el hombre maneja el poder, somete y gobierna. Desde allí
el hombre es hombre y forma sociedad, y forma también saber y hasta escribe
esto que hoy leemos. Desde allí el
hombre, marca el nuevo comienzo.
Lucas Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE BEGINNING
¿Cómo fue el comienzo de todo? El Génesis nos cuenta algo. La historia, los libros, los mitos nos van creando capítulos. ¿Qué será lo cierto? ¿Lo dicho y lo no dicho? Nombres, eventos, muertes, sacrificios, todo es parte de la vieja historia ¿Acaso estás pensando en un nuevo sacrificio? ¿Cuál sería el tuyo? ¿Será el mismo Dios el que te lo pida? Quizás habrá que encontrar nuevos relatos para evitar más sacrificios, más sangre inocente derramada. Más tierras destruidas y saqueadas. Más violencia, más temor. El mundo se destruye entre el odio que los mismos poderosos infunden. Y la mente colapsa. La salud mental para algunos es un juego. El maltrato físico y el psicológico van de la mano. Y el abuso está a la orden del día. En ciertos países todavía es más notorio. Las sociedades patriarcales siguen existiendo y controlándolo todo. Y las tragedias se suceden. Y los historiales se revisan y se ponen a prueba. ¿Quién es la víctima y quién el victimario? En muchos casos, los roles cambian mediática o informativamente. ¿Y sí todos somos víctimas de este sistema perverso? Las redes sociales apuntan y disparan. Son nuestras nuevas Génesis contando el minuto a minuto. La vida en directo. La muerte también. El miedo marca tendencia. Ya no importan ciertas libertadas porque fueron arrasadas por otras en nombre de la libertad, paradójicamente. Y hay un ejército de mentes desarropadas manteniendo en alza sus pensamientos. Los ejércitos del odio emboscan a cada instante. Una foto… pum, el aire estalla y la gente cae. Un comentario y todo se sale de control. Literal y metafóricamente. En la cara o en el teclado. Y el poder como testigo y parte.
El temor vuelve a aparecer. Nadie está exento a todos estos ataques. Se siente en el aire, la tensión es eterna. ¿Será el final, cuando? ¿Y cuándo fue el comienzo? Yana, la protagonista del film Beginning de Dea Kulumbegashvili se debe preguntar lo mismo. Y nosotros nos preguntaremos hasta cuando aguantará. Estamos ante un clásico film de autor, la joven cineasta georgiana bebió de las grandes obras de Tarkoviski, Dreyer, Godard y hasta Haneke y lo trasladó a nuestros tiempos. Nada mal para un debut. La historia transcurre en un pueblo de las afueras de Georgia. Una mujer reta a un grupo de niños dentro de una iglesia. Son testigos de Jehová. Luego, el pastor (que es el marido de la mujer) empezará una charla. Es un plano general y un encuadre frontal que muestra el interior de esa iglesia y no se mueve de ahí. Se ve como entra el sol de forma natural por las ventanas. De pronto, el horror. Alguien ingresa y arroja una bomba molotov que explota y empieza a incendiar el lugar. El autor o los autores están fuera de campo, la cámara sigue quieta, van ocho minutos, somos testigos impávidos de lo que puede ser una masacre. Quizás, somos Dios viendo todo. La escena siguiente es un plano general de una mujer con un niño al costado, con un árbol enorme al otro costado de la pantalla. Las semejanzas con el árbol de la vida no tardan en aparecer. La directora ya nos ha cautivado. Ahora será el turno de contar la historia. El film tendrá una composición de planos magistral. Sus encuadres serán del mismo tenor. La fotografía ayudará de manera creativa a la idea de la directora. Los planos secuencia serán estéticos y estáticos. A lo largo de todo el film, la cámara estará generalmente quieta. Habrá unos leves paneos, pero cuando eso pase, tendremos que estar atentos porque la tensión sobrevolará el ambiente. Los pocos, pero interesantes diálogos serán parte de ese guión que no necesita mucho más para explicar.
El sonido ambiente será parte de todo ese
paisaje, parte de toda esa historia que parece estar por explotar. La película
mostrará el sistema patriarcal aún en los momentos más vulnerables. Aparecerá
un detective y será quien abuse de la protagonista en el primer paneo que
tendrá la película. Luego todo se intensificará. El poder, el que debe
investigar, otra vez corrompiendo la intimidad más vital posible. Ia
Sukhitashvili, quien interpreta a Yana, nos regala una actuación impresionante.
Sus miradas, sus gestos, no hacen otra cosa que mostrar su conflicto interno.
Mostrar esa asfixia que está viviendo, cosa que contemplan los mismos planos.
Ese bloqueo de emociones se hace evidentemente más crudo durante la curva
dramática que vive el personaje. La calma antes de la tormenta. El desasosiego,
la frialdad, antes que estalle todo. Y donde no siempre lo importante está en
plano. El fuera de campo surge como el modo de estar al acecho, el peligro que
se viene. Los que lanzan la bomba molotov, el detective cuando la encuentra
fuera de la casa o el hijo en el bosque muestran lo que el encuadre decide
mostrar y cómo. Allí radica la magia, en esos planos, encuadres, iluminación y
fotografía, que exponen los sentimientos de la protagonista, como ese plano
cenital de varios minutos donde ella está acostada con los ojos cerrados en el
bosque, ese momento de paz eterno, que hasta el silencio lo envuelve todo,
donde no responde ni ante los empujones de su hijo que la llama. El tiempo
también como parte importante, siempre presente, sin importar cuánto corra. Es
el momento del quiebre. Habrá una charla de Yana con su marido, se verá otra
vez profanada desde los cuestionamientos. Y la crítica a esta sociedad que
cuestiona a las víctimas en lugar de protegerlas. Será entonces el momento de un
nuevo sacrificio que acecha. Y más de un cadáver exquisito para completar
la obra.
Marcelo
De Nicola.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO KULUMBEGASHVILI
Kulumbegashvili nació en Oriol, Rusia (Oriol), y creció en un pequeño
pueblo llamado Lagodekhi , al pie de las montañas del Cáucaso en Georgia . Su
cine se ha inspirado en su experiencia de crecer en un lugar con tanta mezcla
de etnias y nacionalidades. Se fue a Nueva York , donde se matriculó en el
curso de Estudios de Medios en The New School , antes de obtener una Maestría
en Bellas Artes en Dirección de Cine en la Escuela de Artes de la Universidad
de Columbia, donde se matriculó en 2014. Su debut llegó con el cortometraje, Invisible Spaces (Ukhilavi Sivrtseebi),
que fue nominado a la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes de 2014. El
segundo corto se llamó Lethe y luego
llegó el documental City of the Sun.
En 2017 dirige otro corto llamado Pría
y en 2020 llega su primer largometraje, Beginning,
que tuvo muy buena repercusión en el mundo. En 2024 llega el segundo largo: April, sobre una ginecóloga que
enfrenta un dilema moral luego de la muerte de un recién nacido durante un
parto.
FICHA TÉCNICA
Título original: Dasatskisi
Año: 2020
Duración: 125 min.
País: Georgia
Dirección: Dea Kulumbegashvili
Guion: Dea Kulumbegashvili, Rati Oneli
Reparto: Ia Sukhitashvili, Kakha Kintsurashvili, Rati Onelli.
Música: Nicolas Jaar
Fotografía: Arseni Khachaturan