jueves, 20 de noviembre de 2025

EL REGRESO - VOZVRASCHENIE DE ANDREY ZVYAGINTSEV

PROGRAMA 485 (24-10-2025)

 

SINOPSIS

 

La vida de dos hermanos rusos, Vanya y Andrey, sufre un brusco cambio cuando de repente aparece su padre, tras 12 años ausente y al que sólo recordaban por una vieja fotografía. ¿Es realmente su padre? ¿Por qué ha vuelto después de tanto tiempo? Los chicos intentarán encontrarán respuesta a sus preguntas en una remota y solitaria isla, después de un emocionante viaje con su taciturno padre por los bellos parajes de Siberia.

 

EDITORIAL

 

La lluvia golpea las chapas, alguna gota se cuela por algún ínfimo agujero. ¿A qué sabe el miedo por las noches? A soledad y a ausencia, que son las protagonistas para que este aparezca de tanto en tanto. Y cuando los rayos y truenos empiezan a elevar su voz, todo se vuelve más estremecedor. Será que, desde que esa sombra que siempre se colaba detrás de la puerta antes de dormir, desapareció, todo cambió. Hoy esa sombra nos envuelve en sueños. Esa aparición casi espectral calmaría a las fieras. Los dioses volverían a bailar durante las noches. Pero sabemos que no es así. Que las noches de luna llena siempre serán ambiguos. Que los miedos serán parte insobornable hasta que haya que enfrentarlos con furia. ¿Cuándo y cómo? Nadie sabe. Que por momentos habrá días de sonrisas donde el sol brillará a lo ancho de nuestro propio mundo. Hasta que el sepia de algunas viejas fotos transforme todo ese brillo en algo monocromático. 



Ausencia. Que palabra tan simple y tan fuerte a la vez. Del miedo hablamos muchas veces, incluso en estas mismas líneas. Pero de la ausencia no. Queremos evitarla, apagarla, llamarla por otro nombre. La falta de… Y ausencia no siempre significa muerte. Estamos rodeado de muerte, pero también de ausencia. Ausencia de empatía, ausencia de humanidad, ausencia de esperanza. Nos transformamos en seres autómatas que cumplen una rutina vacía que se reinicia cada veinticuatro horas. ¿Qué miedo no? El verdadero temor a transformarnos en lo que nunca quisimos. Robotizados. Ausencia de pasión, en definitiva. Mientras esos pensamientos vuelan un ruido nos descoloca. No para de sonar. La alarma que nos grita que nace un nuevo día. No hay rastros de la lluvia. Tampoco del sol. Solo sombras que no son las esperadas. Y la ausencia de lo impredecible, otra vez de regreso.

 

Marcelo De Nicola.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE EL REGRESO

 


Cuando abrí la puerta de casa, la mirada de mamá no era la misma. Estaba sentada sola, junto a la mesa de la cocina. Todavía quedaban platos y cosas por lavar y el orden de la casa no era el de siempre.  Mamá estaba sentada, con una mirada que no era la suya. Pesada, cansada, distraída. Una mirada que no habitaba el aquí y el ahora, sino más bien cierto pasado, cierto momento de su vida, cierto recuerdo que nada tenía que ver con aquella cocina, con aquellos quehaceres, conmigo entrando. Me saludó con un gesto lejano, el ceño fruncido y los labios ligeramente apretados, como reteniendo algo que debería haber dicho hace mucho tiempo. Quise ir a abrazarla pero estaba transpirado y sucio de jugar. Mucho tiempo después entendí lo cobarde de aquella acción. Me llevó tiempo perdonar a aquel chico de doce años que no supo tramitar sus emociones, que no supo acompañar el sufrimiento contenido de su mamá, que él, interiormente, había sabido leer. Porque yo sentí la angustia en sus ojos, pero la llame enojo, sentí el llanto reprimido en su boca y me juré ver algo no dicho, solo eso.  Es el día de hoy que pienso que aquel abrazo no hubiera cambiado nada, pero hubiera significado tanto. Para ella, para mí, para lo que vendría luego. Nos hubiera acercado de otro modo, hubiera sido un grito desesperado diciendo acá estoy, suframos juntos, pasemos esto juntos. No estás sola, sé que tengo solo 12 años pero entiendo de lágrimas, de soledades y abandonos. También me crié en esta casa donde aprendimos a dar vuelta la cara cuando las cosas dolían. 



Entiendo de dolores, porque a mi corta edad también las cosas duelen. También me duele el viejo. Porque él sí era bravo. Él sí quería un machito y me obligaba a serlo. Eso duele mamá también. Duele la falta de sensibilidad, duele el no poder equivocarse, el puto peso de ser el mejor o sino no intentarlo. ¿Sabes cómo duele? Duele que el viejo no haya estado nunca y en su puta vida haya tenido un gesto de cariño. Porque no le salía, porque lo criaron así, porque antes no se acostumbraba, por lo que fuere. Pero no lo tenía, no estaba. La caricia nunca llegaba. El cuento nunca se leía, el buenas noches me lo terminaba siempre imaginando. Te vi ahí sentada con tu mirada en otro mundo casi y no sabes todo lo que te entendí, pero mis palabras no me salieron, no me alcanzaron. Yo, que fui grande de chico, porque el viejo tenía sus arranques y tenía que salir yo a mediar, a levantar el plato de comida roto del piso, a desviar sin que te dieras cuenta su ira para mí, solo porque tenía miedo de que te lastimara. Yo que fui grande de chico, no tuve palabras, no me salieron. Hice lo que me enseñaron, lo que naturalizamos: callarnos, mirar para otro lado y hablar de otro tema. Entonces entré a propósito con las zapatillas con barro para que me retes y ahí salió la furia. Te levantaste y me agarraste de la remera y empezaste a gritarme. Cada vez más fuerte, gritabas tanto que la voz se te distorsionaba, y yo lloré, pero no lloraba por los gritos, para nada, lloraba porque sabía que de alguna manera te estaba ayudando.  Me insultaste, por primera vez en doce años, y me revoleaste al piso. Caí boca abajo y me sequé rápido las lágrimas, no quería cargarte también con eso. Quería ser fuerte, quería ser el hombre. Ahora que el hombre se había ido para siempre, porque esta vez se notaba que era en serio, me tocaba a mí ser el hombre. Y los hombres no lloran. O por lo menos eso fue lo que se enseñaba en casa. Esa era la idea de hombre que yo tenía. 



El que no tenía miedo, no lloraba, no sentía, no jugaba, traía la plata y al que el resto debíamos proteger su humor como si de cristal se tratara. Me levanté del suelo, me acomodé la remera, me quité las zapatillas y las tiré fuera de la casa. Te me acercaste con un trapo de piso y lo recuerdo como si fuera hoy, me miraste a los ojos y me dijiste: ahora vos vas a limpiar toda esta mierda. Mal o bien, ahora si estabas estas aquí y ahora. Naturalizar la violencia es un error que venimos cometiendo hace tiempo. Hablo de la violencia hacia los demás, pero también hacia nosotros mismos. Destruimos nuestro ego creando dioses de cartón, aferrándonos a promesas que se desvanecen a la vuelta de la esquina. Y con todo eso construimos una vida. Y la vivimos como podemos, como nos sale. Andréi Zviáguintsev en su film El Regreso, tocará estos temas de manera sutil y creativa. La escena planteada al comienzo de esta charla, bien podría haber sido parte de la película. Ese es el verosímil de “El Regreso”, allí es donde se juega el conflicto de este drama, esas son sus cartas. Tras 12 años de ausencia, el padre de familia volverá a casa sin explicaciones ni motivo alguno. No habrá sorpresa en la madre, quien naturalizará el hecho escondiendo todo reproche, alejando bien lejos cualquier pregunta. Los chicos, Iván y Andrei, sí preguntarán, sí se sorprenderán y desconfiarán de aquel hombre en todo momento. Chequearán si aquella persona es su padre con la única foto antiquísima que poseen con su rostro y que guardan cual si de un tesoro se tratara. Todo indicará que sí, pero al ser tan vieja la foto no habrá ninguna certeza. Los chicos propondrán una salida para ir a pescar y allí comenzará el road movie



La trama se centrará en el viaje del supuesto padre con los dos chicos. Todo tomará un tinte de thriller Hitchcockiano en donde encontraremos citas a distintos directores como por ejemplo Polanski, Truffaut o el mismísimo Antonioni. Sobresaldrá todo el tiempo la fotografía que vestirá al relato. El director optará por una paleta de colores virada a las tonalidades verdes, lo que reforzará la idea de naturalizar, de lo natural puesto en discusión, de la naturaleza como escenario. La puesta de cámara, los movimientos, la inteligencia de los encuadres, la perfección en las simetrías y en el balance compositivo nos recordará a otro Andrei, hablo de Tarkovski, y aquí no puedo evitar que venga a mi mente la famosa frase del pensador argentino Emiliano Iadevito: “Tenemos que dejar de robar con Tarkvoski por dos años”. En este caso, el hurto es preciso y el director logra apropiarse de la técnica para generar momentos únicos de encuadres pictóricos, entre ellos reconoceremos hacia el final La Lamentación sobre Cristo Muerto de Andrea Mantegna, encuadre que simulará de manera casi exacta a la pintura. La cinta nos regalará actuaciones naturales, orgánicas y memorables. Finalmente, la trama se ahogará en aquel lago dejándonos con preguntas, con subtramas sin resolver. Habrá una travesura final en el cierre del film donde se utilizará el recurso de un collage de fotos, que intentarán responder de alguna manera las dudas al espectador. A mi humilde criterio, responderán las equivocadas, responderán aquellas que habían funcionado a modo de MacGuffin en el relato y que no importaban develar. Quedará en nosotros flotando la violencia ejercida sobre la infancia, ejercida de diversas formas, no solo físicamente, sino también, y sobre todo, psicológicamente. Quedará en nosotros aquel adulto cómplice que dejará ir a los chicos con casi un extraño en un viaje hacia la nada, si, hablo aquí de la madre.

 

Lucas Itze.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO ZVYAGINTSEV

 


Andrey Zvyagintsev nació en Novosibirsk el 6 de febrero de 1964. Luego de concluir sus estudios, se anotó en la Escuela de actores de Novosibirsk. Empezó trabajando en teatros de su provincia para luego ser extra en diferentes series y películas rusas de los años ´90. Más adelante, la productora independiente REN TV lo contrató como director. Y Sviáguintsev dirigió varios episodios de la serie de televisión El cuarto oscuro, lo que le abrió las puertas a la dirección de largometrajes. En 2003 dirige su primer largometraje, titulado El regreso, con el que logra un sorpresivo León de Oro en Venecia y el premio revelación del Cine Europeo. Luego con el mismo actor de su film anterior, dirige Destierro, la historia de un matrimonio con dos hijos que emprenden un destierro voluntario que terminará en pesadilla. 



Luego vendrán dos cortometrajes (Apocrypha y Mystery) para dar paso en el 2011 a Elena, un drama moral donde una mujer de avanzada edad debe elegir entre un saludable marido y un hijo alcohólico cuya enfermedad está llevando a la familia directamente a la pobreza. Premio especial del Jurado en Cannes. En 2014 llega Leviatán, la historia de un hombre que tiene un taller mecánico en un pueblito costero de Rusia, que vive con su mujer y su hijastro. Todo cambia cuando el alcalde del pueblo quiere apropiarse de la casa y el taller, por lo que el protagonista intentará retener su lugar a toda costa. Nominada al Oscar, al Globo de Oro y mejor guión en Cannes



Su último film fue Sin amor, estrenado en 2017, que cuenta la historia de una pareja que atraviesa un divorcio debe aunar fuerzas para encontrar a su hijo, desaparecido tras una de sus peleas. Nominada al Oscar, Globo de Oro y Gran Premio del Jurado en Cannes. En julio de 2021 se anunció la preparación de su primera película en inglés, que se titularía What Happens, pero dos meses después contrajo la enfermedad asociada al virus COVID-19 y tuvo que ser trasladado a Alemania e inducido al coma para salvar su vida. Sus pulmones llegaron a estar afectados en un 92%. Finalmente, y mes y medio después, logró salir del coma y superar la fase más aguda de la enfermedad

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Vozvrashchenie (The Return)

Año: 2003

Duración: 105 min.

País: Rusia

Dirección: Andrey Zvyagintsev

Guion: Vladimir Moiseenko, Alexandre Novototsky

Reparto: Vladimir Garin, Ivan Dobronravov, Konstantin Lavronenko, Natalia Vdovina, Galina Popova.

Música: Andrey Dergatchev

Fotografía: Mikhail Krichman

 

PELÍCULA COMPLETA

No hay comentarios:

Publicar un comentario