lunes, 23 de abril de 2018

LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS - HOTARU NO HAKA



EDITORIAL

Todavía las olas golpean tímidamente aquellos zapatitos pequeños e inertes. El cuerpito yace boca abajo, su cabeza aun apunta al mar que en su rítmico vaivén pareciera querer acariciar la ternura que aún conserva aquel rostro hinchado y pálido. Su remerita roja empapada intenta en vano acobijar del frio su pequeño cuerpo. Sus pantaloncitos de jean azul cubren hasta las rodillas a aquellas piernitas exhausta. Ya no hay gritos. Ya no hay miedo.  Tampoco esperanzas. El murmullo del mar guardará para siempre aquella historia en mejores manos que las nuestras. Aquel vientre oscuro del mediterráneo será tal vez mejor cuna para sus fantasías de juegos y pelotas, de muñecos, libros y dibujos. El lugar es Turquía, aquel cuerpo de solo tres años es el de Aylan Kurdi. Por allí, en algún otro lado estarán también tendidos su hermano Galip de 5 años y su madre, perdidos entre una veintena más de cuerpos  kurdos ya sin vida, de familias y sueños destrozados, ahogados en el pánico y la desesperación del naufragio de todo anhelo.  La fotografía es de septiembre del 2015. La fotografía es la guerra y la guerra es la muerte por la muerte misma. Lo que se firma en su declaración no es más que la desvalorización absoluta e irrevocable de la vida. No es más que el sometimiento a un desmesurado egoísmo, a una desventajosa ambición.  Abril del 2018, desde las páginas de los diarios, desde su traje gris, con su cuello enlazado sutilmente en una corbata rojo sangre, ocultando sus miserias detrás de un manojo de certeros ademanes cuidadosamente estudiados, se alza la figura amenazante de Mr. Trump


Con un dedo en alto y la soberbia a punto, arroja sobre la mesa en una mezcla de desprecio y secreto goce, una fulminante amenaza sobre Siria pero también sobre Rusia: Prepárense, porque lo que vendrán serán misiles bonitos, nuevos e inteligentes. Aquella también es la fotografía de la guerra, aquella también es la fotografía de la muerte. En pocos renglones y con un grupo de palabras que ya no tienen siquiera el reparo de ocultar nada, se anuncia al mundo todo su desprecio. En nombre de alguna idea que a nadie le importa se violará, se matará, se arrasará, se negociará, se hambreará, se someterá,  se ultrajará. La guerra es sombra, es profundo desprecio. Y todo aquello caerá sobre niños y ancianos, rojos, negros o amarillos, caerá maldiciendo para siempre con aquella voracidad enferma que nada distingue, sobre la propia tierra, aunque la flor aun siga naciendo. Aunque el sol, como un dios que todo lo absuelve, se siga elevando bendiciendo con su luz mansamente lo que antes fue oscuridad. ¿Por qué será que aun después de haber vivido el peor de los infierno, olvidamos tan rápido aquel vaho intenso de la muerte? Corro rápido a abrazar a mis hijos. Quiero darles el calor que quizás un día no tengan. El alimento que tal vez un día les falte. Todo el amor, que una desafortunada frase acaso pueda borrar.

Lucas Itze.-

Canción post editorial



Una gran canción sobre hermanos



IMPRESIONES SOBRE LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS


El horror de la guerra. Mil veces hemos escuchado esas cinco palabras. Tantas veces nos imaginamos lo inimaginable. Pero asumo que no estamos ni cerca de lo que será vivirlo en carne propia. La guerra destruye todo. La vida y la muerte se entremezclan con abrumadora normalidad. La música se construye a base de estruendos y gritos de terror. Los inocentes pagan por el acto más cruel del ser humano. Hasta el último segundo. Hasta que esa puta última bala salga de la recámara. Hasta aquel último suspiro agonizante. Y del último al primer día, los pensamientos pasan y la tragedia queda. Entonces llega el final. Los vencedores y los vencidos. Y nunca entendemos que en esa sucia batalla perdemos todos. Perdemos hogares, amigos, familiares, y hasta la inocencia. Cuando la inocencia se pierde ya no hay marcha atrás. Cuando los niños son víctimas de una guerra es porque, definitivamente, no aprendimos nada. Y ya no sirve barajar y dar de nuevo, porque lo que se perdió, no se recupera. Porque el empezar de cero significa borrar el pasado y eso es algo que no debe olvidarse nunca. Bien lo saben los japoneses que han hecho de ese pasado un recuerdo vivo para entender el futuro. 


Especialistas en renacer una y mil veces, como aprendieron de los viejos samuráis. Alguna vez, un viejo conocido de esas lides, llamado Ota Dokan evaporó estas finales palabras antes de recibir la artera estocada de la muerte: Si no hubiera sabido que ya estaba muerto, habría lamentado perder la vida. Quizás eso fue lo que sintió Seita, el protagonista del film La tumba de las luciérnagas, de Isao Takahata, antes de perder la suya. El director, co-fundador del célebre Estudio Ghibli junto a Hayao Miyazaki, trae a los dibujos animados (o al animé mismo) una dura película dramática. Piedra fundamental para que los films japoneses de animación empiecen a ser tomados de otra manera, Takahata adapta la novela autobiográfica de Akiyuki Nosaka en la que nos muestra la guerra desde la mirada de los niños. El film arrancará el día que Japón se rinde durante la Segunda Guerra Mundial. Aparecerá una voz en off relatando su propia muerte, mientras vemos como en una estación de tren, unos guardias descubren a un adolescente muerto, rodeado de otros que seguirán su mismo camino. La historia estará contada desde el racconto, recordando la vida de Seita junto a Setsuko, su hermana de cuatro años, y este oficia de narrador en off en ciertas partes de la cinta. 


Su vida en Kobe, el bombardeo sobre la ciudad, la pérdida de su madre, un padre combatiendo en la guerra y la mala relación con su tía que queda de encargada, hacen que el destino de ambos sea un refugio a orilla de un lago. El film tendrá una diversidad pictórica encantadora, separada por los momentos de los personajes. Los recuerdos aparecerán con mayoría de rojo y negro, las situaciones angustiantes mientras todo es horror se llenarán de marrones y ocres que imponen su presencia, todo esto confrontando con la belleza de los colores alegres durante esa libertad que era su vida allí afuera, rodeados del verde de la naturaleza y el celeste del cielo. Lo mismo ocurre con lo que oímos: una banda sonora tremenda, con los eternos y angustiantes minutos donde se escuchan los bombardeos y hasta el ruido del agua llegando a la orilla o el fuego quemando todo por un lado, y por otro una excelente banda musical compuesta por Yoshio Mamiya diferenciando claramente las escenas de guerra con las del mundo donde Seita y Setsuko son felices, donde se logra una armonía perfecta entre imagen y sonido, con la escena de las luciérnagas en el refugio como el momento cumbre. 


Escena en el que se ve ese espíritu nacionalista del protagonista imaginándose en combate, cayendo luego en la cuenta que la protección que importa es la de su hermana, y no la de su país, aunque ambos no quieran contención alguna. Takahaka nos pondrá el dedo en la llaga y llevará la historia de los hermanos hasta que se nos revuelva el estómago y los ojos sean todo lágrimas. Seita hará todo lo posible para que ella sea feliz, el film no nos hablará de la guerra, sino de la supervivencia y de la hermandad. Todos sabíamos el final, pero no hacíamos otra cosa que negar la realidad, tanto como el protagonista. Llegó la muerte, tan siniestra como siempre, para acabar con tanta tristeza. Será el fuego el que consuma todo, en una alegoría de lo que fue el final del país en la guerra, luego de las bombas atómicas que lo dejaron en llamas. El director se despedirá con un mensaje de esperanza, en ese renacer cíclico propio del sol naciente donde vemos a los fantasmas de los hermanos observando a esa ciudad ya renacida de sus cenizas. Mientras seguiremos buscando las luces de las luciérnagas y escuchando los gritos de esas voces que nunca, pero nunca, nos dejarán de llamar.

Marcelo De Nicola.-

Canción elegida para las impresiones



La poesía de Luis Alberto…



UNIVERSO TAKAHATA


Nacido en Japón en 1935, Isao Takahata asistió a la Universidad de Tokio, donde se gradúo en literatura francesa. Fue la película Le Roi et l'Oiseau del animador francés Paul Grimault lo que le llamó la atención por sus posibilidades y decidió dedicarse al mundo de la animación. Takahata inició su carrera en los estudios de Toei Animation como ayudante de dirección, donde dirigió su primera película, Las aventuras de Hols: Príncipe del sol en 1968, en la que también participó Miyazaki. Entre 1974 y 1978, también con la intervención de Miyazaki, trabajó en Nippon Animation para World Masterpiece Theater, series de animación para la televisión basadas en clásicos de la literatura infantil y juvenil. La primera obra fue Heidi, la niña de los Alpes (1974). Revolucionaria por su concepción reposada y costumbrista, lejos de las series de animación de la época con tramas de acción y fantasía, la obra fue un sorprendente éxito mundial. 

Después Takahata dirigió otras dos series de pareja calidad e importancia: Marco (De los Apeninos a los Andes) y Ana de las Tejas Verdes. Dirige los films La Aventura de Panda y sus Amigos en 1972 y diez años después Goshu, el violoncelista. En 1985 funda junto a Hayao Miyazaki los Estudios Ghibli, dirigiendo cinco películas. La primera fue La tumba de las luciérnagas, luego siguió en 1991 con Recuerdos del ayer, la historia de un joven que vuelve a su antiguo pueblo, y en el trayecto irá recordando cosas de ese pasado. En 1994 llega Pompoko, sobre unos mapaches que quieren evitar que su bosque sea urbanizado. 


Cinco años después se estrena Mis vecinos los Yamada, basado en un famoso manga japonés sobre una tradicional familia del país. Su último film fue El cuento de la princesa Kaguya rodado en 2013, basado en un popular cuento chino del siglo IX llamado el Cortador de Bambú, sobre una niña que aparece en una planta de bambú y es adoptada por una pareja de ancianos. Con el tiempo se transforma en una bella mujer que será pretendida por un gran número de poderosos hombres. Isao falleció el jueves 12 de abril de 2018 a los 82 años, luego de sufrir de cáncer de pulmón.

FICHA TÉCNICA

Título original: Hotaru no Hakaaka
Año: 1988
Duración: 93 min.
País: Japón
Dirección: Isao Takahata
Guion: Isao Takahata (Novela: Akiyuki Nosaka)
Música: Yoshio Mamiya
Fotografía: Nobuo Koyama

SINOPSIS

Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Seita y Setsuko son hijos de un oficial de la marina japonesa que viven en Kobe. Un día, durante un bombardeo, no consiguen llegar a tiempo al búnker donde su madre los espera. Cuando después buscan a su madre, la encuentran malherida en la escuela, que ha sido convertida en un hospital de urgencia.

PELÍCULA COMPLETA


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