sábado, 24 de mayo de 2014

CINEMA PARADISO

Programa 8 (06-05-2013)


EDITORIAL

El recuerdo es ese cuento que nos relata el tiempo, en donde el final siempre nos  revive aquella vieja angustia de la muerte. Como ya dijimos, nunca volvemos a ninguna parte, y al entender al recuerdo como uno de los trucos del retorno, como una vuelta hacia esa llama que supimos ser, llegamos a la conclusión de que el recuerdo es imposible. Como todos sabemos, nuestros recuerdos están construidos sobre el relato malinterpretado de nuestras inescrupulosas tías, que intentan forzosamente, contarnos anécdotas de goles que nunca hicimos, festejar canciones que no supimos componer y comparar a nuestras actuales mujeres con novias que jamás tuvimos el valor de besar. El recuerdo es el reflejo melancólico de nuestra soledad y al mirarnos en él, descubrimos las fatales arrugas que marcan el final de la aventura. Nuestros amigos, con los que solíamos conquistar el mundo, o cuanto menos las tardes, están inmersos en soledades iguales o quizás peores que las nuestras, y muchos de ellos hasta caen en la tentación del recuerdo. Por ejemplo, comienzan narrando en alguna reunión barata, historias de fechorías pasadas, y en el calor de su relato, miran a los costados y ya no está Lucho ni el Pastor ni el Colo o el Emi, en cambio, al mirar a su alrededor, solo encuentra cuñados o parejas desconocidas que los miran avergonzados al hacer conscientes sus propias soledades. Cuando éramos jóvenes, no les contábamos ninguna historia a nuestros amigos, nos dedicábamos a vivirlas con ellos. 


También entendemos que hay recuerdos que por más difusos o distorsionados que sean, nos son imprescindibles. Cada 24 de marzo, mi corazón muere un poco más junto a esas treinta mil almas que nos enseñaron que las ideas no se callan. En el libro “La inversión de la Soledad Paul Auster nos dice que: No hay nadie menos cínico que un mago. Tanto él como todos los demás saben que lo que hace es una farsa, así que la función del truco, no es exactamente la de engañar al público, sino la de complacerlos en su deseo de ser engañados. Creo que el recuerdo funciona muchas veces de esta manera. Las imágenes aparecen como proyectadas en la pantalla infinita de un cine, y ahí nos vemos rebosantes de valor, derrochando coraje o haciendo monólogos capaces de salvar vidas. Como en el acto del mago, aún conociendo la farsa, recurrimos al recuerdo por el placer del engaño, lo hacemos para estar menos solos y para intentar que nuestras vidas sean menos miserables. Don Alejandro Dolina nos advierte que siempre estaremos solos y tristes, pero no es para tanto. Después de todo, ya se sabe que los únicos paraísos que existen, son los paraísos perdidos. Sigamos dejando que las puertas de aquel cine del recuerdo se abran para nosotros, aunque sea solo a veces, en los ratos de más desesperante soledad y tengamos el valor de hacer de aquel recuerdo nuestro paraíso perdido. Entremos, aunque conozcamos la mentira, a nuestro cinema paradiso.-

Lucas Itze.-  
      
Canción post editorial



IMPRESIONES SOBRE CINEMA PARADISO


La oscuridad, el negro absoluto. El silencio. La cortina que se abre lentamente, luego el ruido a la cinta corriendo y acción, la película comienza. Las puertas del gran Cinema Paradiso se abren para nosotros, majestuosas y pesadas como un recuerdo que no llega. Giuseppe Tornatore, director y guionista del film estructura su relato quebrando la temporalidad lineal a través del uso del racconto. Como ya hemos mencionado varias veces, el racconto es la herramienta narrativa mediante la cual el relato se detiene en el pasado para ser contado. La acción comienza en el presente hasta dar lugar al pasado donde se desarrolla. Difiere del flashback básicamente por su duración, en el racconto la narración se extiende, no así en el flashback, cuya duración, muchas veces no excede el par de planos. Cinema paradiso comienza con un plano de una vista del mar con una especie de vasija recortada en contraluz, con esto quiero decir que al ser la fuente lumínica mayor a la que ilumina el objeto, en este caso la vasija, y al estar justamente esta mayor fuente de luz enfrente del objetivo de cámara, la vasija queda reducida a solo a su silueta. De fondo, el mar. Quizás Freud diría que este plano puede tener alguna reminiscencia al vientre materno, quizás no se equivoque, porque al instante aparece a derecha de cuadro, la cara de la madre de Toto, protagonista del film, el portador del recuerdo. La madre, viene a traer la mala noticia, Alfredo ha muerto. Aquel viejo que nos enternece durante todo el film y que ha actuado como padre de Toto, ha fallecido. Sujeto del recuerdo. 


Veremos en el relato que su tratamiento estético es bastante clásico, su fotografía es correcta, destacamos el uso en la mayoría de los planos de la lente gran angular. Este tipo de lentes deforma un poco la imagen, dándole cierta curvatura a las rectas, distorsiona las perspectivas de los objetos y posee gran profundidad de campo, lo que permite que espacios reducidos se vean más grandes. Creo, desde mi humilde opinión, que la elección de esta lente es poéticamente adecuada. Las características que acabo de relatar, no difieren tanto de la idea que nosotros poseemos del recuerdo y que intentamos torpemente aclarar en la editorial inicial. A su vez genera una pesadez en la imagen, que ayuda a remarcar la sensación del protagonista para con ese pasado, ese pasado repleto de imágenes a las que el teme traer al presente. Tengo miedo del encuentro, con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches, que pobladas de recuerdos, encadenen mi soñar dirían Gardel y Le Pera. También encontraremos el uso reiterados de travellings, aquel movimiento de la cámara en sí misma, quizás para recordarnos visualmente aquel viaje hacia el interior, hacia el pasado, que Toto debe hacer. Hasta acá lo técnico, contado fríamente para escaparle en una gambeta imposible a las lagrimas. Quien les habla, ha visto la película quizás una quincena de veces y ha llorado en cada una, anoche no fue la excepción. 


Es inevitable seguir con gran decepción el progreso ficticio del pueblo, en donde uno mira y lo único que ve son más autos y más carteles. Recordar la evolución del cine, primero en blanco y negro y silente, luego en color y con sonido, pero siempre lejos de la realidad de posguerra de una Italia en ruinas. Es imposible no quebrarse con Toto, y llorar sus mismas lágrimas, cuando desde su inocencia entiende que su padre no volverá. Es imposible no sentir el dolor del pueblo cuando ven derrumbarse ante sus ojos al Cinema Paradiso, cuyo polvo nos golpea la cara tornando nuestras lágrimas de un rojo sangre ladrillo. Es difícil no prestarle atención a Alfredo cuando nos ruega ferozmente que no volvamos, que si lo hacemos, el no nos abrirá la puerta de su casa. Es difícil no entender aquel dolor de madre, esa Penélope que teje y desteje esperando a su hijo que no vuelve hace ya 30 años. 


Hace pocos días, mi mama me llamo por teléfono y en medio de la charla me dijo con simpleza de madre: hace mucho que no me decís te quiero, y yo ya estoy grande… Se produjo un silencio y esboce argumentos ilógicos e incomprensibles. El silencio volvió y pronto cambiamos de tema. Al cortar, sentí vergüenza de mi mismo y recordé la escena en donde Toto llega a la casa, después de todo ese tiempo, y la madre le ofrece acostarse antes del funeral de Alfredo, pensando que quizás estaría muy cansado por el viaje. El, entonces le dice que era solo una hora de viaje, que no estaba cansado. A lo que la madre responde con ternura: no me digas eso después de 30 años. Con el teléfono todavía en la mano, me sentí igual de miserable que Toto y entendí que le estaba explicando absurdamente a mi mama que mi viaje también había durado una hora… La frase quedo rebotando todos estos días en mi cabeza y así como al protagonista me invadió ese miedo al tiempo, a los recuerdos, a sabernos finitos, a entender que somos el murmullo que ronronea el mar en su muerte. No estás grande y te quiero.-  

Lucas Itze.-

Tema post análisis


No podía faltar...


Y cerramos con esta hermosa canción



FICHA TÉCNICA

Título original: Nuovo Cinema Paradiso
Año: 1988
Duración: 123 min.
País: Italia
Director: Giuseppe Tornatore
Guión: Giuseppe Tornatore
Música: Ennio Morricone
Fotografía: Blasco Giurato
Reparto: Philippe Noiret, Jacques Perrin, Salvatore Cascio, Agnese Nano, Brigitte Fosey, Marco Leonardi, Antonella Attiu, Enzo Cannavale, Isa Danieli, Leo Gullota, Pupella Maggio, Leopoldo Trieste

Argumento

Durante la década de 1980 en Roma, Italia, el famoso director de cine italiano Salvatore Di Vita (Jacques Perrin) vuelve a casa tarde una noche, donde su novia dormida le dice que su madre lo llamó para avisarle que alguien llamado Alfredo (Philippe Noiret) ha muerto. Cuando ella le pregunta quién es, Salvatore empieza a recordar su infancia.
Esa infancia lo lleva a Totó, tal era su apodo de pequeño, a la Italia de la posguerra, 30 años antes, quien en esa época vivía con su madre, y esperaba por un padre que fue a la guerra y que nunca iba a volver. Con seis años de edad, el joven descubre su amor por las películas e inicia una amistad con Alfredo, el proyeccionista del cine del pueblo, quien le enseña el trabajo, y también como se hacía para eliminar las escenas que “censuraba” la iglesia.
Todo cambia luego de un incendio en el que Totó le salva la vida a Alfredo, quien queda ciego y parece que es el fin del Cinema Paradiso, sin embargo aparece un accionista que reabre el cine y contrata a Salvatore, todavía un niño, para ser el nuevo proyectista.
El film avanza unos diez años más adelante, Salvatore ya es un adolescente que sigue trabajando en el cine, y empezando a filmar con una cámara, se siente atraído por Elena, la hija de un rico banquero, y con quien nunca pudo comenzar una relación. Luego de hacer el servicio militar, Totó vuelve a Sicilia, pero Alfredo le dice que se vaya del pueblo, que no vuelva, y que inicie una nueva vida lejos de todo.

Nuevamente en la década del 80, Salvatore vuelve por primera vez a su ciudad para el funeral de Alfredo, mientras el Cinema Paradiso es demolido para la creación de un aparcamiento. Otra vez de vuelta en Roma, abre un regalo que le había dejado Alfredo: son las escenas de los besos recortados que forman una sola película…  

Trailer


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