SINOPSIS
S.XVII. A una apartada localidad llega un sacerdote
católico con el objetivo de exorcizar a las monjas del convento de dicha zona,
supuestamente poseídas por distintos demonios, y encabezadas por su superiora,
conocida como Madre Juana de los ángeles. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Su mirada se perdía en la ínfima oscuridad. A veces parecía que la luz no existía. El sol permanecía escondido detrás de ese frondoso bosque que rodeaba el convento. Ella miraba el techo como esperando alguna respuesta. Solo oía silencios enceguecedores. Su alma se incendiaba por dentro. Su cuerpo se derretía por las noches pero su lujuria interna era insaciable. Paseaba su vestido como si fuera un lastre. Ella soñaba y en esos sueños descubría el placer. Sueños que se transformaban en pesadillas cuando amanecía toda transpirada sin entender el porqué. Sus miedos la convertían en un fantasma. La delgadez de su cuerpo hacía mella en su físico. Se había transformado de repente en la herejía hecha persona. Se sintió un cuerpo poseído por el mismísimo Satanás. No había confesión que la librase de su tortura. Quiso escapar pero sus pasos se rendían antes de llegar al bosque. Empezó a rezar, aunque los cambios no se vislumbraban. Temía los castigos divinos. Los de su amado Señor… y los de sus santos patronos. Tenía que esconderse de la madre superiora. Allí, en esas cuatro paredes grisáceas, olía el horror de las olvidadas. No quería ser un número más de esa lista. Todavía recordaba los gritos y llantos de dolor de algunas de sus compañeras. Muchas nunca volvieron.
Cada tanto la despertaba algún fiero olor, de esos que venían
de las calderas. Dicen que cada vez que una desaparecía, una flor se marchitaba
en el bosque y un árbol se transformaba en otoño. Nunca vio a nadie con otros
ojos. Su virginal cuerpo bebió siempre de la más absoluta moral. Nadie pudo
jamás contaminar su sexo. Sin embargo, se sentía como un cúmulo de pecados.
Allí, en su más inmaculada inocencia se consideraba sucia. No quería ser parte
de esas desdichadas que se rebelaban ante el Señor. Su plena conciencia la
llevaba a ser siempre la santa ejemplificación del lugar. Pero por las noches
ya no quería dormir. Temía que esos placeres quebranten años de corrección.
Sintió entonces que había que dar el siguiente paso. No podía claudicar… No
debía claudicar. Esperó a que la última luz se apague para comenzar su guion.
Abrió un libro y empezó a leerlo mientras un círculo de velas yacía a su
alrededor. Cada página que leía era lanzada al fuego para crear un calor
insoportable. Hasta que llegó el momento que esperaba y todo empezó a arder. Su
cuerpo quedó envuelto en llamas en cuestión de pocos minutos. No quiso gritar.
Nadie apareció hasta que unas horas después el humo empezó a salir de la
habitación. Era demasiado tarde. El cuento estaba terminado. Solo
quedaron a salvo algunas hojas de ese Martillo de las Brujas que la transformó
en cenizas para siempre.
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE MADRE JUANA DE LOS ANGELES
Desde que estamos en este ladrillo, la dicotomía ha construido y diseñado nuestra cosmogonía en general. Quiero decir que, nuestro dispositivo previo generador de subjetividades, no ha hecho más que trabajar sobre aquellos dos bytes. Hace muy poco, alguien me dijo que entre esto y aquello hay la cantidad de grises que vos quieras. No se equivocaba. Siempre depende de uno, claro. De nuestras ganas de ir más allá de los límites naturalizados por el poder. Aquel límite que nadie ve, que nadie cuestiona pero que de alguna manera se transforma en un camino incuestionable. Decía Ortega y Gasset que el hombre masa, en contraposición al ser de selección, jamás se remite a una instancia superior, sus movimientos oscilan entre los parámetros de las normas, de lo esperable, de lo establecido por un orden, por la ética o el ethos griego. Sobre aquella tela se recortará esa implícita ley maldita llamada La Moral. Es en ese mismo paño, de hombres masa que no se distinguen el uno del otro, que eliminan toda particularidad en el buen nombre de una generalidad categórica que viene a encasillarlos, a decirles quienes son y cómo actuar, donde nuestras alas se cortan para siempre en un ritual cívico castrador del cual el ser obtiene la tan buscada tranquilidad del absoluto, allí, sobre aquella mesa, el poder construye el imaginario del bien y del mal. Aquel binomio del que la psicología se alimenta, porque el bien es lo correcto y el mal vendría a ser lo indebido, pero lo correcto, por lo general, no coincide nunca con el deseo y entonces, inexorablemente, trae culpa. Lo indebido, claro, también. La lucha contra el mal existe desde los inicios de los tiempos. La moralidad esclava de la cual deriva lo malo, se eleva siempre en contraposición con el accionar noble del cual surge lo correcto. Suena evidente, entonces, decir que toda sociedad tiende laboriosamente al bien.
Su accionar para demarcar ese camino no es otro sino un complejo conjunto de sistemas que operaran de forma sincrónica sobre el nervio más profundo de la sociedad para delinear de manera tacita a veces, evidente otras, sus conductas, sus deseos, sus relaciones, sus valores, escondiéndose muchas veces bajo aquel nauseabundo concepto del sentido común. Lo cierto es entonces que el bien desata su fervorosa batalla contra el mal con una única intención, con el claro objetivo que es el de diferenciarse. Vale aclarar que el único sentido de este concepto, vamos, de la construcción moral y ética toda, es aquella diferencia; aquella épica batalla no se libra con ningún otro objetivo. Pues bien, estarán con seguridad del otro lado del micrófono preguntándose lo mismo que todos nosotros aquí. Las batallas se ganan o se pierden. ¿Qué sucedería entonces si el bien triunfara, si aquella batalla eterna tuviera definitivamente un final? Inicialmente, podemos pensar que bajo aquella particular circunstancia, ese triunfo se llevaría puesto consigo al concepto en sí. ¿Cómo sabríamos que estamos haciendo el bien? ¿Cómo ordenaríamos nuestra sociedad con su complejo entretejido de sistemas, si ya no tenemos contra que oponerlo? ¿Hacia dónde estarían direccionadas las acciones de aquel conjunto de personas si no tuviera una identidad contraria con la cual distinguirse? Tal como hemos dicho muchas veces desde este micrófono, el bien es funcional al mal por necesidad. Por auto conservación digamos. El antagonista necesario para que el protagonista avance sobre la curva dramática. Es por esto entonces que el bien genera las condiciones para que el mal exista.
Este juego dual entre dos fuerzas de igual intensidad que se oponen, se manifestará con toda claridad en el film del polaco Jerzy Kawalerowicz titulado “Madre Juana de los Ángeles”. La cinta contará con la belleza y la precisión típica de los films del danés Carl Dreyer. El eje central del relato será, tal como venimos diciendo, la gran batalla entre el bien y el mal. El film lo trabajará de manera inteligente desde todos los planos que conforman la cinta. Leeremos la batalla en la superposición de los blancos sobre los negros, entenderemos aquel conflicto en las puestas de cámara, en el intenso y extraordinario trabajo con los actores, en el lucido trabajo del movimiento de los cuerpos / objetos en el interior del cuadro. Encontraremos planos dentro del film que se quedaran con nosotros para siempre. Estoy hablando de una puesta desafiante, que pareciera tener su inspiración, su búsqueda, su origen, en las artes gráficas o en la fotografía fija. Estoy hablando de una perfección en el diseño de plano, en su composición misma, en el trabajo de la fotogénesis sobre los objetos, realmente pocas veces vistas. El director y guionista, tomará un hecho verídico que hará referencia a un brote de histeria colectiva ocurrido en un convento de monjas francesas en el año 1634, donde la madre superiora, al ser rechazada sentimentalmente por un sacerdote, lo acusará de utilizar magia negra y de poseerla con demonios. Esta será la semilla de la cual surgirá el relato. Dios y el diablo personificando su guerra ancestral. El bien y el mal, combatiendo cara a cara, discurso a discurso. El campo de batalla elegido por el director, un sacerdote y una monja, será el correcto. Esta elección permitirá humanizar al conflicto, para de esta manera, lograr empatizar profundamente con los personajes, los cuales, lejos de la posición de aquellas deidades tan amigas de lo absoluto, demostraran dudas, sentimientos, pasiones.
El metraje contará con una estructura narrativa lineal y coqueteará con los
géneros de suspenso y terror. Presenciaremos líneas de diálogos que harán
tambalear las bases del catolicismo a través de argumentaciones sólidas y
contundentes. Se planteará en algún momento la hipótesis de pensar que al mundo
no lo hizo dios sino el diablo. Claramente, y lo hemos dicho más de una vez,
los que este programa hacemos, estamos bastantes distanciados de aquel
espantapájaros mal diseñado llamado dios. Pero, aun así, y quizás por haber
entrado un poco en el juego propuesto por el film, aquella hipótesis nos llegó
de alguna manera. Aquel diablo que argumentaba contra el dios de la disciplina,
el dios de las leyes, el dios de lo blanco sobre lo negro, se parecía
curiosamente más a nosotros. Era un diablo que, tal como el hombre masa de
Ortega y Gasset, quería remitirse a una instancia superior. Vamos, quería ser
libre. Quería escapar del rebaño de ovejas de aquel pastor autoritario y
manipulador. Quería bailar sobre las llamas de sus pasiones, quería sentir y
vivir la vida, no desde el frio cristal de una sanguchera, sino exponiéndose al
peligro de la experiencia. Quería, claro, huir definitivamente del miedo que
ofrece las fauces del verdadero predador. Si la nada es lo que nos espera después de
la muerte, vivamos tratando de hacer que esto, sea una cosa injusta
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO KAWALEROWICZ
Nacido el 19 de enero de 1922 en una ciudad que hoy pertenece a Ucrania, trabajó al principio como ayudante de dirección, y debutó como director de cine en 1951 con la película realista socialista Gromada. De Kawalerowicz sobresalen su poderosa imaginería, así como la profundidad de las ideas que circulan por sus películas. Por cierto, él se negó siempre a hacer filmes de propaganda. De su misma escuela destacan obras de otros directores de talento como Andrzej Wajda, Tadeusz Konwicki y Juliusz Machulski, hoy clásicos. A partir de 1954 dirigió ya con cierta regularidad una serie de películas que apenas salieron más allá de su país, aunque Kawalerowicz fue uno de los directores que se vieron favorecidos en un primer momento -aunque luego condicionado- por la política cinematográfica diseñada por el secretario del partido comunista polaco Wladislaw Gomulka a lo largo de los años cincuenta y sesenta. En 1954 filma Celuloza, sobre un joven que busca empleo y se une al partido comunista. Dos años después sigue con Cien, que sigue la investigación de alguien que fue arrollado por un tren. En 1957 realizó la primera película perteneciente a la escuela de cine polaca, desprovista de influencias del realismo socialista que se tituló El verdadero fin de la guerra, sobre una pareja que en la Segunda Guerra Mundial es separada para llevarlos a un campo de exterminio. En 1959 llega Night Train, donde un joven, que quiere ser doctor, se sube a un tren en el que conoce a una joven secretaria... Considerada la mejor película de su realizador junto a Faraón, un thriller de intriga que homenajea a Hitchcock. El reconocimiento internacional le llegó cuando Madre Juana de los Angeles (1961) obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Cannes. Sus películas, desde este momento, comenzaron a circular por algunos círculos culturales europeos a partir de los circuitos de Arte y Ensayo que comenzaron a surgir en estos años.
Es así como sorprendió de nuevo a todos con Faraón (1964), una historia arropada en una sólida base documental que fue más allá de las propuestas realizadas por Hollywood y en la que analizó y reflexionó con detalle sobre el poder político y religioso. Dicho film fue nominado al Oscar y es considerada una de las mejores películas de la historia del país. En 1969 dirigió El Juego, sobre una pareja burguesa que empieza una crisis matrimonial. En 1971 filma en Italia Maddalena, un film de alto contenido erótico sobre dos mujeres llamadas Maddalena, la película es recordada por presentar por primera vez la obra musical "Chi Mai" de Ennio Morricone. En 1977 filma La muerte de un presidente, sobre la elección y el asesinato del primer presidente de la República de Polonia, luego de la Primera Guerra Mundial.
Más tarde llegan Spotkanie na Atlantyku (cuenta la historia de 7 personas que
realizan un viaje en barco de Polonia a Canadá), Austeria (Sobre un judío que esconde a sus pares en una taberna, en
la Segunda Guerra Mundial), Jeniec
Europy (sobre los últimos años de Napoleón) y Quo Vadis? (una aventura romántica en la Roma 1 DC). En 2007 sufrió
una hemorragia cerebral y cuatro semanas después, el 27 de diciembre falleció,
se iba uno de los directores más importantes del cine polaco.
FICHA TÉCNICA
Título original: Matka
Joanna od Aniolów
Año: 1961
Duración: 110 min.
País: Polonia
Dirección: Jerzy
Kawalerowicz
Guion: Jaroslaw
Iwaszkiewicz, Tadeusz Konwicki. Novela: Jaroslaw Iwaszkiewicz
Música: Adam
Walacinski
Fotografía: Jerzy
Woljcik (B&W)
Reparto: Lucyna Winnicka, Mieczyslaw Voit,
Anna Ciepielewska, Maria Chwalibog
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